Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Berzas multadas

Janel Cuesta acaba de publicar un librito titulado «Mariano Nava, comerciante de dos mundos», que es la semblanza de uno de tantos animosos asturianos que trabajaron a ambos lados del océano. y, entre otras, cuenta esta sabrosa anécdota: «Por aquellos años, en plena efervescencia del régimen del general Franco, la propaganda política manifestaba en términos más o menos parecidos a éstos: "Francisco Franco, caudillo de España! ¡Franco! ¡Franco! Franco!", y a nuestro personaje no se le ocurre más que plagiar tan rimbombantes frases y plasmarlas tanto en programas de mano como en sus escaparates con letras bien visibles: "!Mariano! ¡Mariano! ¡Mariano! El caudillo de las medias". La reacción oficial no se hizo esperar y Mariano fue multado con la entonces respetable cantidad de 3.000 pesetas (mil por cada ¡Mariano!)». Sin duda, fue esta la multa más formidable que se puso en Asturias, por lo menos hasta que doña Mercedes Ordás Álvarez, de Bimeda, fue multada con 90.000 pesetas por haber plantado berzas en unos terrenos pertenecientes al Ministerio de Obras Públicas. Lo malo es que esta multa no tiene ninguna gracia y que 90.000 pesetas para doña Mercedes en cualquier época es mucho más dinero que 3.000 en los primeros años del anterior imperio. Como la mencionada señora vive de la beneficencia del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, éste tendrá que hacerse cargo de parte del pago de la multa; de momento, todos los ahorros de la multada, unas 50.000 pesetas, han sido destinados a cubrir la sanción. Esto es peor que quitarle la merienda a un niño o la limosna a un ciego.

Bien es verdad que ahora de las multas ya no se libran ni los Ayuntamientos, y al de don Trevín, la Consejería de Medio Rural y Pesca lo ha condenado a pagar 350.000 pesetas por tres delitos ecológicos, precisamente cuando el mencionado alcalde anunciaba a bombo y platillo que le habían concedido un premio por proteger a la naturaleza (no me extraña que hayan sido extranjeros quienes lo otorgaron), y un fétido panfletillo dependiente de él acusaba a un opositor al «trevinismo» de talar encinas, cuando una de las multas obedece a que el Ayuntamiento «trevínico» cortó encinas en el monte comunal de la Cantera, en Niembro (¿para hacer adosados, me pregunto?).

El caso de doña Mercedes es totalmente distinto, porque ella, en lugar de talar, plantó. ¿Qué será de Asturias si alguien no planta, aunque sean berzas, al paso que vamos? El escritor mejicano José Fuentes Mares escribió en su libro «Nueva guía de descarriados» que «hay una Asturias que vive del campo y del huerto; otra, minera; otra, industrial, y otra más que vive de la mar». Esto sucedía en 1977; ahora no queda nada de ello, y como en un plazo más bien breve no nos pongamos a comer funcionarios, o plantamos berzas o a ver qué pasa. Pero doña Mercedes no sólo se apropió de unos terrenos ministeriales para hacer su humilde cultivo, sino que contravino la actual tendencia oficial de desmantelar el campo asturiano. También es nadar contra corriente: cuando a los ganaderos se les pagan nueve pesetas por cada litro de leche que no produzcan, a esta buena señora de Bimeda se le ocurre organizar un huerto a la puerta de su casa. Eso a mí me parece que es hasta antiprogresista; por lo que doña Mercedes Ordás Álvarez merece todos mis respetos y simpatías, aunque sólo sea porque es de las pocas personas que quedan dispuestas, aunque le cueste la persecución oficial, a reivindicar la huerta en Asturias.

La Nueva España · 30 enero 1992