Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Ignacio Gracia Noriega, Doce asturianos


José Ignacio Gracia Noriega

Fernando Villamil,
un romántico en la restauración

A Fernando Villamil le tocó vivir en una época bastante mostrenca, la de la primera Restauración borbónica, siendo como él era exaltadamente romántico. No por ello se cerró a las casi infinitas novedades que el siglo XIX le ofrecía en el aspecto científico, y se aprovechó de ellas, como excelente profesional que era. A Villamil se debe la invención de un barco de guerra ligero y rápido en el ataque que bautizó con el nombre de «El Destructor». Aunque construido en los astilleros de Glyclebord, en Escocia, él dirigió su construcción personalmente, de acuerdo con sus planos. Cualquier persona que desconozca la fascinante personalidad de Villamil podría haber jurado que los destructores son de invención inglesa. Pero también el capitán Nemo era otro romántico, lo que no fue inconveniente para que inventara el submarino, de acuerdo con lo que nos cuenta Julio Verne en «20.000 leguas de viaje submarino». Pero, a pesar de ello, Villamil debiera haber navegado a vela. De hecho, la empresa más importante de su vida de marino, según él mismo reconoció, fue haber dado la vuelta al mundo al mando del «Nautilus» (¡qué coincidencia entre él y Nemo!), navegando a vela en una época en la que ya se había impuesto absolutamente la navegación a vapor. Con este viaje se potencian los buques escuela. Pues aunque la navegación a vapor predominaba en todos los mares del mundo, Villamil tuvo la feliz ocurrencia de considerar descabellado que se olvidaran las artes de la vela, por lo que consideró muy importante que los aspirantes a oficiales de la Marina recibieran también ese tipo de instrucción: los jóvenes marinos deberían conocer los vientos y aprender a guiarse por las estrellas, porque un motor puede estropearse y dejar tirado al ingeniero más moderno, pero sobre el mar siempre habrá vientos, y por encima de él, constelaciones.

Fernando Villamil nació en la aldea de Serantes, concejo de Castropol, el 28 de noviembre de 1845. Su apellido se escribía Villaamil, pero debió entender que era suficiente que tuviera dos eles, para encima añadirle dos aes. Cursó el primer curso del Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Oviedo, pero el mar tiraba de él y aquel proyecto de bachiller lo que realmente quería ser era marino. Por lo que consiguió abandonar el Instituto para matricularse en la Escuela de Náutica de Ribadeo; además, estaba frente a casa, el río Eo por medio. Completó sus estudios navegando en algunos barcos mercantes, aunque no era este tipo de marina la que verdaderamente le interesaba. El 1 de julio de 1861 ingresa en el Colegio Naval de San Fernando, en Cádiz, del que sale con la categoría de guardiamarina de segunda clase en 1862, realizando las prácticas navales a bordo de la fragata «Esperanza» y de los buques «Isabel» y «Francisco de Asís», desde el que toma parte en la campaña contra los insurgentes de la isla de Santo Domingo. Al término de esta guerra, en 1865, embarca como guardiamarina de primera clase en la fragata «Villa de Madrid», con la que recorre aguas de Cuba y el golfo de México. De regreso a la patria, pasa una temporada en Asturias, que aprovecha para realizar un estudio de la bocana del puerto de Gijón y de otros puntos de la costa asturiana. Ascendido a alférez de navío en 1867, solicita ser destinado a las islas Filipinas, donde se encontraba su padre, deportado por motivos políticos; allí manda el cañonero «Bojeador», y seguidamente el «Arayat». Regresa a la Península con el grado de teniente de navío y es destinado como profesor en la Escuela Naval Flotante, con sede en la fragata «Asturias», anclada en el puerto de Ferrol. En 1878 es destinado al apostadero naval de La Habana, hasta 1882, que se le confía el mando de la cañonera «Eulalia», con base en Sevilla.

No fue Villamil un marino silencioso y satisfecho que creyera que estaba sirviendo en la mejor Marina del mundo, sino que se mostró sumamente crítico, en su propósito de mejorarla. Con este objeto, viaja a Gran Bretaña. Villamil pretendía eliminar la madera y otros materiales combustibles en la construcción de los buques de guerra, pero a la vista de la poca atención que le presta el Ministerio a sus propuestas, de rabia decide dedicarse a la política, presentando su candidatura a diputado por el partido de Castropol en las listas del Partido Demócrata Progresista, mas pocos días antes de los comicios anuncia su retirada. A fin de cuentas, en España hubo exceso de políticos en toda época; en cambio, no abundaron tanto los buenos profesionales, fuera en la Marina o en cualquier otra actividad.

Mucho tuvo que luchar Villamil para que el Ministerio le autorizase a construir un barco blindado pero ligero, que defendiera buques de mayor tonelaje de los ataques enemigos, y que denominaba crucero-torpedero. Así nació el destructor, en los astilleros escocés de Glyclebord. Una vez terminado, zarpó de puerto inglés de Falmouth la madrugada del 24 de enero de 1888 para entrar en la villa de Muros al día siguiente. La autonomía de «El Destructor» era 4.500 millas, y había costado 38.000 libras. La Marina inglesa se apresuró a fabricar ocho barcos de acuerdo con ese modelo. Sin embargo, lo que le convierte en personaje popular fue que hubiera hecho el recorrido de Falmouth a Muros en 24 horas. Esta popularidad crece de manera extraordinaria pocos meses más tarde, pues habiendo estallado la caldera del buque «Habana», quedando en riesgo de hundirse, Villamil consiguió remolcarlo hasta el puerto de Corcubión, sin que le importara el mal estado del mar.

Pero aún seguiría Villamil haciendo cosas portentosas. Después de su ascenso a capitán de fragata, y de navegar algún tiempo como segundo comandante del crucero «Reina Regente», convence al Gobierno español para que le autorice a comprar un viejo «clipper» inglés llamado «Carrick Castle» en 60.000 pesetas, con el objeto de instruir a los jóvenes marinos en la navegación a vela. El «clipper» es rebautizado «Nautilus» y, al mando del buque, Villamil emprende una famosa y meritoria vuelta al mundo. El «Nautilus» partió del puerto de Ferrol el 30 de noviembre de 1892, con una tripulación de cuarenta guardiamarinas, noventa aprendices de contramaestre y ochenta y cinco marineros; tomó rumbo a Canarias, atravesó el Atlántico hasta el puerto de Santos, en Brasil, y regresó al Este para bajar por la costa sudafricana, atravesar el cabo de Buena Esperanza, visitar Australia y Nueva Zelanda, cruzar el océano Pacífico a toda vela, fondear en Chile, remontar el cabo de Hornos y, después de hacer etapas en Buenos Aires, Montevideo, Puerto Rico, Filadelfia y Nueva York, volver a recorrer el Océano Atlántico en sentido contrario; después de entrar en diferentes puertos de Inglaterra y Francia, atracó en San Sebastián el día 16 de julio de 1894, año y medio después de la partida y después de haber navegado 40.000 millas. Con los recuerdos y observaciones de este viaje escribió el libro «Viaje de circunnavegación de la corbeta "Nautilus"», publicado en Madrid en 1895, en un tomo en 4.º, con numerosos mapas e ilustraciones. También colaboró en diversas revistas, especialmente en «El Mundo Naval Ilustrado».

A pesar de su sólido prestigio personal, de individuo heroico y aventurero (incluso se le llegaron a atribuir unos amoríos excepcionales) y excelente marino, Villamil continuó manifestándose sumamente crítico acerca del estado y situación de la Marina española. En 1896 publica su «Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero "Reina Regente", hundido sin dejar rastro, y para poder expresar con mayor contundencia sus críticas, retorna a la política, siendo elegido diputado por El Ferrol. Mas en 1898 renuncia al acta para reincorporarse a la Marina, formando parte, con el grado de capitán de navío al mando del cazatorpedos «Furor», y de la escuadra del almirante Cervera que marchó sobre Cuba. Aunque conocía de sobra la superioridad técnica e industrial de los Estados Unidos sobre España, no se desalentó. Pereció en el desgraciado combate de Santiago, el 3 de julio de 1898, después de confiarle a un marinero que se muere mejor a bordo que ahogado. Su amigo y prologuista Peña y Goñi le calificó de «Poeta del mar».

La Nueva España · 23 de agosto de 2005