Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Despedidas & necrológicas

Ignacio Gracia Noriega

La pérdida de un clásico de la cocina

Félix Loya, fallecido esta semana, levantó un emporio gastronómico a dúo con su esposa, María Luisa García, a base de esfuerzo, honradez, trato cordial e innovación culinaria

Qué duda cabe de que el tiempo todo lo altera, incluso en el terreno gastronómico, donde lo permanente se mantiene no por lo que haya tenido de innovador sino por lo que conservó de tradicional. Y con el tiempo también van desapareciendo las grandes figuras. Ahora cae el veterano Félix Loya, que señaló una etapa y conquistó una cumbre desde el restaurante San Félix, que junto con la Cantina de Renfe y La Serrana constituían el trío avilesino de la gran cocina asturiana.

Cuarenta años después, las cosas han cambiado mucho en todos los órdenes, y nada digamos del gastronómico, tan dependiente del económico, hoy de capa caída; pero el recuerdo de aquel esplendor permanece. Tiempos aquellos en los que Félix Loya desplegaba una actividad portentosa y además fumaba puros, cosa de la que hubo de prescindir a causa del asma. En su caso fue la enfermedad y no las disposiciones del gobierno intervencionista lo que le apartó del tabaco.

Félix, macizo y fuerte, de no mucha estatura, con una envergadura desplegada más hacia los lados que hacia arriba, podía haber sido un marinero de Avilés de no haber nacido tierra adentro, en Villafrechós de Campos, provincia de Valladolid, de donde son las mejores garrapiñadas (dato que él siempre precisaba). Y pisó Asturias por primera vez un 14 de septiembre, aniversario del estallido de la gran guerra (dato que precisaba igualmente) de 1954 como «factotum» del restaurante Santarrúa; y en Avilés se queda.

En 1956 se independiza y monta El Barín y en 1967 da un paso de gigante al abrir el San Félix en la antigua avenida de Lugo, ahora de Los Telares: un emporio hostelero con hotel, cafetería, bar, comedor e incluso entradas, una al bar y otra directamente al comedor. Allí, con su mujer, María Luisa García (excelente nombre para una cocinera), en la cocina y él continuando de «factutum», se elevó «San Félix» a los primeros puestos de la cocina regional.

En esa cocina predominaban los pescados sin olvidar las carnes: no puede haber una buena cocina sin una buena carne. Sus grandes logros eran la «caldereta» que él denominaba «sopa avilesina»; la «merluza avilesina» con gambas, almejas, salsa española de pescado muy ligada y un ajo puerro como adorno y para darle un toque de color; y el «solomillo Wellington» que en su casa se llamaba sencillamente «solomillo hojaldrado», hecho en su propio jugo y cubierto con un hojaldre de cuatro vueltas que lo recoge y asimila y guarnición de trufas y setas naturales. ¡Qué maravilla!

En plan cosmopolita era capaz de ofrecer «fresas a la Romanoff» y, en plan local, las manzanas asadas en sidra. La cocina de San Félix creó dinastía, con la descendencia establecida en Salinas y Oviedo. Félix era además un tipo entrañable, un afectuoso amigo, un verdadero innovador que como todos los innovadores auténticos, acabó siendo un clásico.

La Nueva España · 18 agosto 2013