Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

«Troilo y Cressida»
y Luis Cernuda

La obra como traductor de Luis Cernuda es, sin duda, importante, aunque no tuvo la debida repercusión en el país a cuya lengua vertía. Tradujo del francés (a Eluard), del alemán (a Hölderlin) y del inglés («Troilo y Cressida», de William Shakespeare, aparte otros poemas más breves, de Donne, de Browning, de Yesta, etcétera). Estas traducciones son muy conformes con los criterios literarios del poeta, que fue surrealista en su juventud y luego derivó, de manera segura y coherente, hacia un clasicismo que incluía, entre sus fundamentadores, en España, a Garcilaso de la Vega, a Aldana, a Andrés Fernández de Andrada y puede que también al menos conocido y menos citado Juan de Arguijo; en la lengua alemana a Goethe y Hölderlin, y en la inglesa a los llamados «poetas metafísicos» (Donne, Marvell, Henry Vaughan, George Herbert, etcétera; el propio Cernuda utilizó el mismo criterio que Samuel Johnson o T. S. Eliot para denominar «metafísicos» a tres poetas españoles clásicos: Jorge Manrique, Francisco de Aldana y el capitán Andrés Fernández de Andrada, el autor de la «Epístola Moral» ), y a algunos románticos (Wordsworth, Coleridge y Keate; en el apartado de los románticos no podemos olvidar al gran romántico español, Bécquer), y, desde luego, a William Shakespeare, el poeta por antonomasia de la tradición literaria anglosajona, que Cernuda había aceptado voluntaria y fervorosamente. De todos modos, Hölderlin acaso haya sido para él el descubrimiento más esplendoroso. Poco apreciado en la propia Alemania, o apreciado equivocadamente como «romántico menor», Hölderlin comienza a proyectar su sombra gigantesca sobre la poesía europea en la segunda década del siglo XX, azotada por la Gran Guerra. En consecuencia, Cernuda, al acercarse como lector a Hölderlin, lo hacía a un descubrimiento literario reciente.

La lectura de Hölderlin, que se produce cuando Cernuda da un giro radical a su poesía, con las «Invocaciones a las gracias del mundo», tuvo como incitador al suizo Hans Gebser (cuya función recuerda a la del también suizo Paul Schmitz, dando a conocer a Nietzsche, a Azorín y a Baroja, a finales del siglo XIX). En colaboración con Geber, Cernuda realiza versiones de dieciocho poemas de Hölderlin al español, que fueron publicados en la revista «Cruz y Raya», en 1935. Posteriormente, su traducción de Hölderlin se publica en México, con el título de «Poemas» (Editorial Séneca, 1942). Y en 1952 aparece su traducción de «Troilo y Cressida» (Colección Ínsula, Madrid, 1953).

¿Por qué elige Cernuda para traducir, de todas las obras de William Shakespeare, precisamente «Troilo y Cressida»? Desde luego, no es de las obras más conocidas de Shakespeare, y tampoco es obra que haya dado lugar a juicios unánimes; incluso hay críticos que no se han puesto de acuerdo sobre si es comedia o es tragedia (Wilson Knight, en cualquier caso, no lo duda: la estudia en «La rueda de fuego», su excelente libro sobre las tragedias shakespearianas). ¿Pudieron haber atraído a Cernuda las referencias que contiene el argumento de esta obra a «La Iliada» ?

En pleno entusiasmo helénico (por la lectura de Hölderlin, pero también por la de los filósofos y los poetas griegos clásicos), Cernuda solía reprochar a sus compatriotas su desconocimiento de la cultura griega y de la poesía lírica inglesa. Una sola excepción, la de Unamuno, lector de poetas ingleses y catedrático de griego, aunque, como apunta Cernuda maliciosamente, esto último parece haberle aprovechado poco. Pero el ambiente de «Troilo y Cressida» no es griego, sino medieval: incluso se habla de un «paso honroso». «Trátase de una leyenda romántica de la guerra de Troya, ajena a La Iliada y sin contacto apenas con el clasicismo griego», apunta, con tino, Astrana Marín; aunque, ojo, los personajes son los de «La Iliada», incluso tal como los fija Homero (Ulises, astuto; Néstor, viejo; Menelao, cornudo; Agamenón, arrogante y vacío; Helena, coqueta y sin cabeza; Paris, irresponsable... Mas cuando habla Casandra, en uno de los mejores momentos de la obra, es inevitable el estremecimiento). La fuente de «Troilo y Cressida» es la «Crónica troyana», tan difundida por toda Europa durante la Edad Media, que en Inglaterra dio lugar a las obras de Caxton, de Lydgate, y, sobre todo, al «Troilo y Cressida» de Chaucer.

Cernuda, al traducirla, acaso tuvo en cuenta que era obra prácticamente desconocida para el lector español. Apuntaré otra circunstancia de carácter casual: «Troilo y Cressida» se compone a finales de 1602 o primeros días de 1603. Cumple su centenario, pues, al tiempo que Cernuda; y aunque éste no sea motivo para traducir esa obra, no es ocioso señalar la coincidencia.

La Nueva España · 20 de Octubre de 2002