Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Despedidas & necrológicas

Ignacio Gracia Noriega

Un inventor de ideas

Ovetense de raíz y profesión y cosmopolita, tenía una personalidad múltiple, fascinante, maravillosa, pintoresca y peripatética

No es fácil escribir, así, de pronto, sobre la múltiple, fascinante, maravillosa, pintoresca y peripatética personalidad de Juan Benito Argüelles, ovetense de raíz y profesión y cosmopolita de nación, por así decirlo. Pocos cosmopolitas hubo de la talla de JB, a quien era posible encontrar lo mismo a la puerta de un bar de París tomando el fresco que de paseo por la Tenderina. Hombre de muchos saberes, seguramente fue el mejor escritor oral de su época: en lugar de ponerse a escribir, decía lo que se le ocurría de palabra, lo que le convertía, de paso, en un gran escritor social. Y era multifacético: Lo mismo se parecía a José Bódalo, que a Daniel Gelín, que a Rafael Alberti, y, a pesar de ello, siempre era Juan Benito, con una conversación agradabilísima y un sentido del humor realmente brillante. Era tan sintético que a veces se le ocurrían cosas que aprovechaba con los motivos más diversos; por ejemplo, afirmaba que "el tabaco a la persona mucho bien le proporciona", aunque no era mayormente fumador, y a la semana siguiente "Maradona al Barcelona mucho bien le proporciona". Había descubierto una nueva forma gramatical, la del plural singular, como cuando una de sus tías decía: "Cuándo nos llevará el Señor", y en compañía de Paco Manzanares, que actuaba de conductor porque él era "ágrafo del volante", estuvo empeñado durante un par de años por lo menos en componer el mejor libro oral sobre los quesos asturianos. El libro, como es natural, no se escribió, pero Juan acabó sabiendo muchísimo sobre quesos.

Sobre todo era un hombre de ideas. Se le ocurrían ideas formidables. La Alianza Francesa de Oviedo fue idea suya: aquella empresa consistía ni más ni menos que en llevar un escenario cosmopolita a la "levítica ciudad". Después fundó Tribuna Ciudadana, una idea de hombre que creía firmemente en la sociedad civil y que puso todo su empeño en aproximar la cultura de su tiempo a una sociedad más bien adormecida. Con la ayuda imprescindible de Lola Lucio y de Laso, "el mayor erudito de Asturias", según JB, Tribuna funcionó estupendamente hasta que, por retirada de Juan y Loli y muerte de Laso, se convirtió en el auténtico difunto viviente que es en la actualidad. También se le debe la idea de la que surgió el premio "Tigre Juan", que Loli continúa manteniendo contra viento y marea. Además de estas actividades culturales y sociales que le convierten, sin duda, en uno de los grandes ovetenses de la segunda mitad de siglo XX, era republicano en ejercicio, ironista a todas horas (aunque a veces de pocas palabras) y excelente ajedrecista. Una madruga, sobre las cinco, el profesor Melón y yo nos pusimos a jugar con él al ajedrez en el palacio de Invierno y nos ganó tres o cuatro veces; como Melón protestara: "Comprenderás que son las seis de la mañana", JB contestó rápido: "También lo son para mí". Nunca le faltaba la contestación oportuna y precisa. Como secretario de Camilo José Cela contribuyó al "Diccionario secreto" con la entrada sobre los "carajitos del profesor". Pues era también un gastrónomo de categoría, buen conocedor de la cocina internacional y de las peculiaridades coquinarias de su tierra. Podríamos seguir hablando de Juan Benito hasta mañana y hasta dentro de un año. Desde luego, no le olvidaremos. Era un gran amigo, un gran ovetense, un gran europeo y, con toda seguridad, la última personalidad mágica que produjo Oviedo. Aunque los últimos años los había pasado un poco apartado de la vida pública y de las calles de su ciudad, Oviedo le echará en falta. Va a ser muy duro dar la vuelta a una esquina y no encontrar a JB diciendo algo amable e ingenioso.

La Nueva España · 14 septiembre 2015