Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Remis Ovalle y Xuaco Amieva

Hace unos días, di el pregón de las fiestas de San Antonio, en Cangas de Onís, en el teatro Colón, del que tan orgullosos están, y con toda razón, los cangueses. También lo están de su Coro «Peñasanta», que es magnífico, aunque su director advirtió que se habían producido bajas para la actuación de aquel día a causa de la ronquera. A pesar de ello, todo salió muy bien. Cantaron varias canciones asturianas y una canción zulú, y remataron el acto con la interpretación de «Asturias, Patria Querida», con el público puesto en pie y coreando.

También intervinieron el gaitero Xuaco Amieva y su grupo. Su actuación fue de calidad, aunque me reafirma en mi creencia de que la gaita no es para interpretarla en locales cerrados, ni la sidra para servirla en un comedor.

Este acto me recordó un lejano pregón que di en la iglesia de La Foz de Morcín, porque llovía, con intervenciones, a mi lado, ni más ni menos que de El Presi y de Clara Ferrer y Donorino García, que interpretaron unas escenas de «Los amores de Ximielga». Me gustó Xuaco Amieva y su gente, que interpretaron temas asturianos e irlandeses: entre irlandeses y zulús, cosmopolitismo puro. El grupo, con su batería y su violín, más parecía irlandés o internacional que asturiano. Uno de los intérpretes recordaba a un «Che» Guevara celta, pero tocaba muy bien la guitarra. Y la chica que tocaba el violín tenía una sonrisa luminosa y unos ojos muy bonitos. Cuando entraba el violín y Paula (creo haber entendido que así se llama) sonreía, la sala se llenaba de magia. Xuaco Amieva es un buen músico con un buen grupo.

Pero las insistentes referencias irlandesas le dan un cierto aire de «aberchalismo». No me asusta tanto irlandesismo militante como hay ahora, sobre todo entre músicos. Hace veinte años publiqué un ensayo comparando el Pilares, es decir, Oviedo, de Ramón Pérez de Ayala, con el Dublín de James Joyce, aunque bien es cierto que ni uno ni otro eran «nacionaliegos». Xuaco Amieva ha desarrollado un arte refinado de altura. Para dar descanso a los compañeros, tocó como solitas, con ocarina, una melodía que dijo que procedía de las danzas de la Magdalena, de Llanes. Más bien es una canción cuya letra dice: «Guapina calle Mayor, / eres estrechina y larga, / cuando voy por la salida / no me acuerdo de la entrada», y que cantaba de manera magistral Tono el Pitu, un gran intérprete de la tonada, hoy olvidado.

Sin embargo, el arte depurado y refinado de Xuaco Amieva no siempre se acomoda al tema en el que se basa. Por ejemplo, la melodía de «Bajaron cuatro alleranos» es de una gran suavidad y belleza, pero cuando entra la letra : «Bajaron cuatro alleranos, / todos juntos de madreñas, / y en Santullano pidieron / fabes, tocín y morcielles», resulta un poco extraña con el ambiente musical que se ha creado. Cuando menos, desentona la poesía de la música con la prosa del verso.

Terminado el acto, Alfredo García, el alcalde de Cangas, me habla del homenaje que se le prepara a Remis Ovalle, gaitero mayor de España. De Remis Ovalle a Xuaco Amieva, la gaita asturiana ha recorrido un trecho muy largo. No creo que ambos gaiteros se parezcan demasiado, y tengo para mí que la asturianada de Remis es más auténtica que el «folk» de Xuaco. Aunque Juan Uría echa en falta la mención de la gaita en la crónica de Laurent Vital, lo cierto es que muchos pueblos pastoriles conocen ese instrumento en todo el mundo.

La gaita asturiana ganó personalidad propia gracias a Ramón García Tuero, el gaitero de Libardón; a Manolo Rivas, a Luis de Arnizo, a Ignacio Noriega ... Gracias a ellos fueron posibles músicos totales como Hevia y Xuaco Amieva.

José Remis Ovalle, gaitero de raza, hijo del gaitero de Margolles, y «figura gigante de nuestra gaita», como le denominan Ángel Martínez y Oscar Luis Tuñón, continúa vivo y vigente en las gaitas de los jóvenes y en el recuerdo de todos. Volveremos a escribir sobre el gran Remis, el gaitero de Tornín.

La Nueva España · 27 junio 2001