Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

El Camino de Santiago

Al tiempo que un especialista en protocolo inicia un «viaje de estudios», a fin de averiguar qué etiqueta se habrá de observar con motivo de la visita del Papa, peregrino por antonomasia, al menos desde los días de Pablo VI, a Asturias, se anuncia que casi seiscientas personas procedentes de Francia y de Alemania visitarán en peregrinación la Catedral de Oviedo. El grupo más numeroso procederá de Burdeos, y otro llegará desde Aquisgrán, dos ciudades de estirpe jacobea. El primero de esos grupos, una vez visitada la Catedral, hará a pie el recorrido entre Trubia y Salas, precisamente el día 16 de agosto, en que la liturgia festeja a san Roque de Montpellier, santo romero, cuyo nombre, presente en tantos topónimos y festividades, está inevitablemente unido a las tradiciones jacobeas asturianas. Sin embargo, san Roque no peregrinó a Santiago, sino a Roma, seguramente porque desde Montpellier le quedaba más cerca; lo que no impidió, sin embargo, que padeciera penalidades sin cuento durante su camino. Los italianos y los provenzales no venían a Santiago por estar próximos a Roma; por esto, el Camino de Santiago es un camino de gentes del Norte, de alemanes y franceses atlánticos, que, en opinión de Joris Karl Huysmans, son los verdaderos franceses; y fue lamentable, según expone en su novela «Là-bas», que, por culpa de Juana de Arco, se hubieran unido a los franceses del Sur, gente dicharachera y de casta mediterránea.

Yo recuerdo, hace ya muchos años, que un conde francés vino a Oviedo a dar una conferencia en la Alianza Francesa y que era un entusiasta del Camino de Santiago. Era un hombre alto, con bigote blanco, que algo recordaba a M. Antoine Pinay, bibliófilo distinguido y tan aficionado al amontillado como a la ruta jacobea, que tenía el propósito de recorrer el verano siguiente a caballo. Durante su estancia en Oviedo fue feliz: comió buen pescado en Tazones y visitó a don Juan Uría, que ya vivía entonces en Valentín Masip, y a quien calificó repetidas veces de «maestro». Yo le acompañaba, y lo que más me impresionó de la vivienda de don Juan fue que hubiera tenido el humor de trasladar un piano de cola a un piso moderno. Los verdaderos entendidos en el Camino de Santiago, como este conde, no se olvidaban de Oviedo. En la edad media era famoso el dicho francés:

Qui a esté a Sainct Jacques
et n'esté a Sainct Salvateur,
a visié le serviteur
et a laissé le seigneur.

Que viene a significar que como el Salvador es de mayor jerarquía celestial que el apóstol Santiago, pasar de largo por delante de su templo es una descortesía.

Ramón Cavanilles escribe en su libro sobre la Catedral de Oviedo que «la importancia de la peregrinación a Oviedo fue muy grande. Alfonso X el Sabio, en la Partida Primera, define a los peregrinos como los que andan en 'pelerinaje a Santiago o a San Salvador de Oviedo o a otros lugares de luenga e de estraña tierra'». Sin embargo, este pasado jacobeo de la Catedral de Oviedo fue ignorado por los jerifaltes de comunidades autónomas colindantes, que ellos solos se guisaron un Camino de Santiago interesado y peculiar: en este sentido, los peregrinos alemanes y franceses que nos visitarán demuestran mayor conocimiento y respeto por la historia.

Por descontado que el Camino de Santiago va a ser un negocio para el ramo de hostelería. Pero donde hay peregrinos tiene que haber posadas, y ya desde el siglo XII este camino tuvo su «guía turística», el «Codex Calistino», que Valle-Inclán califica como «un precursor en la literatura francesa de los viajes por España».

La Nueva España · 17 de marzo de 1989