Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Proceso de paz

La crisis como un problema más, y no el mayor, en una situación de bancarrota moral nacional.

La legalización de Sortu no es por previsible menos problemática, no sólo en el sentido que se entiende normalmente como "problema". Es claro que el moderantismo claudicante no se aparta de la "hoja de ruta" del socialismo radical, dictado por quién sabe (o se sabe demasiado qué intereses exteriores). Es incomprensible que un partido que ganó por mayoría holgada mantenga ese caballo de Troya que es el Tribunal Constitucional. Mas para el PP sólo existe la economía que, por lo demás, tampoco es capaz de enderezar. No se da cuenta, o no quiere darse, de que la "crisis" es un problema más, y no el mayor, en una situación de bancarrota moral, política, nacional e institucional.

Lo de la "paz a cualquier precio" era consigna de la "progresía", que comparte la derecha vergonzante, para no ser menos, y en cierta medida oscila entre el imbecilismo y la claudicación. Pues si los separatistas tienen muy claro en qué consiste el "proceso de paz", aquellos a quienes la eufemística propaganda oficial denomina "los demócratas" parecen conformarse con que los terroristas "dejen de matar". Se intuye que siendo matar la principal ocupación de los terroristas, si dejan de matar ya no serán terroristas, sino ciudadanos que luchan "por sus ideales", aunque éstos sean anticonstitucionales y contrarios al interés de la nación (en realidad, son contrarios a la propia existencia de la nación).

Gustavo Bueno, en su cada día más imprescindible "España frente a Europa", plantea con todo rigor la cuestión. Es una ficción insistir en la "política de paz" como único medio de acabar con la "violencia" (señalando, de paso, que llamar "violentos" a los asesinos es un eufemismo), pues la "política de paz", aspiración común a los separatistas y al gobierno, para aquellos significa la separación, la secesión, la independencia, objetivos muy precisos, en tanto que para los que no comparten el secesionismo es una aspiración más diluida que abarca desde el difuso franciscanismo socialdemócrata de "to er mundo e güeno" al pacifismo retórico y sentimental, sin menospreciar a los que todavía creen en el mantenimiento de la unidad de España de acuerdo con el artículo 1º de su Constitución. Unidad que se cuestiona desde la integración en un conglomerado denominado "Unidad Europea" hasta el separatismo latente del sistema autonómico: dos tinglados mastodónticos tan onerosos al erario público como inútiles.

Pues en Europa hay de todo menos unidad, y en España se contribuye a esa unidad renunciando a la propia unidad española. Hasta ahora, y en medio de la convulsión causada por las vías de aguas abiertas por una crisis feroz, a nadie se le ha ocurrido pedir abiertamente el cierre de las autonomías como Costa pedía cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid. Y, de paso, que "Europa" deje de ser una ficción política: si pretende ser un mercado, sobran los parlamentos y el intervencionismo burocrático.

Bueno publicó su libro en 1999. Todo lo que en él se expone y analiza lo contemplamos hoy. Será uno de los libros clave del siglo XXI.

La Nueva España · 28 de junio de 2012