José Ignacio Gracia Noriega
El marqués de
Santa Cruz de Marcenado,
un soldado ilustrado
Álvaro Navia-Osorio y Vigil de Quiñones, vizconde de Puerto y marqués de Santa Cruz de Marcenado, autor de unas célebres «Reflexiones militares», fue el tratadista militar más importante de su tiempo, además de ser militar en ejercicio que conocía muy bien el olor a pólvora y el ajetreo de los campos de batalla; y por si fuera poco, diplomático, economista y hombre de general atención intelectual, como lo certifica su proyecto de redactar un «Diccionario Universal» a modo de Enciclopedia, con el que, de haberlo llevado a término, se hubiera adelantado a la monumental obra de Diderot y D'Alembert y al «Diccionario de la lengua inglesa» de Johnson. Según Fuertes Acevedo, era «valiente en el combate e ilustradísimo en las cosas de la política y la guerra (y) alcanzó para su patria victorias insignes, que elevaron a la par el nombre de este eminente asturiano a gran altura; escritor profundo y señalado, sus obras dieron al valeroso Santa Cruz la más extendida fama, siendo las "Reflexiones militares" miradas por el gran Federico de Prusia como escrito del mayor valor y tenidas por Napoleón en el más grande aprecio».
Como tratadista militar, se considera la obra del marqués de Santa Cruz de Marcenado antecedente directo del tratado sobre la guerra de Von Clausewicz. Es conocida la anécdota de que, siendo el Ejército de Prusia el más moderno y mejor disciplinado de Europa, partió una delegación española hacia Postdam, para que allí les proporcionaran las directrices de aquella excelente organización militar. Una vez más los españoles dieron prueba de su aldeanismo, queriendo encontrar en Europa lo que tenían en casa; pues el rey Federico, al escuchar la pretensión, les contestó: «¿Y ustedes me lo preguntan, siendo españoles? Todo lo que sé sobre ejércitos lo aprendí leyendo a un compatriota suyo, al marqués de Santa Cruz de Marcenado».
No se crea, no obstante, que Santa Cruz de Marcenado fue el único asturiano que escribió sobre teoría militar: antes que él lo hizo Francisco Menéndez Valdés, en el siglo XVI, que luchó en Flandes, donde fue jefe interino del Ejército de operaciones por ausencia del duque de Alba, y es autor de un importante «diálogo militar» que lleva por título «Espejo y disciplina militar, en el cual se trata del oficio de sargento mayor», publicado en Bruselas en 1586, y que conoció varias ediciones posteriores en la propia Bruselas, Madrid y Amberes.
Álvaro Navia-Osorio nació en Puerto de Vega el 19 de diciembre de 1684, hijo primogénito de Juan Antonio Navia Osorio y Quiñones y de Jacinta Antonia Vigil de la Rúa, aunque pronto es trasladado a Oviedo, residiendo en la casa de la Rúa, frente a la Catedral, y allí cursa los estudios de Gramática latina y Retórica en el colegio de Santo Domingo, del que pasa a la Universidad ovetense en 1702, para estudiar Lógica y Filosofía. De su paso por la Universidad debió guardar buen recuerdo, pues como escribe Álvaro Galmés de Fuentes, le «legó a su muerte, en reconocimiento a las enseñanzas recibidas, su biblioteca, que debió ser importante en su época a juzgar por las referencias bibliográficas de sus obras».
Mas las circunstancias le impiden seguir por el camino de la filosofía. A los 16 años ingresa en la tropa existente por entonces en Asturias, el Tercio de Asturias, con el grado de capitán, y al iniciarse la guerra de Sucesión, desatada por la muerte sin descendencia de Carlos II, el último Austria, Navia-Osorio es el primer maestre de campo del mencionado tercio, mando equivalente al de coronel, nombre que no tardó en imponerse por influencia francesa. Entonces contaba 18 años y usaba el título de vizconde de Puerto, que sería el suyo hasta que heredó el de marqués de Santa Cruz de Marcenado. El coronel Navia-Osorio, al frente del Regimiento de Asturias (con el primer Borbón, Felipe V, de la misma manera que los maestres de campo se convierten en coroneles, los tercios empiezan a llamarse regimientos), combate en Galicia, antes de ser destinado a Ciudad Rodrigo, y en 1706 a Aragón, Navarra y Huesca. Herido en dos ocasiones, asciende a brigadier, y en 1707 participa en la toma de Tortosa, a las órdenes del duque de Orleans. Posteriormente, es designado para participar en la ocupación de Cerdeña, con el general Armendáriz, operación que no llega a efectuarse, y en 1711 dirige una operación sobre Córcega, sufriendo un revés en el puerto de Hercole. Finalmente, participa en la toma de Barcelona, último baluarte del pretendiente austriaco, en 1714. Un año más tarde, 1715, el brigadier Navia-Osorio es enviado a Ceuta como inspector del Ejército del norte de África. Regresa pronto a España, reclamado por sus paisanos, que se oponían al mal gobierno del regente de la Audiencia, Antonio José Cepeda, contra el cual redactó un «Memorial dirigido a S. M.», publicado en Oviedo en 1715, y que, según Constantino Suárez, «si no es lo más antiguo salido de su pluma, es al menos lo primero que apareció impreso».
En 1718, ya convertido en marqués de Santa Cruz de Marcenado, ocupó los cargos de inspector de la guarnición de Cerdeña y gobernador de Sicilia, hasta 1720, en que se abre para él un largo período de ejercicio de la diplomacia, al ser nombrado embajador de España en Turín, donde se encontraba la Corte de Víctor Amadeo de Saboya. «Corresponde a esta época el lapso de tiempo más esplendoroso de su actividad científica, convirtiendo su casa de Turín en uno de los centros culturales de la ciudad, que por entonces, con su Universidad al frente, constituía uno de los focos importantes de la ciencia de su época», escribe Galmés de Fuentes. Disfrutaba de sosiego y tiempo libre, lo que le permite escribir sus obras más destacadas: las «Reflexiones militares», cuyos primeros diez tomos se publican en Turín entre 1724 y 1727, y la «Rapsodia económico político monárquica», que no se publica hasta años más tarde, en Madrid, en 1732.
Pero en 1727, a la tranquilidad de Turín sucede un período de mayor actividad. Es enviado a Francia, como embajador extraordinario y plenipotenciario en el Congreso de Soissons, permaneciendo allí hasta 1731, y durante este tiempo compagina las actividades diplomáticas con la redacción y acumulación de materiales para su «Diccionario Universal» y la publicación del undécimo y último tomo de las «Reflexiones militares» en 1730. En 1731 vuelve a Madrid; intrigas cortesanas evitan que sea nombrado secretario de Guerra del Consejo Real, y en su lugar se le envía como gobernador a Ceuta para dirigir la toma de Orán, ciudad en la que dominaba el turco Mustafá Buch el Agá. Ascendido a teniente general, forma parte al mando de una división de la expedición que zarpó del puerto de Alicante en junio de 1732 con objeto de reconquistar la ciudad africana, y una vez tomada por las tropas españolas, Marcenado queda como gobernador de ella, con una guarnición de ocho mil hombres. Los ataques de los moros a la ciudad nuevamente en poder de los españoles son frecuentes, y en uno de ellos, producido el 21 de noviembre de 1732, Marcenado abandona las fortificaciones con tropas de refresco para socorrer a un destacamento acosado por el enemigo a la vista de Orán. Durante el combate, el marqués fue derribado de su caballo y los moros le descuartizan y le cortan la cabeza, la cual fue paseada en señal de triunfo por las calles de Argel. Fue una muerte valerosa y un tanto absurda, en una jornada sombría. Según Galmés, «su recuerdo vive aún entre los mismos que él combatió, pues los oraneses siguen hoy designando la colina en que recibió la herida mortal con el nombre de "Santa Crus", según pronunciación de los nativos». Mas su obra continuaba viva, porque el año de su muerte se publica la «Rapsodia económica política monárquica».
La Nueva España · 18 de agosto de 2005