Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Ratzinger, un intelectual europeo

Luces y sombras de la renuncia de Benedicto XVI

Con motivo de la renuncia de Benedicto XVI, que próximamente volverá a ser Joseph Ratzinger, sólo he leído una referencia a su figura como pensador, la de Fernández Conde. Por otra parte, debo apuntar que la reciente abdicación de la reina de Holanda y la presente renuncia del Papa no contribuyen al prestigio de las instituciones que encarnan, ya que los cargos de Papa y rey son vitalicios y nada tienen que ver con el sindicalismo y la jubilación. El Papa Wojtyla dio una hermosa lección de energía, permaneciendo en su puesto hasta su extenuación. Por otra parte, ¿cómo justifica un teólogo de la categoría de Ratzinger que un nombramiento en el que interviene el Espíritu Santo pueda ser modificado por un simple mortal aunque sea el Vicario de Cristo sobre la Tierra? En el aspecto político es otro mal ejemplo, ya que si un Papa renuncia, ¿por qué no se va a institucionalizar que el rey abdique obligatoriamente a los 75 años y que luego se vaya a pescar como los policías jubilados de las películas americanas? Y con un rey sometido a abdicación obligatoria, como si fuera un funcionario, ¿por qué no tener ya de una vez una República presidida por Felipe González?

Algo saldremos ganando, no obstante, si la renuncia de Benedicto XVI devuelve la pluma a Joseph Ratzinger: aunque no por ser Papa dejó de escribir y concluyó su «Jesús de Nazaret» durante unas vacaciones en Castel Gandolfo, ahora dispondrá de más tiempo libre. El tiempo libre es vital para un escritor. Ratzinger revela con sus escritos a algo más que un teólogo de sólida formación filosófica. Es, en el aspecto formal, por así decirlo, un buen escritor, autor de páginas de gran plasticidad literaria y de elevada entonación ensayística. Por ejemplo, el capítulo dedicado a «Las grandes imágenes del Evangelio de Juan», de la primera parte de «Jesús de Nazaret», donde expone y explica las funciones simbólicas del agua, de la vida y del vino, del pan y del pastor. Para escribir el capítulo sobre la transfiguración hay que tener sentido poético, además de profundo conocimiento teológico. Y no sé nada de teología, pero distingo bastante bien a un buen ensayista.

Ratzinger se inscribe en la más pura y fecunda tradición cultural europea. Esta tradición exige antes que otras cosas expresarse libremente. En su ensayo «El cristianismo en la crisis de Europa» afirma: «Prescindir de las raíces cristianas no es la expresión de una tolerancia exquisita que respeta todas las culturas de la misma manera, sino elevar a la categoría de absoluto unas ideas y unas vivencias que se contraponen radicalmente a las demás culturas históricas de la humanidad». Estos planteamientos elementales es preciso recordarlos en una época en la que Europa, acometida por ideologías conformistas, nihilistas y disolventes, acepta con la mayor tranquilidad negarse a sí misma. Afirmar el cristianismo como motor y fundamento de Europa no es cuestión religiosa, sino de supervivencia.

La Nueva España · 13 febrero 2013