Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El pensador

Felipe González ha sustituido a Alfonso Guerra en el papel de motor intelectual del PSOE

Mi dilecto Antonio Masip informa en uno de sus artículos (los leo todos) de que F. González es «pensador» y preside una «junta de sabios» como quien preside una junta de vecinos (¡sabios serán ellos para prestarse a patrañas como ésta!). Hasta ahora en el PSOE no había más que una «pensadora», o la Pensadora, como la llaman en los pasillos de Ferraz, la ilustre doña Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós, princesa de Asturias «in partibus». A este paso, el PSOE va a parecer la Academia platónica. Aunque caigo en la cuenta de que el Pensador, compadre de Slim y súbdito del «hermano menor» de nuestro Borbón, está por encima de menudencias partidistas. En otro tiempo pasado, aunque no remoto, el «intelectual» del socialismo renovado era Alfonso Guerra, y el entonces inédito «pensador» era el posibilista, y ambos demagogos de mucha categoría. Con el paso de los años Guerra ha descendido a ser el chistoso, como si no tuvieran de sobra con Chiquilicuatre, y F. González se ha convertido en el «pensador», lo que es de más talla que el «intelectual» (más ahora, que los intelectuales «comprometidos» se convirtieron en intelectuales «orgánicos» o «cortesanos»). Se evidencia que «votos dan lo que Salamanca no otorga».

Y como lo habitual del pensador es que piense, ahí tenemos el último fruto de las hondas y elaboradas lucubraciones de la más reciente de nuestras figuras filosóficas. Hay que legalizar la droga. Hasta ahora, en las reaccionarias sociedades de Occidente, la distribución de la droga es un delito. Con mentalidad algo simplista el pensador entiende que cuando se legaliza el delito deja de ser delito. Va en apreciaciones. Si matar es un crimen y el crimen delito, el aborto es delito, por mucho que lo legalicen.

Ignoro por qué le ha dado al «pensador» por proponer la legalización de la droga, precisamente ahora que arrecia la campaña en favor de la prohibición y demonización del tabaco y del alcohol desde las trincheras «progres», y no hace dos años o dentro de tres meses. Dado que es «pensador» habrá meditado en profundidad su salida, y como político, el momento oportuno para darla a conocer. Sobre éste, hay dos posibilidades y puede que no haya otras: 1) la «progresía» considera a la droga como un vehículo de modernidad suma, desinhibidor y antisistema, y no puede renunciar a él sin traicionarse a sí mismo. Incluso los gobernantes «progres» de ayer, como Jimmy Carter y el propio González y su señora de entonces, reconocían haber fumado algún canutillo que otro. Se prohíbe el tabaco, «porque no es de izquierdas», según Z., otro «pensador» de esa cuerda, y se legaliza la droga, la vieja «seña de identidad». Con el tabaco prohibido y la droga legalizada, imaginen qué negocio para los vendedores de droga. A mí nunca se me ocurrió que el tabaco fuera más dañino que la droga, pero de este modo van las cosas en este libertinaje de prohibiciones. Y la segunda posibilidad, más próxima, tal vez, es dar asunto de conversación a la «ciudadanía» en medio de la crisis y ante la huelga general.

Es irrenunciable cerrar con una cita de Gómez Dávila: «El charlatanismo de grandes cautivó al siglo XIX; al XX lo cautivan charlatanes pequeños». Y a los del siglo XXI los llaman «pensadores». Vamos de mal en peor.

La Nueva España · 23 de septiembre de 2010