Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Si se apaga la luz

La avería eléctrica del HUCA desvela que el hombre de hoy está más desprotegido que el de las cavernas

El apagón de luz en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) ha sumido en el caos a uno de los pilares de la sociedad actual, que es la adecuada asistencia sanitaria. De lo que se deduce que a la inseguridad en que ha sumido a nuestro mundo la tan nombrada crisis económica debe sumarse que la tecnología, que ha sido considerada como motor y fundamento de la modernidad, no siempre es fiable. Lo sentimos muchísimo, pero así es. Un simple apagón de luz basta para descontrolar nuestro mundo, en el que nos sentíamos tan fuertes y seguros. Pero se trata de una seguridad ficticia.

Los grandes anhelos del hombre moderno son el dinero, la salud y la seguridad. El dinero, ya ven ustedes cómo anda. La seguridad cada vez es más precaria: ni siquiera el dinero es garantía suficiente para imaginar que se tiene. En cuanto a la salud, un simple apagón de luz es capaz de anular todo el sistema sanitario. !Un simple apagón de luz que hace no muchos años se resolvía por el sencillo expediente de encender una vela! Mas ahora, que en todas las casas hay ordenadores (menos en la mía), no hay velas. Yo recuerdo la previsión de un cura de pueblo que guardaba los cabos de vela sobrantes de las ceremonias religiosas. "Por si se va la luz ...", solía decir. En la sacristía almacenaba cabos de vela suficientes para alumbrar en caso de necesidad a todo el pueblo. Y tenemos el ejemplo, siempre digno de ser recordado, de Marina, cuyos cadetes aprender a navegar de acuerdo con las técnicas más avanzadas, pero sin olvidar las velas. Si fallan las máquinas, queda el recurso de las velas, de las otras velas, de las de lona, y por si se descompone el radar es conveniente saber mirar hacia el cielo, porque los vientos y las estrellas nunca fallan. En consecuencia, a nuestra civilización acabarán salvándola las velas: las de cera y las de los barcos, las que ayudaron a iluminar la noche y las que impulsaron el comercio y los descubrimientos geográficos.

Vivimos tan arropados por la técnica que estamos mucho más desprotegidos que los hombres de las cavernas. A estos les bastaban sus técnicas, que ahora consideramos rudimentarias desde nuestra soberbia tecnológica, para abarcar y dominar el mundo; en cambio, a nosotros las técnicas más sofisticadas nos resultan insuficientes.

Pensamos que el mundo cambia, pero lo que cambian son nuestros enseres, cada vez más complicados y que cada vez nos transmiten más falsa confianza. Porque, como decía Novalis, a pesar de los avances de la ciencia, la naturaleza continúa tan poderosa y misteriosa como el primer día de la Creación. Nos hemos creado una ficción electrónica (antes las hubo de otros tipos, todas muy variadas) gracias a la que ya algunos prevén la consumación de la Historia: hasta que se va la luz.

La Nueva España · 6 de septiembre de 2012