Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

John Banville y Newton

Un premio "Príncipe de Asturias" cuya obra llegó a España de mano asturiana

John Banville llegó a los lectores españoles de la mano del asturiano de Cangas del de Narcea José Manuel Álvarez Flórez, que tradujo "Mefisto" y "La carta de Newton" a comienzos de la década de los noventa del pasado siglo. En el elogio editorial, imprescindible cuando se trata de un escritor desconocido, pero muy escueto, lo que tal vez indicara que la editorial no poseía muchos datos sobre él, se afirmaba que Banville, nacido en Wesford (Irlanda) en 1945, "es quizás el novelista irlandés más famoso de su generación". En España nunca llegó a ser un escritor demasiado conocido, por lo que se suma a la norma de los premios "Príncipe de Asturias" de galardonar a escritores sorprendentes porque son pasto de "selectas minorías", y políticamente muy correctos, condición que no sé si cumplirá Banville. En cambio, parece ser que como "Benjamin Black" posee cierta popularidad entre los aficionados, al género, pero yo hace años que dejé de leer novelas policiacas (salvo a Simenon, que no tiene nada que ver con Raymond Chandler).

Hacia 1991, año en que se publica "La carta de Newton" en español, se afirmaba a bombo y platillo la muerte de la literatura de ambiente rural y el predominio, ya para siempre, de la de ámbito urbano, a ser posible con la especificación de muchas marcas comerciales (de coches, de prendas de vestir, de medicamentos, etcétera). Naturalmente, hacer augurios en materia literaria es tan absurdo y disparatado como hacerlos en cuestiones políticas, económicas, etcétera. No sabemos qué va a pasar dentro de tres días, así que mucho menos podremos asegurar qué y cómo se escribirá dentro de medio siglo. Lo que es seguro es que se seguirán escribiendo historias, por mucho que los entusiastas de la electrónica prevean lo contrario. A mediados del siglo pasado se había decretado ya la muerte de la novela y se siguen escribiendo novelas, mejores o peores, pero novelas. Los augurios categóricos no expresan ninguna realidad, sino deseos desenfrenados y tal vez incontrolables En pleno auge de la novela "urbana", Banville escribió un relato "rural" como "La carta de Newton", y ahora recibe el premio "Príncipe de Asturias", que es la muestra más desaforada de la "modernidad" en materia literaria, aunque no me imagino a Blecua leyendo a Banville. Pero una cosa es el relumbrón y otra, la modernidad propiamente dicha. No obstante, en los artículos dedicados a Banville, nadie se acuerda de esta novela corta. Recordémosla, siquiera porque fue su presentación en España.

"La carta de Newton" cuenta más o menos la historia de "Perros de paja", la película de Sam Peckinpah, aunque éste la resuelve a la brava y Banville escribe un "cuento gótico", en el que en un apacible retiro de la campiña irlandesa (a la que se retira un individuo de ciudad para terminar un libro sobre Newton) se observan mínimos detalles inquietantes. El biógrafo de Newton empieza descubriendo los ruidos del campo, cuando lo que aprecia quien vive en el campo es el silencio. Ya instalado, dedica su atención a sus caseros, familia venida a menos, que vive en la casa de al lado. El ambiente se hace opresivo, y si se catan de un relato de la señora Oliphant se esperaría la aparición del fantasma. Pero en el tiempo desacralizado, el lugar del fantasma lo ocupa la enfermedad. La terrible enfermedad descrita por Tolstoi en "La muerte de Ivan Ilich". En otra visión sombría del campo, por lo que en su día Banville me recordó a John Berger, pero éste es más vigoroso. Y, sin duda, lo mejor del libro es la cita de Newton que lo abre.

La Nueva España · 7 junio 2014