Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Territorios perdidos

Ignacio Gracia Noriega

Ideal Rosales

El local, que cerró en 1963, se encontraba en la calle Foncalada, casi en su entronque con Gascona

La calle Foncalada baja desde el centro de la ciudad hasta desembocar en la gran arteria de la calle del General Elorza, que la corta y cierra, siendo su prolongación natural la avenida de Pumarín, que a mediados del siglo pasado era todavía el extrarradio. Pumarín debió de haber sido lugar de pumaradas, aunque hacia 1960 ya no quedaba ninguna, sino que había prados, huertas, algunas manzanas pero de casas, el chalé de FanoValet, que parecía la mezquita de un morabito; el cuartel de la Guardia Civil, del que salía estruendosamente la Benemérita con correajes dorados y guantes blancos (que es el modo de significar en el Ejército que se va de gala, digno del teatro kabuki) la mañana del día de la patrona, la Virgen del Pilar, con Mundi el de Fitoria a la cabeza, desfilando muy ufano y sin perder el paso a lado del coronel, y, al fondo, el monte Naranco. Para que nada faltara, Pumarín tenía hasta su poetisa, que había emigrado a laArgentina, firmaba precisamente «Pumarín» y guardaba un recuerdo idílico de su «Oviedín del alma»:

«Despiertan las golondrinas. Verde aurora
desanclada, noche, tu bajel de hierro.
Argoma y humo al azul cencerro,
silbos y dianas, madruguera hora».

Foncalada estaba más integrada en el casco urbano, de hecho, comenzaba al final de Santa Clara, donde estuvo la plazuela de los Vizcaínos (y más abajo, en Foncalada, estaba la TabernaVasca, al parecer «casa de poca formalidad », según la terminología de José Pla). Se menciona la fuente en una donación del rey Alfonso VI al obispo Martino del año 1096, aunque, según Tolivar Faes, «es posible que esa vía que se dirige a Foncalada sea la actual calle de ese nombre y que la calzada mayor que va hacia San Pelayo se refiera a la de Gascona extramuros, aunque es más probable que el documento aluda a las calles del Águila y Jovellanos, respectivamente». En cualquier caso, la calle lleva el nombre de la fuente, única construcción de utilidad pública conservada de la Monarquía asturiana, que durante siglos posteriores sirvió de lavadero. De aspecto pesado y cuerpo rectangular, en los altos del frontón triangular que la remata está esculpida la Cruz de laVictoria con el alfa y la omega, que era la firma que ponía Alfonso III el Magno a sus monumentos. La fuente modernamente no se encuentra en la calle misma, sino por debajo de su nivel, en un espacio rodeado de casas. La desidia, el abandono y el barro dominaron en aquel lugar durante mucho tiempo, sin tener en cuenta que se trataba uno de los escasos monumentos civiles de la Alta Edad Media conservados en Europa. De lo que debe deducirse que si la fuente llegó a nosotros se debe a la casualidad y a que las mujeres de los alrededores aprovechaban para lavar las aguas del manantial que recogía.

Yo guardo vago recuerdo del Ideal Rosales, aunque cerró en época bastante reciente, en 1963. Era un enclave de campo, en una zona que empezaba a urbanizarse, muy cerca de Pumarín, donde había más zonas verdes que cemento, y también podía ser, a su modo, un remedo de LasVegas de andar por casa. Claro que de aquélla la gente no odiaba tanto a los EE UU ni aspiraba a ir a los EE UU, con lo que indico que la «progresía» incipiente no se acercaba al Ideal Rosales, que era lugar de bailongo y de otras diversiones no menos populares y reprobadas por las gentes finas. Había galleras, boleras, juegos de llave y rana, bailes de domingos, veladas de boxeo, verbenas con iluminación de farolillos y espichas por la primavera. Todo aquello tenía su público, aunque todavía a nadie se le había ocurrido reparar en que el juego de los bolos era un «signo de identidad» del oprimido pueblo astur. Y, sin embargo, los que jugaban a los bolos entonces en el Ideal Rosales», en la calle Caveda, en el Cristo o en Bendones lo hacían de manera natural, por divertirse y ganar la partida, y no por cumplir una pesada obligación de signo «progresista» y «nacionaliego» (ambos dos espantos son el mismo). El juego de la rana, y probablemente en menor proporción el de la llave, eran imprescindibles en los merenderos que rodeaban la ciudad y que tal vez mereciera la pena rehabilitar y reivindicar antes que los restos militares de una guerra lejana y perdida. Si esos búnkeres y casamatas no hubieran sido de los que sitiaron Oviedo sin conseguir entrar, seguramente a estas alturas nadie se acordaría de ellos, como a nadie en su sano juicio se le ocurría comparar al Mazucu con las Termópilas. Pero dejémonos de guerras y ocupémonos de las variadas diversiones que ofrecía el Ideal Rosales, entre las que se incluía una un poco violenta: las peleas de gallos. También el boxeo, aunque yo no encuentro que el boxeo sea más violento que otros deportes de confrontación, incluido el fútbol, que fue el «opio para el pueblo del franquismo» (¡cuántas veces se lo oí decir a Areces y compañía) y ahora es instrumento de primera magnitud del «agitprop» gubernamental.

El Ideal Rosales empieza a funcionar como gallera en 1924, siendo su propietario Emilio Zapico, padre de famoso, «Pili Zapico», que en realidad se llamaba José González Casal Zapico. Fiándose por el nombre, algunos creían que Pili Zapico era una mujer, cuando era todo un señor. Algo parecido me pasó con el crítico catalán Mariá Manent, sobre quien escribí unas líneas elogiosas, señalando que la señora Manent era excelente conocedora de la poesía inglesa y al poco tiempo recibí una carta energuménica en la que «el señor Manent» me ponía de ignorante para arriba por no saber que en catalán «Mariá» significa «Mariano». Supongo que esa confusión la habrían tenido antes otros y a él le indignaría: pero nadie tiene la culpa de que se empeñara en no llamarse como la gente.

De acuerdo con la descripción de Arrones Peón, «la finca donde se instaló el Ideal Rosales era de grandes dimensiones y comprendía buena parte de la margen izquierda de Foncalada hasta cerca del entronque con Gascona. Ello permitió establecer aquellas dos canchas de bolos, cancha de rana, de llave, y tener un buen espacio cubierto tras el bar, donde se hacían las espichas, con capacidad para el alojamiento de hasta cincuenta pipas. Había, además, otra buena porción de terreno independiente, con las galleras, y sitio amplio para el entrenamiento de aquellos animales. Las peleas de gallos atraían a muchas gentes de la provincia. Como apostar estaba prohibido, se apostaban chatos, que a la hora de pagar se traducían a pesetas.Yo nunca entendí cómo se podían controlar las apuestas a viva voz que las peleas de gallos ni la forma de puntuar las partidas de bolos. En realidad, los bolos no me gustaron nunca, y reconozco que si vi peleas de gallos fue por pintoresquismo, no por gusto. Dos gallos dándose picotazos en la cresta hasta caer exhaustos no constituían un espectáculo agradable, y eso que no recuerdo que los espolones estuvieran reforzados con navajas. Para adornar las canchas se plantaron árboles y rosales, de donde vino el nombre de Ideal Rosales.

Principalmente gallera en sus orígenes, llegó a tener setenta gallos capaces de competir con las mejores galleras deAvilés, Sama, Gijón, Grado y las de Patallo, Tartiere y don José Buylla, que era propietario de los temibles pintojos, los mejores de Asturias. Luego empezaron a actuar las boleras, en las que no había derramamiento de sangre, a no ser que alguna bola saliera desviada y golpeara a algún espectador en la cabeza: accidente que no sé si se habrá producido alguna vez. Tan vinculado estaba el Ideal Rosales a los bolos que en él celebró su boda Poloncio I, quien, en la fotografía que figura en «Hostelería del viejo Oviedo», de Arrones Peón, tiene cierto aspecto, con el traje cruzado, a James Cagney. En este lugar se fundó la Federación Asturiana de Bolos en 1927, y en él tuvo su primer domicilio social. Igualmente fue domicilio social del primer Boxing Club de Oviedo y de la Agrupación Ovetense de Rana. El primer secretario del Boxing Club era Antonio. G. Nieto. En cuanto al juego de la llave, por allí paraban jugadores muy buenos, como Benjamín Oporto y otro denominado el Tararu, capaces de competir con Caero, as de Gijón, y vencerle. La Agrupación Ovetense de Rana funcionó de 1940 a 1950, y en ella estaban encuadrados dieciséis equipos.

Durante la Guerra Civil, el Ideal Rosales quedó bastante perjudicado por los cañonazos. En 1939 se hizo cargo de él José Fernández Bayón, aunque en los últimos años lo administraba su yerno, el gran jugador de bolos Poloncio, casado con su hija Tinina. El 13 de junio de 1863 cerró para siempre. El Ideal, o La Ideal, no se encontraba en la línea de la calle, sino retirado algunos metros, debido a que en 1924 la calle Foncalada estaba prevista como principal salida a la carretera en un proyecto que uniría Oviedo con Gijón.

La Nueva España ·27 junio 2009