Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

La lucha por la energía

«Asturias, fuente de energía», de Rafael Anes, es un libro de contenido ameno y atractiva presentación, con numerosos grabados de época y variado material fotográfico, patrocinado por Hunosa con motivo de su treinta aniversario (1997). El asunto central de esta obra, claramente señalado en su título, ha sido abordado en épocas recientes por diversos estudiosos, Luis Adaro, Ignacio Herrero Garralda, José Luis García Delgado, Juan Vázquez, Germán Ojeda, Gabriel Santullano, Moisés Llordén, el propio Anes, etcétera. Anes ofrece ahora una visión general de un fenómeno que supone, ni más ni menos, el inicio del industrialismo hullero y siderúrgico en Asturias. Tres momentos estelares, y no más, recoge la historia de Asturias, y los tres expansivos. El primero, naturalmente, es la monarquía asturiana, que restaura el orden visigótico abolido por la invasión musulmana y, trasladándose más allá de las montañas, inicia el gran movimiento de la Reconquista, que, como afirma Gustavo Bueno, es la raíz y espina dorsal de España. Algún día, en algún valle asturiano o santanderino, según escribió Víctor de la Serna, alguien echó a andar, puso en marcha a España, y todavía no se ha detenido. El segundo momento estelar es la Ilustración, que abarca todo el siglo XVIII, desde Marcenado y Campillo hasta Ceán Bermúdez, en su doble vertiente político-administrativa (a Asturias vino a buscar Carlos III sus ministros, según la famosa página de Salvador de Madariaga) y económica, de carácter reformista y como impulso de riqueza. El industrialismo del siglo XIX, sobre todo en sus primeras fases, es producto directo de la Ilustración.

La historia de los hombres que forjaron el industrialismo asturiano es sugestiva e impresionante. Es una empresa decididamente europeísta, y europeísta en profundidad y digna de ser tenido en cuenta, ahora que tanto se está hablando de Europa a tontas y a locas. Personajes como Elorza se habían formado en Europa, y de Inglaterra, Holanda o Bélgica trajeron la mano de obra especializada, hasta que las propias fábricas pudieron generar a sus propios especialistas. El viajero inglés Samuel Edward Widdrington, que había conocido al coronel Elorza como inspector de minas de El Pedroso durante su primer viaje a España, conversa con Schultz en Oviedo, durante su segundo viaje, en 1843, y afirma que las minas de carbón próximas a Oviedo «un día ejercerán gran influencia en la historia industrial de Europa». Fijémonos en un solo hecho como indicio de la conexión entre ilustrados y siderúrgicos: las repoblaciones forestales. El árbol figura entre las preocupaciones de los ilustrados. Camnillo necesitaba los bosques para llevar a la práctica sus proyectos de la renovación de la marina. Mediado el siglo XVIII, Edward Clarke lamenta las devastaciones arbóreas en Asturias, y veinte años más tarde, Jovellanos y Ponz continuarán lamentando lo mismo. El obispo Pisador promueve el uso de carbón de piedra para preservar las especies arbóreas. Finalmente, el inicio de la siderurgia aconseja las repoblaciones forestales, como complemento de la energía generada por el carbón.

El industrialismo asturiano se sustenta sobre dos polos, asimismo complementarios: la minería del carbón y la industria siderúrgica. Particular interés presenta el capítulo de este libro dedicado al carbón asturiano en los comienzos del desarrollo de la industria siderúrgica. Desde las primeras explotaciones mineras y las primeras factorías hasta la creación de Hunosa, el industrialismo asturiano no sólo conoció intensas evoluciones económicas y técnicas, sino también ideológicas: a lo largo de un siglo se pasa del librecambismo inicial al intervencionismo del Estado. A mitad del siglo XVIII, Gaspar Casal observó que en Asturias «hay montes en cuyo interior no hay más que carbón de piedra». Ese carbón, que según la apreciación del observador médico podría «ser suficiente para alimentar todas las fábricas de hierro de Europa», cambiaría, andando el tiempo, la fisonomía de Asturias, su economía y su forma de ser. La sociedad patriarcal y pastoril desaparece absorbida por la sociedad industrial. La empresa fue imponente, aunque tampoco le faltaba razón a Palacio Valdés cuando afirma que aquello no era el progreso, sino la barbarie. Pero nadie puede negar la importancia decisiva del carbón y la siderurgia sobre la Asturias actual. Anes nos relata esta historia grande.

La Nueva España · 19 diciembre 1999