Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Cervantes y Gogol

Dos grandes escritores que retratan dos pueblos, el español y el ruso

No es justo reprocharle a Cervantes el mundo que describe en el Quijote (tampoco está mal el patio de Monipodio de "Rinconete y Cortadillo"). A la vista de lo que hay ahora, no creo que lo que había en el siglo XVII fuera distinto. Lo que pasa es que en el siglo XXI no existe ningún escritor que tenga la agudeza de Cervantes para captar su entorno de la manera que lo hizo Cervantes. Y no le echemos a Cervantes todas las culpas. ¿Qué otra cosa que estafadores, vividores y maleantes refleja la novela picaresca? No olvidemos que "El lazarillo de Tormes" es anterior al Quijote, y añadamos que se trata de una picaresca atenuada. En las novelas picarescas encontramos a todas las especies zoológicas que se mueven hoy por las calles, el parlamento, los consejos de administración y las cloacas de los partidos políticos, sin olvidar, claro es, a Estebanillo González, uno de nuestros más preclaros europeístas.

En la sociedad hay de todo: bueno, malo y peor, y más bien hay malo que bueno, porque el ser humano es así y todos los intentos de volverle una criatura solo acertaron a convertirle en un esclavo de regímenes de extremado dogmatismo y crueldad; por lo que es preferible, con mucho, el patio de Monipodio al gulag. No se trata de hacer la apología de una sociedad inmaculada, sino de presentarla más o menos tal como es: porque en el Quijote no todo es negativo, ya que nadie es enteramente bueno y pocos son completamente malos. La España de Cervantes era lo que fue: un gran pueblo que comenzaba un irremediable período de decadencia del que no ha salido. Pero la Inglaterra de Charles Dickens, habitada por tipos como Uriah Heep o Wackford Squeers, no era mejor, aunque se trataba de un país en un período ascendente y cuyos ciudadanos disfrutaban de garantías que, salvo en los Estados Unidos, no había en otro lugar de la tierra.

Los reproches que se le hacen a Cervantes son parecidos a los que Gogol se hacía a sí mismo. Tengamos en cuenta que Cervantes, por la época en que vivió, estaba libre de la tentación nacionalista, que fue la perdición de Gogol. Pues Gogol era un conservador ruso que tenía el convencimiento de que Rusia estaba llamada a desempeñar un papel central en la historia de la humanidad ("y le cede el paso otros pueblos y otros estados": así termina "Las almas muertas"). Como escritor, estaba decidido a dar una visión idealista y elevada de la Santa Rusia: pero no le salía, y su mundo novelesco está lleno de golfos, crápulas, aprovechados, arribistas, glotones, vagos y otras gentes de mal vivir: una sociedad mucho más desenfrenada que la del Quijote. Pero aquello era Rusia, y Gogol, al no poder controlarse ante la realidad, destruyó la segunda parte de "Las almas muertas". Un gran escritor, y Gogol y Cervantes lo eran, aunque se proponga verlo todo blanco, si es negro lo escribe negro.

Por otra parte, la visión negativa de Cervantes no es nada al lado de la virulencia de "El ruedo ibérico" de Valle-Inclán. Si leemos esas novelas, nos parece que estamos viendo la España de hoy. Lo lamentable es que hoy no hay un Valle-Inclán, pero hubo un Berlanga, sin duda el mejor cronista de la transición. Y es que la especie mejora. Cervantes no hubiera imaginado un Barcenas, un Rato, un gobernante andaluz del "partido único".

La Nueva España ·26 marzo 2015