Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

La poesía y el crítico

Sobre el libro "El bosque sagrado" de T.S.Eliot

Al fin aparece en español una digna y cuidada versión bilingüe de El bosque sagrado, primera recopilación de ensayos críticos de T. S. Eliot. Por lo general, ya empiezan a ser habituales las ediciones bilingües de poesía; no así las de prosa, por lo que el esfuerzo editorial de Cuadernos de Langre es meritorio. Asimismo, la traducción del texto, de Ignacio Rey Agudo, resulta excelente. No obstante, esta versión no es «la primera traducción que se realiza al castellano de este texto fundamental de la historia de la crítica». Muy anteriormente, en 1944 nada menos, la Editorial Emecé de Buenos Aires publicó los Selected Essays de T. S. Eliot, que recogen su prosa publicada entre 1917 y 1932 con el título de Los poetas metafísicos y otros ensayos sobre teatro y religión, en dos tomos, y en esta obra se encuentra El bosque sagrado embebido en buena parte. El primer tomo recoge «La retórica y el teatro poético», «La tradición y el talento individual», «Eurípides y el profesor Murray», «Hamlet y sus problemas», «Ben Jonson», «Philip Massinger» y «Swinburne como crítico», que es una sección de un ensayo más extenso titulado «Críticos imperfectos»; y el segundo incluye un ensayo sobre William Blake, todos ellos procedentes de El bosque sagrado. En cambio, el ensayo sobre Dante, publicado en Selected Essays, es distinto y más extenso que el coleccionado en El bosque sagrado. T. S. Eliot, uno de los poetas más sobresalientes del siglo XX , comenzó a escribir crítica como complemento de su labor poética, y alcanzó a ser, asimismo, uno de los mayores críticos de su tiempo y acaso el de influencia más perdurable. Sus primeros textos críticos son de 1917 y 1918: «Reflexiones sobre el verso libre», «Ezra Pound: su métrica y su poesía» y «Henry James». En 1920 colecciona una docena de artículos y ensayos publicados previamente en The Times Literary Supplement,The Athenaeum, Arts and Letters y The Egoist, entre 1917 y 1920, aunque ninguno de los que acabamos de mencionar, bajo el título de The Sacred Wood. La edición traducida por Ignacio Rey es la de Faber and Faber de 1922. En 1920 había publicado también Poems, que virtualmente completa la primera etapa de T. S. Eliot como poeta y, refiriéndose a su primera recopilación de ensayos, Northrop Frye destaca que en ella se incluye «Tradition and the Individual Talent», ensayo que esbozaba su teoría de lo «impersonal» del proceso poético. «Aunque la posición general de Eliot,"clásico en literatura, monárquico en política, anglocatólico en religión", no fue anunciada hasta el prefacio de For Lancelot Andrewes en 1928, era evidente que ya se hallaban en desgracia intelectual los opuestos a aquello: el romanticismo, el liberalismo y la secularización». De este modo se produce una curiosa situación, nada paradójica, por lo demás, en la que los escritores más avanzados del siglo XX en materia literaria (Eliot, Ezra Pound, Faulkner, Joyce, etc.) eran conservadores en materia política. El propio Eliot lo tuvo en cuenta cuando escribió, golpeando a la vez a tirios y troyanos, que la apreciación de la literatura más original de nuestro tiempo hace coincidir a los grupos más dispares: a «los conservadores que consideran que todo lo nuevo es anárquico y a los radicales, que suponen que todo aquello que no comprenden es antidemocrático». Eliot como crítico se interesa no sólo por la poesía, sino también por la crítica y por la función del crítico. Su punto de partida es que «la poesía debe ser considerada principalmente como poesía, y no como otra cosa». Ahora bien, ¿qué cosa es poesía? En principio rechaza las definiciones de Wordsworth y Matthew Arnold («emociones recordadas en tranquilidad», «crítica de la vida», etc.), pero al ensayar su propia definición, se muestra cauteloso: «La poesía es algo más allá y por encima, y a la vez algo diferente, de una colección de datos psicológicos de las mentes de los poetas, y de la historia de una época, porque no la podríamos ver así a no ser que le hubiéramos asignado un valor únicamente como poesía». La poesía, afirma de manera más rotunda, «no es inculcar una moralidad, o los preceptos de la política, y tampoco es religión o un equivalente a la religión, excepto por algunos abusos de palabras atroces».Y no deja de resultar curioso que considere, como punto de partida, que se trata de «una diversión de índole superior, y no me refiero a una diversión para gente superior», sino para entretener a la gente honrada. Lo que resulta casi tan sorprendente como otras definiciones que critica. Sin embargo, uno de los ejemplos que ofrece es muy significativo: «Prefiero la poesía de Dante a la de Shakespeare porque me ilustra una actitud más saludable hacia el misterio de la vida». Refiriéndose a la crítica es más explícito, como quien pisa terreno más firme o por el que transita con mayor comodidad. «Preservar la tradición (donde existe una buena tradición) es parte de la tarea del crítico.Ver la literatura atentamente y verla en conjunto es parte de su tarea; y esto significa, en suma, verla no como consagrada por el tiempo, sino verla más allá del tiempo; ver la mejor obra de nuestro tiempo y la mejor obra de hace dos mil quinientos años con los mismos ojos. Es parte de su tarea ayudar al poetastro a comprender sus propias limitaciones».Y en lo que respecta a los críticos, señala que «Coleridge fue el más grande crítico inglés y, en cierto modo, el último», reduciendo a Matthew Arnold a sólo un «propagandista de la crítica». ¿Indica esto que los grandes críticos ingleses son Dryden, Pope o Samuel Johnson, de quien resalta su «gran certeza crítica»? El bosque sagrado es la inauguración de un excelente crítico, que ya en esta primera obra se manifiesta seguro y firme, y cuando es conveniente, cauteloso (lo que es igualmente virtud del buen crítico). Según Frye, «el conocimiento exhaustivo de Eliot es obligatorio para todo el que esté interesado en la literatura contemporánea. No importa que guste o no guste: ha de leerse».

Revista de Libros · número 109