Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Despedidas & necrológicas

Ignacio Gracia Noriega

Un hombre de respeto

Una boda de corbata y con todos los invitados con el puño en alto

Marcelo García también mantuvo una actividad sindical y política muy importante en la cuenca del Nalón durante la prehistoria del actual partido socialista, que no es, en modo alguno, al que aspiraban aquellos luchadores. A los 85 años de edad (creía que no tenía tantos) era un superviviente. De los que conocí en aquella época solo queda Jesús Zapico en su retiro de Llanera. Ambos eran muy parecidos y muy diferentes: Marcelo era bajo, gordo y rubio; Zapico, alto, huesudo, delgado como una vara de avellano y moreno con el pelo prematuramente encanecido: le llamaban el Abisinio. Marcelo era tranquilo y dialogante, aunque si perdía los estribos sacaba la navaja (lo que fue fotografía de primera página hace años) y hombre más bien disciplinado; Zapico era, por el contrario, indisciplinado y exaltado: se marchó del partido y volvió a entrar casi tantas veces como Vigil. Pero ambos, Marcelo y Zapico, tenían un componente anarquista gracias al cual eran independientes, decididos y valerosos y más que militantes sumisos eran hombres de acción: aunque ya digo que Marcelo era más disciplinado y aguantaba las broncas con estoicismo como la que le echaron en la primera asamblea de UGT después de la muerte de Franco celebrada en el Seminario de Oviedo, principalmente para informar sobre la asamblea nacional celebrada en Madrid, que se consideraba como continuación de la asamblea de 1936, interrumpida por el estallido de la guerra civil.

Aquellos eran tiempos heroicos en el sentido de que las organizaciones socialistas no contaban con medios ni con militantes, y el PSOE era como el hermano pobre de UGT, que era quien recibía las ayudas extranjeras. Marcelo y su hermano Cayo eran dos pilares socialistas en la cuenca del Nalón. Como Marcelo entonces ya no trabajaba en la mina, ayudaba a su hermano el Manquín apintar paredes: un día cayó del andamio y se rompio un tobillo. Fui a verle al hospital y me dijo: "Según el médico, tengo el tobillo como un saco de nueces", Tenía sentido del humor y era un optimista.

De su boda con Encarna (la otra gran pareja del PSOE eran Emilio Barbón y Manolita) enseñaba Félix Guisasola una fotografía en la que Marcelo estaba con corbata y todos los invitados con el puño cerrado. Le gustaba saludar a la manera antigua, diciendo UHP. La noche de la muerte de Franco fue a Avilés él solo a tirar pasquines: le detuvo la policía y la metieron en la comisaría a patadas. Encarna contaba el cambio producido en pocos días: "Al mi Marcelo, al meterle en comisaría le llamaban hijo puta y al salir le decían don Marcelo".

Como tantos otros de aquella época, creía en aquello por lo que luchaba. Nunca dio marcha atrás, y no se achicaba en "las relaciones con otras fuerzas". Con el tiempo llegó a ser "un hombre de respeto" en el viejo PSOE: como Pepe Llagos en El Entrego, como su hermano Cayo.

La Nueva España · 11 diciembre 2015