Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Entrevistas en la Historia

Ignacio Gracia Noriega

Aureliano San Román
y las Cámaras de Comercio

Empresario ovetense, fue promotor de las primeras agrupaciones mercantiles

En un reciente volumen extraordinario de «Cuadernos de Historia del Derecho», de la Universidad Complutense de Madrid, en homenaje al profesor José Manuel Pérez-Prendes Muñoz-Arraco, publica el profesor Rafael Anes un interesante trabajo sobre la «Creación de las Cámaras de Comercio. La Cámara de Comercio de Gijón». A lo largo de este trabajo aparece un personaje muy conocido en Oviedo, Aureliano San Román González. Pero conocido por dar nombre a una calle, no por otra cosa. Aunque resulta que Aureliano San Román fue empresario y hombre emprendedor, que jugó un papel importante en la creación de la primera Cámara de Comercio que funcionó en Asturias, la de Oviedo, pese a que Rafael Anes reconoce que «Asturias no está entre las provincias que se adelantan, a pesar que de que el decreto incluía Oviedo entre las plazas en que podía constituirse ya una Cámara. Han de pasar tres años hasta que se funde en la capital del Principado. Se señala que fue el Centro Mercantil de Oviedo quien tomó la iniciativa y ofreció sus locales para que se reuniesen los comerciantes y los industriales interesados en constituir una Cámara».

El decreto al que se refiere Anes es el Real Decreto de 9 de abril de 1886, por el que «se da carácter oficial a las cámaras de Comercio, Industria y Navegación, asociaciones con las que se pretendía dar un impulso a la vida económica española y ampara los intereses de trabajo e industria. En el mismo decreto se señalaba los lugares donde podían fundarse estas asociaciones, en los puertos que tenían aduanas de primera clase y en las plazas mercantiles e industriales más importantes de España; entre ellas se encontraba Oviedo. Sin embargo, hubieron de pasar tres años hasta que se fundara la Cámara de esta plaza. Poco después en Gijón se funda el Círculo de la Unión Mercantil, institución desde la que se promueve la constitución de una Cámara de Comercio propia para Gijón; ésta quedó formada en 1898, y entre sus primeras actividades estuvo la de promover y montar la exposición de 1899».

Las primeras cámaras de Comercio de España, fundadas a raíz de la promulgación del Real Decreto, fueron las de Alcoy, Almería, Badajoz, Barcelona, Sabadell, Tarrasa, Jerez de la Frontera, La Coruña, Palamós, Granada, Huelva, Málaga, Cartagena, Palma de Mallorca, Vigo, Béjar, Santander, Sevilla, Reus, Valladolid y Zaragoza.

Vamos a visitar a don Aureliano San Román a su quinta en las afueras de Oviedo, en el camino de enlace entre el Campo de los Reyes y Pumarín. Es zona bastante despoblada, con la excepción de trece casitas construidas por don Aureliano en 1887, al borde de su finca. Son casas orientadas a mediodía, en la loma de Pando, por lo que la gente de los aldeas y alquerías de los alrededores las conoce con el nombre de Mirasol. A don Aureliano no le importa que detrás de su finca pase el ferrocarril de Infiesto, porque es hombre partidario y favorecedor del progreso. Nos recibe a la puerta de la quinta, y al exponerle que vamos a hacerle unas preguntas sobre las Cámaras de Comercio, nos responde muy jovial:

—Pase, pase. Sobre las cámaras de Comercio sé por lo menos tanto como don Guillermo Rendueles.

—También querría hacerle algunas preguntas sobre su vida y milagros.

—Contesto a todo.

—Por ejemplo, y para ser original, voy a preguntar dónde nació.

—Aquí, en Oviedo, el 5 de marzo de 1851. Mi padre era propietario de un importante establecimiento de ferretería en la plaza del Fontán, y como era hombre ilustrado y partidario del progreso, me envió a cursar los primeros estudios en Hasparren, en la Francia. Al regreso a Oviedo, hice los estudios de Comercio, y una vez terminados éstos, sucedí a mi padre al frente de la ferretería.

—Y como es usted hombre favorable al progreso, supongo que le daría un giro al negocio.

—No, porque la ferretería es buen negocio sin necesidad de innovaciones. Funciona, da ganancia y no se trabaja con material perecedero. Y sigue funcionando, con éxito y a pleno rendimiento.

—Así que se convirtió en un próspero empresario en plena juventud.

—Sí, me convertí pronto en un empresario triunfador, y no le parezca mal que se lo diga, en un empresario con inquietudes, y no sólo en el sentido comercial.

—¿En qué otro sentido?

—En el sentido que me intereso por el arte, y muy especialmente por la música. En otro orden de cosas, me ha preocupado por profundizar en los estudios económicos. Y a diferencia de otros empresarios, que se limitan a ganar dinero y a guardarlo, yo siempre estuve interesado en abrir nuevos mercados y en mantener relaciones de mutuo conocimiento y conveniencia con otros sectores empresariales.

—¿De ahí surge su apoyo a las cámaras de Comercio?

—Efectivamente. Yo acompañé a los señores Botas Roldán y Jerónimo Ibrán a la asamblea convocada en Zaragoza por don Joaquín Costa, de la que surgió la idea de constituir cámaras de Comercio en todo el territorio peninsular y colonias, y gracias al impulso que recibió esa idea, aparece el Real Decreto de 9 de abril de 1886, por el que se da carácter oficial a las cámaras de Comercio, Industria y Navegación.

—¿Es entonces cuando usted se da a conocer como dirigente empresarial?

—No, no. Antes de acudir a la asamblea convocada por el señor Costa ya había intervenido en otros asuntos, y en 1881 pronuncié un discurso que tuvo mucha repercusión pública en defensa de las aspiraciones de Asturias en relación con los puertos de montaña de Pajares y de mar de El Musel, y en 1883 redacté un razonado informe, gracias al cual se consiguió para Oviedo una rebaja en la contribución del subsidio.

—¿Por qué en Asturias las cámaras de Comercio se crearon con bastante retraso en relación con las de otras plazas españolas?

—Porque aunque el decreto mencionaba a Oviedo entre las plazas mercantiles e industriales en que podían constituirse las primera cámaras de Comercio, junto con Alcoy, Badajoz, Burgos, Córdoba, Gerona, Granda, Jerez, Jaén, Lérida, Sabadell, Tarragona, Murcia, Salamanca, Reus, Valladolid, Santiago y Zaragoza, en el carácter asturiano predominan el entusiasmo y la indolencia, y en este caso se impuso la indolencia.

—Salvo en su caso, que mantuvo el entusiasmo.

—Sí, en efecto, yo mantuve que era necesario que en Asturias hubiera cámaras de Comercio, y esta idea la compartían otros empresarios, como Jerónimo Alvaré. Después de mantener una serie de contactos y conversaciones, el Centro Mercantil de Oviedo ofreció sus locales para la celebración de la reunión de empresarios e industriales durante los días 27 y 28 de mayo de 1889, al cabo de la reunión quedó constituida la Cámara de Comercio de Oviedo, bajo la presidencia de Alvaré, y constituyendo la junta directiva José González Alegre como vicepresidente, Ramón Pérez como tesorero y yo como secretario. Su primer domicilio estuvo en el número 18 de la calle Cimadevilla.

—¿Usted fue poco menos que su secretario general perpetuo?

—Bueno, fui secretario general durante muchos años, y como tal concurrí a la asamblea general celebrada en Zaragoza en noviembre de 1898, en la que Asturias estaba representada por la Cámara de Oviedo, en las personas de su presidente, Ibrán; de su vicepresidente, Gerardo Aza, y de su contador, Juan Botas; y yo, claro, como secretario. Hasta que en 1907 fui elegido presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo.

—¿Durante cuántos años funcionó la Cámara de Comercio de Oviedo en solitario?

—Hasta el 2 de diciembre de 1898, que se constituye la comisión creadora de la Cámara de Gijón, en los locales del Ayuntamiento. Y el 1 de enero de 1899 se crea la de Avilés, como ámbito comarcal y bajo la presidencia de don Carlos Larrañaga.

—Aparte de las cámaras de Comercio, ¿usted mantuvo alguna actividad política?

—Sí, claro: desde 1890 fui concejal del Ayuntamiento de Oviedo, y teniente de alcalde en 1899, con el alcalde Ramón Pérez de Ayala. A nuestro esfuerzo se debe la traída de aguas de Morcín, sobre la que yo escribí un opúsculo, que tuvo una gran influencia sobre la opinión pública.

La Nueva España · 16 de agosto de 2004