Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Henry Adams

«La educación de Henry Adams», obra escrita por el propio Henry Adams, es, según Heinrich Straumann, «de los pocos intentos hechos por un historiador en el mundo anglosajón para presentar una filosofía de la historia plenamente desarrollada», y, entre otras muchas cosas, todas ellas sugestivas, «la mejor obra de no ficción en lengua inglesa del siglo XIX», según el consejo de la Modere Library. Libro autobiográfico, escrito en tercera persona, a la manera de los «Comentarios» de Julio César, como toda obra de verdadero peso posee sus antecedentes (las autobiografías de los «padres» de la república norteamericana, Benjamin Franklin y Thomas Jefferson, y las memorias de John Quincy Adams, abuelo de Henry Adams, además de las confesiones de San Agustín y de Rousseau, y de otro libro autobiográfico que no se cita tanto, pero cuya influencia sobre el de Adams me parece evidente: la autobiografía de Stuart Mill, que en realidad es el relato de una educación ciudadana e intelectual) y sus consecuencias, entre las que no me parece la menor la «Autobiografía de Alice B. Toldas», de Gertrude Stein. Obra voluminosa y poco conocida en España, se presenta ahora al lector de lengua española en una magnífica edición de Alba Editorial (Barcelona, 2001), dentro de su serie Clásica Maior, con el texto muy bien traducido por Javier Alcoriza y Antonio Lastra, complementado con una introducción, una bibliografía de y sobre Henry Adams, su cronología, un índice analítico y censo de personajes, conveniente por la gran cantidad de personajes históricos que en esta obra aparecen. Es decir: esta edición de «La educación de Henry Adams» va avalada por todo el aparato imprescindible para la edición de un libro clásico. Es, por lo demás, un libro de muy conveniente lectura en España, donde se cree que en Norteamérica no hay tradiciones, se considera a la democracia como santería infalible e inamovible y se tiene por el colmo de la «corrección política» atacar al presidente Bush y a su estirpe presidencial. Henry Adams, nacido en Boston en 1838, año de la publicación de «La democracia en América», de Tocqueville, también venía de estirpe de presidentes, bien es verdad que de un peso histórico muy superior al de Bush padre: su bisabuelo, John Adams, fue el segundo presidente de los Estados Unidos, sucesor de George Washington; su abuelo, John Quincy Adams, fue el sexto presidente; su padre, Charles F. Adams, era congresista y diplomático. Su hermano mayor, Charles E. Adams, jr., fue historiador y presidente de la Massachusetts Hístorical Society; su otro hermano, John Quincy Adams II, fue miembro de la Cámara Legislativa de Massachusetts por el partido democrático. Todos los hijos de Charles Adams vivieron largas temporadas en Europa y su hija Louisa Catherine Adams falleció en un accidente en Italia en 1870. No es de extrañar que los Adams, y de manera muy especial Henry, mantuvieran buenas relaciones de amistad con el novelista Henry James, el cual leyó el manuscrito de «La educación de Henry Adams» antes de su publicación. El libro se publica en una edición privada de cuarenta ejemplares, en 1907, siendo distribuido entre amigos de la familia, como Henry James, Theodore Roosevelt o Henry Cabrá Lodge. La segunda edición del libro merece el premio «Pulitzer» de 1919.

Henry Adams (1838-1918) estudió en Harvard y Berlín y actuó como secretario de su padre, tanto en su época de congresista en Washington como en la de diplomático en Londres. Fue posteriormente profesor de historia en Harvard y director de la North American Review. Es autor de una monumental «Historia de los Estados Unidos durante las administraciones de Jefferson y Madison» (1885-1891), y de un libro fascinante, «Mont Saint Michel y Chartres» (1904), en el que establece una nueva teoría de los periódicos históricos, a la vez que expresa su nostalgia de europeo trasplantado en el otro mundo por el medievo. Póstumamente, en 1918, se publica una colección de ensayos, «La degradación del dogma democrático», reunidos por su hermano, Brooks Adams. Henry Adams no es el primero de ese nombre en la historia norteamericana. En el siglo XVII, otro Henry Adams (1583-1646), procedente de Inglaterra, claro es, establece en Boston una destilería de cerveza. Su tatarabuelo John Adams (1735-1826) fue vicepresidente de los Estados Unidos durante los dos mandatos de Washington, el segundo presidente de su país y el primero de su familia. También fue el primer escritor de los Adams, autor de una abundante obra escrita, en la que principalmente plantea el esquema de un sistema de gobierno democrático y sus relaciones con otros estados. Si esto no es tradición, no sé lo que se entenderá por tal en un país como España, que tan poco respeta la suya. En cuanto a la democracia, Henry Adams es crítico con ese sistema que sus antepasados habían ayudado a definir, tanto en la práctica como en la teoría, y señala sus posibles peligros: la irrupción del caos, la fuerza de la inercia y la dispersión de la energía. Ya Tocqueville había indicado en «La democracia en América» el carácter contradictorio de la democracia, cuya aspiración de gobierno es la mayoría absoluta; aunque con tal mayoría la democracia corre el riesgo de degradarse en despotismo, o en vulgar bananerismo.

«La educación de Henry Adams» es la historia presentada en dos planos, la historia personal (story) y la historia nacional (history). La historia colectiva y la historia privada se funden en la autobiografía de este hombre que lleva sobre sí el peso de la historia de su nación. Lector de Burke y de Mattehw Arnold, Henry Adams entiende la historia personal como un proceso de educación; en lo que coincide con Stuart Mill. Si su libro sobre «Mont Saint Michel y Chartres» es «un estudio de la unidad en el siglo XIII», "La educación de Henry Adams" presenta la historia desde la perspectiva de quien por profesión es historiador y vive inmerso en la historia por tradición familiar. Libro personal y sobre un pueblo, teórico y político, comparte Adams la opinión de Emerson, y eso es lo que importa, de que «algún día aprenderemos a sustituir la política por la educación».

La Nueva España · 7 marzo 2003