
José Ignacio Gracia Noriega
Asturias, esa desconocida
Asturias para soñar
Ilustrado por Ignacio Acuña Fernández
Hercules Astur de Ediciones, Oviedo 2001, 375 páginas
ISBN 8486723310
El libro lleva una Presentación de Nicolás Salvador Egido, en el que se dice:
«Este libro que el lector tiene ahora en sus manos es la contribución sincera de Hércules Astur de Ediciones a un mejor conocimiento de Asturias. A pesar de todos los esfuerzos que nos han precedido, esta región, con la que yo estoy en deuda, rica en naturaleza, historia y cultura, merece aportaciones como ésta, para un mayor disfrute, tanto para los foráneos que la recorren como para los propios paisanos que la habitan, que en algunos casos desconocen la enorme herencia que han recibido de sus antepasados y que debemos cuidar y dejar a nuestros hijos. Fomentar un mayor conocimiento para asegurar la conservación de ese rico patrimonio es precisamente el propósito de Asturias, esa desconocida, un serio empeño editorial puesto al servicio de los asturianos y de todas aquellas personas dispuestas a visitar este paraíso enclavado como por ciar entre el mar y la montaña. El escritor Ignacio Gracia Noriega ha sabido explicar con prosa clara la situación de Asturias: los ríos y las montañas, el clima y los colores, la flora y la fauna, las actividades económicas, la historia, la gastronomía, el arte y la literatura. Ignacio Gracia Noriega sabe mucho de viajes y de destinos, y nos propone un entretenido paseo por "las tres Asturias", la occidental, la central y la oriental, que lúcidamente recompone a través de sus paisajes, de sus pueblos y de sus gentes. Al final de la obra se incluyen útiles itinerarios que hacen más fácil su seguimiento. Por su parte, las espléndidas fotografías de Ignacio Acuña Fernández no sólo acompañan al texto, ilustrando con fidelidad los pasos dados por el viajero, sino que acaban convirtiéndose en las verdaderas protagonistas de la obra, a la que en realidad definen. Ignacio Acuña ha sabido captar con paciencia y profesionalidad esa Asturias recóndita y escondida que describe Gracia Noriega, desde el plano más general, que retrata a una naturaleza imponente, hasta el plano más corto, que recoge los detalles más nimios, explorando incluso la textura de los tejidos y de los alimentos.Estoy convencido de que el lector sabrá apreciar los méritos de esta publicación, que se complementa con artículos de José Naveiras Escanlar sobre el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, de Santiago González Romero sobre el Museo de la Minería y de la Industria de El Entrego y de José Luis García Delgado sobre el Archivo de Indianos de Colombres, a los que desde aquí quiero mostrar nuestro más sincero agradecimiento.»
A esta Presentación le sigue un texto introductorio de Evaristo Arce, titulado Describir Asturias:
«Los libros, como la vida, tienen su discurso y su destino, y en ese albedrío -que no es necesariamente una fatalidad- radica su enigma y el misterio de su propia naturaleza.Cada autor, que es el hacedor material y espiritual de ese proyecto de vida -literaria, se entiende-, tiene señalado de antemano un camino, aunque luego sea éste el que le vaya derivando en una u otra dirección, a veces violentando su voluntad nada soberana.A medida que el texto avanza y las ideas primeras van tomando cuerpo y sustancia, la narración adquiere un imparable impulso que invade, en su totalidad, el acto mismo de la creación.Por ese mecanismo, la inspiración se revela como un puro fenómeno de respiración, por muy asistida que ésta sea. No hay más secretos.Y si esto es así, la justificación de un prólogo es escasa y puede resultar pretenciosa. El prólogo es el principio, pero se escribe al final. Esa es la trampa y la ventaja de todo prologuista.No obstante, en esta ocasión el encargo tiene para mí la gratificante singularidad de proporcionarme un motivo apropiado para expresar opiniones y sentimientos -todos ellos confesables y positivos- sobre José Ignacio Gracia Noriega, a quien profeso, desde antiguo, sincero afecto y fundada admiración.Por todo lo dicho, tal vez sea éste el momento de contar cómo fue la prehistoria de nuestra relación. Ocurrió en La Nueva España, en los tiempos augurales de la Democracia, cuando la Redacción era un flujo constante de comunicados sindicales, vecinales, laborales y políticos, y la mayoría pecaba de toda clase de excesos, reiteraciones, faltas de ortografía y hasta de sintaxis. Creo que en aquella confusa efervescencia no se podía ser demasiado escrupuloso ni exigente. Había, sin embargo, unas notas que sobresalían por su claridad expresiva y su pulcritud literaria. Todas procedían de Pumarín -me parece que de una Asociación de vecinos- y casi siempre eran entregadas en mano por quien luego descubrí que era su anónimo redactor, Gracia Noriega.-"Aquí hay un buen articulista, que deberíamos rescatar para el periódico, ¿no crees?", le comenté un día al entonces director, Luis Alberto Cepeda, siempre atento y abierto a cualquier iniciativa o sugerencia mínimamente pertinente.Así fue como Nacho Gracia empezó a publicar en La Nueva España, iniciando una trayectoria que le ha consolidado como un escritor brillante, prolífico, culto y de variados registros y recursos, como bien demuestra su ya abundante y diversa biblio-hemerografía.Aunque nacido en Llanes (17-VIII-1945), en la misma casa en que ahora vive con su esposa Covi, rodeado de libros y de gatos, Nacho Gracia tiene un ambivalente sentido de pertenencia, ya que, al margen de la indicación imperativa del registro civil, él se siente de Oviedo y de Cué y se proclama, como diría Baroja, "español y asturiano".Por lo demás, su biografía puede ser resumida, pero no precisamente en cuatro líneas- estudió los Dominicos y cursó la carrera universitaria que nunca ejerció -Literatura Hispánica- en Oviedo y en Madrid.Fue miembro sobresaliente de la Alianza -cuyos patronos tutelares fueron Pedro Caravia y Fran Menéndez- y del Ateneo ovetense, y es uno de los fundadores del PSOE, cuando este partido no tenía en la ciudad más allá de una docena de militantes. Es cronista oficial de Llanes -pese a quien pese- y hasta 1998, año de su renuncia, perteneció, como miembro correspondiente, al Real Instituto de Estudios Asturianos.Su talante polémico y a ratos provocador le ha originado, en más de una ocasión, distanciamientos, enemistades, fracturas y desencuentros. De ahí su condición de excombatiente en tantos frentes y batallas. Mientras otros permanecen emboscados, él es un beligerante.Lo cierto es que ninguno de estos avatares le ha impedido hacer lo que más le gusta: escribir. Y escribir de lo que piensa y siente, tan a menudo enfrentándose a quienes detentan interesadamente el poder y en algunos casos gobiernan la opinión pública y la opinión publicada.Al cabo de esta copiosa producción, editorial y en posesión, como suele decirse, de un brillante palmarés, su mejor galardón son sus lectores, que a diario le siguen -y algunos le persiguen-, porque a diario escribe, lo cual, antes que una disciplina lacerante, es un ejercicio natural de libertad y expresión. Es decir, escribe para respirar. De lo contrario, expiraría.Naturalmente, casi todo lo que escribe es literatura asturiana en su más amplio y literal sentido. Incluso sus textos de ficción tienen ese ámbito y, lo que es más importante, ese pálpito.Asturias es, pues, su argumento fundamental, y prácticamente exclusivo, y este libro es un testimonio que corrobora y consagra esa dedicación y la eleva a su más alta categoría, sin restar o aminorar la importancia de su condición de escritor a secas.Porque todo lo que Nacho Gracia escribe -siendo mucho- es excelente literatura y esto es especialmente meritorio y reseñable en un gremio poblado, en considerable número, por aficionados, aprendices, advenedizos y plagiarios. Asturias no es un territorio desconocido e inexplorado para él, que ha escrito innumerables páginas -todas, por otro lado, debidamente numeradas-, narrando en ellas sus excursiones por la naturaleza, sus evocaciones por la historia y, cómo no, sus incursiones por los fogones, como corresponde a un experimentado gastrónomo.Cuando la Cofradía de la Mesa de Asturias estaba felizmente en activo, era una delicia leer sus crónicas, en las que se combinaban la crítica culinaria, la descripción paisajística y la introspección intelectual.Otro ejemplo revelador de su talento como escritor de viajes fueron las crónicas de sus paseos por los alrededores de Oviedo -con bastón y perro-, publicadas en los años 1981 y 1982 en el ya desaparecido diario Región. El perro era "Black", un pointer negro y cojo, al que frecuentemente hacía compañía "Revólver", un setter lawerack, excelente cazador y más listo que el hambre, según su dueño.Y, más recientemente, en su columna de La Nueva España nos da cuenta, con una prosa fluida y llena de amenidad, de sus salidas del feudo llanisco para cumplir compromisos de jurado, conferenciante o pregonero, o simplemente para atender invitaciones o cursar visitas de estricta amistad.Con estos antecedentes, éste es un libro contado y cantado por quien mejor podía hacer de anfitrión e intérprete de una región que conoce desde la realidad y desde la cultura. Que conoce y ama, que no son términos ni afecciones incompatibles, porque, precisamente por conocerlas, algunas realidades le duelen en el alma.No pudo, por tanto, elegir a un autor mejor dotado el editor Nicolás Salvador Egido, a quien Asturias debe, por cierto, interesantes aportaciones, quizá no suficientemente reconocidas o, cuando menos, poco conocidas.Son muchos, ciertamente, los libros que tienen a Asturias por protagonista y en esa relación figuran nombres tan distintos y tan distantes en el tiempo, en el espacio y en la forma, como Bellmunt y Canella, Aramburu, José María Cuadrado, Juan Antonio Cabezas, Dolores Medio, Magín Berenguer, Carlos Cid Priego, José Francés, Aurelio del Llano, Jovellanos, Francisco Quirós Linares, Héctor Vázquez Azpiri, Emilio Alarcos, José Antonio Mases, Luis Mario Arce, José Ramón Lorenzo Patterson, Paco Ignacio Taibo... Todos ellos fijaron su mirada en un mismo objeto, pero el resultado de esa contemplación es muy diferente. Unos practicaron el ensimismamiento, otros la mera descripción, algunos el análisis sociológico y costumbrista y, los más, la épica y la elegía; en definitiva, el "Asturias patria querida".Entre tanta exaltación patriótica, Nacho Gracia introduce un sentimiento personal que aporta a su escritura un componente testimonial y persuasivo y un valor emocional que resulta esclarecedor y convincente. No trata, en ningún momento, de elaborar una guía aséptica, sino que desarrolla un itinerario sentimental por la Asturias de sus quereres y pesares, plagado de agudas observaciones y sugerentes anotaciones, propias de un viajero cuidadoso y nada neutral.Organizado el texto en tres grandes bloques o "espacios naturales" dedicados a la Asturias central, la occidental y la oriental, amén de una conveniente introducción, el libro nos va situando pueblo a pueblo, sin que el lector y caminante pierda nunca el rumbo ni el aliento, cosa que ocurre bastante habitualmente con otras publicaciones que, con el propósito de ser prácticas, son un equivalente nada mejorado del nomenclátor y la guía telefónica, en una mixtura infame e indigesta.Y cuando esa presencia sugerida y descrita por Nacho Gracia se hace evidencia es en las imágenes captadas por el fotógrafo, Ignacio Acuña Fernández (Gijón, 1966), quien, con el bagaje de una sólida formación profesional y un ya dilatado curriculum vitae, ha sabido aprehender, con realismo y personalidad propia, la materialidad del paisaje tantas veces visto y entrevisto, en esta ocasión sujeto de una mirada inocente, a menudo primeriza y descubridora de un universo que nos cautiva y enriquece.Entre ambos autores -dando por supuesta la independencia funcional con la que cada uno cumplió su cometido- se ha establecido una complicidad que se aprecia a medida que se lee y se mira el libro, ya manufacturado, y, a fin de cuentas, se asume y asimila.Nacho Gracia, en suma, nos presenta su visión de una Asturias contemporánea y plural a la que en el título, con cierto arrojo periodístico, se llama "esa desconocida", recuperando la cabecera que también sirvió al realizador cinematográfico José Grañena para una serie de cinco documentales que en su día (1970) fue muy vista y celebrada y que hoy duerme el injusto sueño de los justos en la Filmoteca de Asturias, muy bien custodiada por su eficiente director, Juan Bonifacio Lorenzo Benavente.“Asturias, esa desconocida”: ¿Lo es realmente? El turismo masivo y rutinario que se estila, lleva -y trae- a la gente a mundos ajenos y lejanos, mientras aquéllos que están en sus cercanías los ignoran por desconocimiento enciclopédico o aldeano menosprecio.Si el viaje es una forma de conocimiento, el turismo, en general, es todo lo contrario. Apenas hay aportaciones o descubrimientos personales ni verdaderas sorpresas, ni tampoco el ánimo reposado que permita esa indagación inteligente en todo aquello que sale a nuestro paso, fuera del alcance y el control de las agencias que funcionan a base de ofertas y estereotipos.Éste es, por consiguiente, un libro para lectores sin prisa, que pretende devolvernos a paraísos perdidos -que no exóticos- y recupera para la memoria historias y lugares que forman ya parte de nuestro patrimonio. Aquí están la Asturias de siempre y la de ahora mismo, "bella sobre toda ponderación", en palabras de Pérez de Ayala, la "aldea perdida" de Palacio Valdés; parada y fonda para tantos transeúntes y solar para otros forasteros y cartagineses que encontraron en el Principado hospitalidad y asiento, provechos materiales y de todo orden, como el gallego Feijoo que apreció en los asturianos "un genio despejado para la explicación", algo parecido a lo que diría, más tarde y de otra manera, Ortega y Gasset.Filosofías y literaturas aparte, lo cierto es que Asturias ha sobrevivido a sus clásicos y mantiene todavía abierta la posibilidad de perspectivas y metáforas inéditas, siguiendo ese juego permanente de salir de la rutina y entrar en la novedad y el asombro, como pone de manifiesto y en valor José Gracia Noriega, que ha dedicado a esta tierra nuestra algo más que el tiempo limitado y nunca bien retribuido de un encargo editorial: sus sueños, lo mejor de su vida. La palabra.»