Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Semblanzas

Ignacio Gracia Noriega

Remis Ovalle: En la gaita llevo Asturias

Los amigos le van a ofrecer a José Remis Ovalle, gaitero mayor de Asturias y de España, un homenaje a Cangas de Onís al que me adhiero. La gente de la canción asturiana actúa tan desinteresadamente que en muchos casos un homenaje compensa de muchos años de dedicación y afición; a Cuchichi, por ejemplo, se le hizo un homenaje en el hotel Principado, de Oviedo, al que incluso asistió el poncio de aquellos tiempos, que dijo, entre otras cosas, en los discursos que suceden a los postres, que el veterano superviviente era un miembro distinguido del famoso terceto «Los cuatro ases»; y como le cantaba un «coriquín» que se había formado en un extremo de la mesa: «El campeón aunque tenga ochenta y cinco / sigue siendo el campeón», y para demostrarlo, Cuchichi volvió a cantar allí mismo «Soy asturianín», como si no pasara nada ni hubieran pasado los años, y él estuviera con pajarita y traje oscuro, en el campo del Brao, al lado de Botón, Claverol y Miranda; en cambio el «Presi» se fue sin homenaje, como recuerdan y lamentan Oscar Luis Tuñón y Ángel Martínez Suárez en su libro «Recuerdos de la canción asturiana». Una de las últimas veces que actuó el «Presi», si no la última, fue en la iglesia de La Foz de Morcín; yo había dado el pregón y luego el «Presi» nos deleitó con sus canciones, cantadas, pese a los años, con buen gusto y excelente técnica ele viejo maestro. Sin embargo, no, debía de ser demasiado aficionado a la gaita, ya que fue el primer cantante de asturianada que se acompañó de guitarra, instrumento que aquí resulta exótico; también otros cantan con acompañamiento de piano, y, a algunos no les sale del todo mal. Pero hubo muchos que no le perdonaron al «Presi» su heterodoxia y, muy especialmente, sus éxitos en América.

La gaita y el tambor parecen los dos instrumentos más tradicionales del folclore asturiano. «Gaita asturiana», escribe José María Martilla, con unas características muy peculiares, recia, varonil,, tal vez algo ruda, con limitaciones de un instrumento del pueblo y para el pueblo, pero con una personalidad, una sonoridad —bien sea la del tenor punteru y el bajo roncón, como la "grillera" (parecida a una galleta de tesitura más alta)- que refleja un clímax único: Asturias»; quien añade: «Cantar al son de la gaita. Bailar al son de la gaita, del punteru y no del tambor» y también: «Cantar al son de, la gaita. Sí, cantar al "son".. El. acompañamiento de gaita, en la canción asturiana, se le puede catalogar de muy antiguo». Antiguo, sí, pero como reconoce. Martilla; sin que se haya determinado,. según un estudio serio, su antigüedad. En Asturias desconocemos la edad de la gaita lo mismo que la de la fabada. Eso sí: se tiene a la gaita por muy característica de Asturias, sin reconocer que cualquier pueblo pastoril, incluso en África, conoce este instrumento. Pero a la gaita se la tiene por propia de escoceses y asturianos. En la novela «Las aventuras de David Balfour», de Robert Louis Stevenson, dos gaiteros se enfrentan en las colinas... tocando la gaita. En Asturias también hubo enfrentamientos, en el buen sentido, entre gaiteros: así, uno en Cué a comienzos de siglo, entre Ramón García Tuero, el legendario gaitero de Libardón, y el llanisco Manolo Rivas, que resultó vencedor, tal como señala la copla: «Gaitero de La Portilla / ya te puedes alabar, / que ganaste a Libardón ,/ la noche de San Román». El gaitero de Libardón era demasiado gaitero para una vez: cuentan que en una ocasión se dejó bajar rodando y tocando la gaita por una cuesta, y sin perder una sola nota; otra, 'se perdió en París y no sabiendo francés, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a tocar la gaita para llamar la atención; lo malo fue que los primeros que acudieron eran escoceses. Emilio Pela evoca al gaitero de Libardón y al de La Portilla y dice que «estuvieron haciendo arte con el puntero, el fuelle y el roncón».

Remis Ovalle pertenece a esta tradición de los viejos grandes gaiteros. No estuvo él solo, naturalmente; 'también recordamos a Silvino Fernández Fueyo, que acompañaba a Ignacio Apaolaza con frecuencia; a Carlitos Fernández Solís, que. cantó acompañándose él mismo a la gaita; a Ignacio Noriega, el gaitero de San Roque del Acebal y que seguramente es algo pariente mío; a Luis Arnizo, gaitero y constructor de gaitas. Julio León Costales me escribió no hace mucho comunicándome la muerte de otro gaitero entrañable y también constructor de gaitas. Con muertes como ésta, se pierde poco a poco una tradición; como escribió Eduardo Martínez Torner: «Nuestras antiguas y expresivas canciones van poco a poco borrándose de la memoria de los campesinos, y no será exagerado el suponer que cada viejo que muere lleva consigo a la tumba una de estas manifestaciones espirituales de la raza». Remis Ovalle, hijo del gaitero de Margolles, mantuvo en pie una tradición familiar. «Figura gigante de nuestra gaita», le proclama Oscar Luis Tuñón. en tanto que él toca la gaita, cantan lejos: «A mí me gusta la gaita, / viva la gaita / viva el gaitero.! A mí me gusta la gaita / que tenga el fuelle / de terciopelo».

La Nueva España · 29 enero 1987