Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Gastronomía

Ignacio Gracia Noriega

Ramón Pérez de Ayala y Tolstoi

La relación entre Pérez de Ayala y Tolstoi es tangencial. Pérez de Ayala alude al escritor ruso en su ensayo sobre Turgueniev, donde señala que de los tres novelistas rusos universales, Dostoiewski, Tolstoi y el mencionado Turgueniev, los dos primeros eran los más auténticamente rusos. En realidad, Turgueniev era un cosmopolita a quien Dostoievski asesta un implacable pero merecido varapalo al tomarlo como modelo del pretencioso afrancesado Karamsin de “Demonios” y Tolstoi, muy por el contrario, opinaba que nada se había escrito en ruso de verdadero valor que se amoldara a las formas literarias europeas. En consecuencia, estaría muy de acuerdo con que Pérez de Ayala le considerase más ruso que a Turgueniev. Y como anécdota, la última vez que Pérez de Ayala salió de su casa en Madrid fue para ver la versión cinematográfica de “Guerra y Paz, dirigida por King Vidor, a la que acudió acompañado por Sebastián Miranda y Miguel Pérez Ferrero, que por aquel entonces ejercía la crítica cinematográfica en ABC con el pseudónimo de Donald. A Pérez de Ayala le gustó la película pero no le gustó comprobar que fuera de su casa apenas podía valerse por sí mismo.

Las diferencias entre Pérez de Ayala entre Pérez de Ayala y Tolstoi como escritores son abismales: casi sonroja suponer que pudo haber alguna. Mas ambos coinciden en el aprovechamiento del ferrocarril como elemento activo de sus novelas. El ferrocarril y la navegación a vapor, ambos hijos de Fulton, fueron los grandes motores del siglo XIX. El ferrocarril impulsó de manera retórica y desafortunada, y como las verdaderas novelas reflejan la vida y la sociedad, no tardaron en circular ferrocarriles por sus páginas. En un compartimento de tren se desarrolla “Sonata a Kreutzer”; “Ana Karenina se arroja al tren y el propio Tolstoi muere en la estación de ferrocarril de Astápovo: una muerte que parece sacada de las páginas finales de “Demonios”, novela escalofriantemente profética, en la que tanto se preven la muerte de Tolstoi como la revolución rusa y se describe con pelos y señales esa nociva especie del “progresista” intelectual y burgués. Salvando las distancias, Pérez de Ayala prestó atención al ferrocarril: en “Tinieblas en las cumbres”, en los cuentos del Raposín en los que aparece la estación de Cenciella, pseudónimo literario de Noreña. Carecía Ayala, los mismo que “Clarín”, de verdadera sensibilidad para mirar a los personajes populares: los veían desde su punto de vista de señoritos (por ejemplo, así ve “Clarín” a “Pipá”). Pero humaniza al Raposín cuando le hace volver Cenciella, caminando por la vía de Langreo y canturreando “un aire del país, melancólico y dolorido”. Así vemos al pobre Raposín, canturreando entre dientes y teniendo desde la estación la villa a sus pies. Una estación situada en un lugar elevado en tanto que la iglesia está en la parte baja de la población: algo muy curioso.

El Sabadiego. Revista Anual de los Caballeros de la Orden del Sabadiego · número 8, abril 2013