Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Goya y Jovellanos

Coincide con el actual aniversario goyesco, no sé si intencionadamente, la publicación del libro «Goya, entre sueños, chanzas y realidad», de María Teresa Rodríguez Torres, obra estupendamente editada, con magníficas ilustraciones, como no podía ser menos, tratando de un pintor. De la autora nada sé, salvo que goza de la consideración del profesor Gómez Tabanera y que debe ser mujer con buen humor e ingeniosa; también es ella quien cocina en su casa, según se des-prende del. agradecimiento que dedica «a mi marido, ami hijo y a Gilda (?), que han mantenido una severa dieta alimenticia mientras escribía esta "sinsorgada" con algo de "fundamento"». La «sinsorgada», que debe ser palabra moderna o extranjera, porque no viene en el diccionario que tengo encima de la mesa, si es que se refiere al libro, se compone de cuatro ensayos centrados en el pintor aragonés y que llevan por títulos «Sueños», «Cartas», «Jovellanos y Goya» y «Sífilis». La señora Rodríguez Torres muestra en ellos cierta afición a tratar aspectos sombríos, mezquinos y estrafalarios de la biografía de Goya. De su abundante epistolario, la autora se interesa especialmente por aquellas cartas que delatan un humorismo chusco y un lenguaje, habitual pero vulgar, con referencia a excretaciones mayores y menores; la inclusión de una lámina que presenta diversas variantes de excrementos de cánidos resulta el colmo del detallismo. Sin embargo, y a pesar de haber reparado en cosas tan peregrinas, la señora Rodríguez Torres revela por lo general muy buen sentido: niega algunas interpretaciones exageradas de ciertos escritos de Goya y reinterpreta otros a partir de razonamientos irreprochables. Rechaza asimismo que Goya haya padecido la sífilis, según han aventurado individuos que sin duda pretendían convertir al pintor en «políticamente correcto». Ya que, de no ser por cuestiones de bragueta, el pintor se nos presenta como poco ejemplar para la sociedád presente, pues se preocupaba de pagar meticulosamente sus deudas y de cumplir sus compromisos. También María Teresa Rodríguez Torres tiene el valor de escribir, y eso es mérito, que Goya era un «servidor ajeno a la política y a las camarillas de la Corte, mal que les pese a los que creen ver en Goya un ser libre, independiente y revolucionario romántico. Su peso específico como activista político fue nulo toda su vida. Es después cuando lo han utilizado».

Los capítulos dedicados a «Sueños» y «Jovellanos y Goya» poseen un interés especial, aunque encuentro poco exacto afirmar que «el intachable y justo pensamiento de Jovellanos es conocido, sobre todo, gracias a sus "Diarios"». En fin: puede aceptarse que los «Diarios» sean la obra más amena del ilustre gijonés y, si se quiere, por ello, la más conocida; pero de ninguna de las maneras es la más ideológica. En «Sueños» nos describe con pormenores, basándose en obras del artista, una enfermedad que afectó a Goya, el saturnismo o intoxicación de plomo. También Jovellanos sufrió del mismo mal, aunque por motivos distintos a los de Goya. Rodríguez Torres señala que uno y otro «han sido calificados de liberales y considerados como almas gemelas ilustradas». La autora no parece del todo conforme en esta identificación (otra muestra de su sensatez), pero añade que «en lo que sí podemos hermanarlos, temporalmente, con absoluta certeza, es en la enfermedad. Ambos estuvieron intoxicados por el plomo. Uno, Jovellanos, intencionado, como parece deducirse y aseguran con unanimidad médicos e historiadores. El otro, Goya, enfermo crónico profesional por la masiva utilización de compuestos de este metal en el desarrollo de su profesión. Pero, en cualquier caso, sus consecuencias son iguales, independientemente de que la causa sea accidental o criminal. Los dos sufrieron cólicos y parálisis, cayendo en la desesperación por un mal tan terrible como doloroso». A Jovellanos intentaron envenenarle sectores muy reaccionarios y tardó bastante tiempo en curar; el 12 de abril de 1799 anota, al fin: «Mi salud está en su tono antiguo». Durante esta época le retrata Goya, y se atribuye al saturnismo el aire melancólico del modelo. No nos dice Rodríguez Torres de si era consciente de que al pintar a un afectado de su propia enfermedad hacía otro autorretrato.

La Nueva España · 15 agosto 1996