Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Libros

cubierta del libro

José Ignacio Gracia Noriega

Las burbujas de la tierra. En torno a William Shakespeare

Sobre William Shakespeare, en el cuarto centenario de su fallecimiento

Se analizan obras y personajes shakesperianos

Cátedra, Madrid 2016, páginas

ISBN · 210×130 mm

El libro lleva una Introducción "(Leyendo a Shakespeare)", a cargo del autor, en el que se dice:

«No está mal, en estos tiempos calamitosos que corren, seguir leyendo a Shakespeare y sacar algunas conclusiones oportunas, siempre teniendo en cuenta, claro es, que no se pueden ni se deben adaptar las presumibles ideas políticas y de todo tipo de un escritor del siglo XVI y XVII al siglo XXI. En tiempos de Shakespeare no se veían muchas cosas que angustian ahora, y en la actualidad muchas cosas que interesaban en aquella época han perdido todo sentido. ¿Quién se acuerda ahora del derecho divino de los reyes en el que Shakespeare parecía creer? Y en cuanto a la democracia, hoy sacralizada en algunos países en los que, por cierto, se la respeta poco, para Shakespeare, lo mismo que para don Francisco de Quevedo, era algo del pasado, del tiempo de los griegos y romanos, que fue sustituida por formas políticas más eficaces, ya que se nutría del pasto de la demagogia (Julio César) y se fundamentaba en la volubilidad sin criterio del pueblo (Coriolano). Las revueltas populares, asimismo, le producen poco crédito al dramaturgo: sus resultados evidentes son crímenes y saqueos. En 1450, el revoltoso Jack (o John) Cade pretendió reducir el Parlamento a un sola voz, la suya, y presentó un programa que revoluciones sucesivas, en el fondo, no han cambiado: «No dejaremos ni un señor ni un caballero: no respetéis sino a los que vayan con los zapatos rojos, pues esos son hombres honrados y ahorradores y se pondrían de nuestra parte si no fuera porque no se atreven» (2.a parte de Enrique VI, acto IV, esc. II). Si la enseñanza en la actualidad es tan desastrosa se debe a que aspira a igualar por los que llevan los zapatos rojos, pero sin intentar arreglárselos.
No pretendemos presentar a Shakespeare como un reaccionario ni como un augur. Pero resulta bastante cierto y confirmado por la Historia que la división del reino conduce irresoluto, manera implacable a la guerra civil (El rey Lear) y que un rey débil, resoluto, dialogante, pacífico y pacifista, lleno de bondadosas intenciones (Enrique VI) es la peor calamidad que puede tener un pueblo. Pues si el rey no gobierna siempre habrá quienes se dispongan a hacerlo en su lugar, y la consecuencia de nuevo es la guerra civil. Enrique, con sus bonísimas intenciones, fue incapaz de poner en orden su reino: aquella debilidad y bondad condujeron al reinado violento y odioso de Ricardo III. Inevitable es recordar aquella no menos bondadosa república de catedráticos que renunciaba a la guerra en su bienintencionada constitución y fue destruida en la guerra más terrible de las muchas que asolaron nuestro país. Al débil Enrique le sucede el monstruoso Ricardo, a la república idealizada el general que empuña férreamente la espada. Un gobierno débil contempla impasible «el ancho firmamento» mientras se insinúa la sedición. Convendría releer El rey Lear, convendría releer Enrique V, apoteosis de p la unidad, y Enrique VI, amarga reflexión sobre la debilidad del rey. La política del siglo xv no era la de ahora, pero algunas cosas no cambian.»