Ignacio Gracia Noriega
En Asturias
Lugares y paradas de la ruta que se adentra en el Principado por las estribaciones de la sierra del Sueve, que se acercan tanto al mar que poco falta para que las olas rompan en ellas
El límite entre Asturias y la antigua Montaña santanderina, hoy Cantabria, o, como dicen algunos «de soltera, Santander», está a la mitad del puente sobre el río Deva, que pocos metros adelante desembocará en el Cantábrico por Tina Mayor. Por tanto, la ribera derecha del río es cántabra, y la izquierda, asturiana, aunque los límites antiguos de los cántabros se adentraban en territorio asturiano, hasta el río Purón, e incluso hasta el río Sella. En la orilla derecha se encuentra Unquera y en la izquierda Bustio, primer pueblo asturiano por esta parte. Tres puentes unen ambas orillas: el de Unquera a Bustio, de peatones y vehículos; el del ferrocarril y el de la autopista.
El límite interprovincial es menos imponente que el de Galicia, con la sucesión de poblaciones asturianas (Vegadeo, Figueras y Castropol) y Ribadeo al otro lado, y el Puente de los Santos entre ambas orillas. Bustio tiene puerto al Norte, en Tina Mayor, apartado del poblado de pescadores. El puente se prolonga en la carretera que sube hasta Colombres, pueblo muy agradable y tranquilo donde recibe al viajero la fachada azul de la «Quinta Guadalupe» edificado por el indiano Íñigo Noriega, convertida en Archivo de Indianos. Es la de mayores dimensiones, pero no la única gran casa de indianos de la localidad. Esta carretera vuelve a la general en El Peral.
Las montañas, contrafuertes de los Picos de Europa, se adelantan casi hasta el borde del mar. No hay rastros jacobeos importante. En San Roque del Acebal, nombre que sugiere peregrinaciones, hubo una ermita y la alberguería del Cañamal. Un hostelero entusiasta, León Fervienza, somedano de recios bigotes militares, anima el recuerdo del Camino de Santiago, él mismo se viste en ocasiones de peregrino, con capa, sombrero con vieira y bordón. Sus establecimientos, el hotel y el mesón Europa reciben a los peregrinos con los brazos abiertos. La comida es buena, y los precios de peregrino, aun para los que no lo son. Después de este lugar, la carretera, a causa de la interrupción de la autovía en Unquera, parece un comedero de patos o una escombrera. Una auténtica vergüenza.
El Camino va entre el mar y la sierra del Cuera. En Celorio hubo un monasterio benedictino del que sólo se conservan la torre y un arco románico, y el templo monástico de San Antolín de Bedón, del siglo XII, en el límite de la tierra y de la arena de la playa, se encuentra en malas condiciones, con las cristaleras rotas por las que entran los pájaros. Por dentro parecía, la última vez que lo visité, un palomar.
Nueva es una población importante, de más envergadura que algunas capitales municipales, pero decaída y muy afectada por la especulación inmobiliaria que la ha destruido a costa de construir inmoderadamente. Y por Pría, el Camino iba a Ribadesella por Collera.
Ribadesella tiene una importancia especial, porque es bifurcación de dos caminos, uno por el interior y el otro por la costa. Ambos confluían en Pola de Siero, el del interior iba por Margolles y Triongo para salir a Arriondas, donde el río Piloña desagua en el río Sella. Por el Gran Valle del Piloña, el Camino pasa por Soto de Dueñas, Sevares y Villamayor, donde floreció un monasterio benedictino del que se conserva el hermoso ábside de la iglesia, del siglo XII. En Infiesto, a cinco kilómetros, hubo hospital en el siglo XVI, edificado por Pedro García, cura de San Juan de Berbio, y puente de dos marcos para salvar al río Piloña. El santuario mariano de la Virgen de la Cueva, situada en una cueva a las afueras de la villa, sobre el río de la Marea, fue desde antiguo lugar de peregrinación, y, según Uría, se creó en torno a él una cofradía de naturales de aquellas montañas para defender a los vecinos del lugar y a los extranjeros de paso de los agravios de infieles, malhechores y ladrones.
El Camino continuaba hasta Pola de Siero, pasando por Nava, donde tuvo asiento un priorato de benedictinas, del que quedó la iglesia.
El de la costa atravesaba el puente sobre el río Sella, que divide la villa en dos, siendo la parte más activa la de la orilla derecha. Sobre un monte, detrás del que están Tereñes y el mar, de despliegan infinitos chalets, todos iguales, frutos efímeros y horribles del frenesí desarrollista del ladrillo frenado en seco por la tan cacareada «crisis económica». Ya es lugar común hablar de la «crisis», a la vista de estos desatinos o de lo que se preparaba en Llanes, forzoso es reconocer que en la comarca oriental de Asturias se hubiera desatado una crisis de proporciones pavorosas sin necesidad de la crisis generalizada. ¿A quién querían venderle tantos adosados? En fin, es problema de los constructores, de los promotores y de los ayuntamientos que los incitaron y les dieron facilidades.
Subimos por San Esteban de Leces, donde a la izquierda de la carretera está arruinada la torre de Junco entre maleza, y se desciende hasta las estrecheces de Torre, a cuyas afueras se atraviesa en río Acebo y se vuelve a ascender, teniendo a la derecha un abismo del que sobresale una roca erecta, en cuya cumbre crece un arbolillo. Después está Berbes en una curva ampulosa, que baja hacia Caravia. Prado es su entidad urbana más notable, extendida a lo largo de la carretera, con algunas casas de indianos, una gran finca rodeada de un alto muro y dos casas que tienen en el porche sendas maquetas de hórreos. Por aquí también construyeron más de la cuenta y a mi amigo Lorenzo Herrero, que bajaba a la playa en albornoz, le quitaron la vista del mar. Reconstruyó una buena casa para ver las traseras de los vecinos.
Las estribaciones de la sierra del Sueve se acercan tanto al mar que poco falta para que las olas rompan en ellas. La iglesia de Santiago de Gobiendes es la más oriental del Prerrománico, pórtico de la gran floración prerrománica de Villaviciosa. Según Uría, «así como desde Santillana a Santiago de Gobiendes encontramos escasas memorias de templos y monasterios de la Alta Edad Media, desde el último de estos lugares a Oviedo son aquellas más frecuentes, sin duda porque en el espacio que se interpone entre el mencionado lugar y la ciudad, existía una población más densa, ya en aquella época; y a la mayor fertilidad de la tierra debemos agregar como causa de dicha densidad la acción restauradora de los monarcas ovetenses, que se extendía hasta aquí con cierta pujanza ya antes del siglo XI».
El interior de la iglesia, en la falda del Sueve, orientaliza. La visité en compañía de Hugh Thomas. El cura que nos abrió la puerta con una llave de hierro vestía camisa a cuadros de leñador canadiense. Hugh preguntó si era el veterinario del lugar: no acababa de digerir la manía de los curas españoles de vestir sin nada que declare su condición sacerdotal.
La carretera va en una larga recta, interrumpida por una rotonda, hasta Colunga. ¿Son imprescindibles las rotondas? No lo sé, porque no soy conductor, pero afean las carreteras, interrumpen la marcha como las notas a pie de página interrumpen la lectura de un libro, y de eso estoy convencido, hay más de la cuenta.
En Colunga hubo un hospital, y otro en Lastres, «más fuera de mano en el itinerario», apunta Uría. Es villa agradable, con buenas casas indianas. A la salida fluye el río Libardón, al que se refiere una «gacepa» o manuscrito de tesoros, con que se solía embaucar a ingenuos ávidos de riquezas fáciles. En los pésimos versos habituales. Libardón es uno de los límites entre los que se encuentra un tesoro que lo mismo puede estar cerca que lejos: «Entre Roces y Libardón / hallarás el rescate de cien reyes, / en la pelleja de un castrón». Y hay dos posibilidades de seguir el Camino: por Lue, La Venta del Pobre y Tornón, donde una fuente es llamada de los Peregrinos, o más al Sur, por Pernús, Priesca y Miravalles, que desciende por San Salvador de Fuentes. La iglesia de Priesca fue consagrada el año 92,1 y la de Fuentes, en 1023 por el obispo Adeani. Ambas anuncian el románico según el estilo asturiano. El capitel de una de las columnas del arco triunfal de Fuentes reproduce el episodio bíblico del profeta Daniel entre los leones. Es una iglesia pequeña, en una leve hondonada, que vista desde afuera puede pasar inadvertida. Y al final de los dos caminos, Villaviciosa.
La Nueva España · 31 octubre 2010