Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La corbata

La influencia de las prendas de vestir sobre la política y las costumbres

Las pasadas elecciones generales han confirmado que la corbata y las morenas están en retroceso. Como en los mítines, coloquios y debates no se habló de otra cosa que de la corrupción del PP (de lo que se deduce que los de los ERE de Andalucía, la Roldana, Villa, el agente Iglesias y demás son compañeros de partido subrepticiamente de Bárcenas, Rato y otros), muy poco y mal de economía y casi nada de política, la política de los candidatos hubimos de deducirla por el atuendo: con corbata, de derechas; sin corbata y con chaqueta, de izquierdas; de manga corta, de extrema izquierda. No crean ustedes que las prendas de vestir no influyen sobre la política y las costumbres: las medias sin costura fueron una revolución de tipo moral mayor que la generalización del "biquini". En otro tiempo, incluso no muy lejano, la mayoría de las españolas eran morenas, y así las vieron Merimée, Gautier y Julio Romero de Torres. Empezaron a teñirse de rubias cuando alguien descubrió que el mundo anglosajón se ponía de moda y que no había mayor demostración de éxito social que ir un fin de semana de compras a Nueva York; ni media docena de coches en el garaje, ni tres viviendas, ni el yate, lo mejoraban. Entonces se impuso el uniforme de la señora del PP: rubias de peluquería, traje de chaqueta y tacones discretos. Mas un buen día, de la misma manera que Baudelaire descubrió de repente que todos los parisinos tenían el pelo verde, las compañeras socialistas se pusieron también rubias y así no había manera de distinguir el centro derecha del centro izquierda.

En cuanto a la corbata, la expectación que causó la primera entrevista de Felipe González con el Rey mantuvo en vilo a toda la nación, no por los asuntos que tratarían sino por si el secretario general del PSOE cambiaba la pana proletaria por la burguesa corbata: al final se llegó a una solución equidistante, un delicado jersey de cuello de cisne que no le daba aspecto de proletario ni de burgués, sino de "playboy" en ciernes. Lo de ir de chaqueta y sin corbata no es nuevo. Ir así y con barba de tres días es el colmo de la elegancia posmoderna. Yo creo que Pedro Sánchez hace bien no usando corbata, porque le daría demasiado aspecto de jefe de planta de unos grandes almacenes. ¡Pero los del PP! Con el PP está pasando lo mismo que con las rubias socialistas: que ya no hay manera de distinguirlos de los desorbitados ideológicos. Sin embargo, sus "líderes" van a la TV como si fueran de "picnic", aunque no por dejar la corbata en el cobradero dejan de representar a un partido burgués. Yo no sé si usar o no corbata representa algo, pero lo cierto es que no imaginamos a un registrador de la propiedad o a un abogado del Estado sin ella. Ahora bien: los tiempos cambian y con ellos las modas. En las Cortes de la segunda república, todo el mundo llevaba corbata salvo el socialista Bruno Alonso; en las del siglo XXI no la lleva casi nadie. En pleno diciembre, Rajoy salió a pasear a cuerpo gentil y sin corbata, como mandan los cánones, y volvió a casa sin gafas tal vez con catarro.

La Nueva España · 20 enero 2016