Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Elie Wiesel:
todos los caminos de la Tierra

Adiós a uno de los grandes mantenedores del recuerdo del Holocausto

Ha muerto Elie Wiesel, uno de los grandes mantenedores del recuerdo del Holocausto, autor de obras que, a su modo, son la continuación de los viejos textos hebreos, en los que la palabra "recuerdo" se repite de manera insistente. La literatura hebrea ha sido escrita como recuerdo para recordar la gloria de un pueblo y su tragedia, la mayor tragedia conocida por un pueblo milenario y superviviente. Ya desde "La noche", el recuerdo se instala en la obra de Wiesel como una necesidad: es imprescindible contar para que el horror, el terror y la gloria no caigan en el olvido, algo que los hebreos evitaron a lo largo de su historia milenaria y que les permitió sobrevivir y flotar sobre las turbulencias de una historia que, desde los últimos dos mil años, no les fue favorable.

De ser un pueblo errante y muchas veces perseguido, a finales de la primera mitad del siglo XX los periodos de iniquidad y tolerancia se convirtieron no solo en persecución, a la que estaban acostumbrados, sino en exterminio, llevado a cabo con rigor científico por una ideología diabólica y unos dirigentes satánicos que consideraban que matar judíos era algo tan aséptico como las duchas que obligaban a tomar a sus víctimas antes de empujarlos a las cámaras de gas. El gas caía del techo como el agua cae de los cielos, y esto obligó a los judíos sobrevivientes a mirar con igual suspicacia el cielo y los techos.

Como causalidad, Wiesel fallece unos meses después que Irme Kertész, muerto el pasado mes de abril y otro de los paladines del "recuerdo del Holocausto", y, como Wiesel, también galardonado con el premio Nobel, bien que Wiesel lo fuera de la paz y el novelista húngaro con el de literatura. No obstante, Wiesel fue también un gran escritor, aunque su derivación hacia el periodismo haya influido en que se le concediera el premio de la paz y no el de literatura, como a Kertész, pese a que la obra de Wiesel fuera más compacta, y variada: porque Wiesel no se limita a la denuncia por medio del recuerdo, sino que ofrece una visión panorámica de la Europa de su tiempo, que le convierte en uno de los grandes memorialistas de esta época.

Nacido en Sighet, pequeña ciudad de los Cárpatos, a los 30 años se sitúa en París. No era el mejor momento para que un europeo de sus características se dedicara a integrarse en la "Europa culta", cuando su raza, su antigua cultura y la existencia física de los suyos estuvo a punto de desaparecer, borrada del mapa por el odio y el fanatismo. Su vasto libro "Todos los torrentes van a la mar" es no solamente el testimonio del judío en tiempo de tribulación sino de una Europa que peligrosamente se va a acercando al precipicio, y su posteriormente reconstrucción espiritual. De esta fue Wiesel testigo de primera mano, manteniendo relaciones con las personalidades de su época, desde Golda Meir al escritor católico francés François Mauriac y asistiendo al épico nacimiento del Estado de Israel. Su extenso libro de memorias comienza: "Ayer noche vi a mi padre en sueños", y este párrafo inicial termina con "Ha venido a buscarme". Pero tardó más de medio siglo en llevárselo.

La Nueva España · 20 julio 2016