Ignacio Gracia Noriega
Piedras y motos
Desde hace quince días, uno o varios malnacidos arrojan piedras contra mi casa en Llanes desde una calleja sin nombre pero que debería ir rotulada con el de calle de la Especulación Inmobiliaria Salvaje, ya que surgió de un caso muy brillante de especulación que inauguró, hace unos veinte años, el escándalo continuo en que se ha convertido la Marbella del Norte.
Han roto ya varios cristales, aunque no parece ser ése si principal propósito, porque a veces arrojan piedrecitas muy pequeñas, sino que me entere de que alguien acecha en la oscuridad, me quiere mal y quiere que yo sepa que está ahí, agazapado en las sombras. Denunciado el hecho en dos ocasiones ya, la Guardia Civil acudió para hacer la «inspección ocular» sin sacar conclusiones, y a la pregunta de quién sospecho, sólo se me ocurre pensar en alguien concreto que está rabioso o en algún miserable que pretende hacer méritos: esto es, un enemigo privado o cualquier desconocido.
La Guardia Civil me dijo, muy razonablemente, que no puede estar vigilando a todas horas esta calle. Lo comprendo. Pero sí podía dar alguna vuelta de cuando en cuando, bien la Guardia Civil o la Policía Local, por la calle Nueva de la localidad arriba mencionada, que se ha convertido de un tiempo a esta parte en escenario de habituales carreras de motos en las que participan dos, y ocasionalmente tres o más motocicletas que, a velocidades vertiginosas, totalmente inadecuadas y sin duda ilegales en un centro urbano, sirven de diversión a mozalbetes temerarios y derrochadores de gasolina.
No es de recibo que se controle de manera tan exagerada a los conductores en las carreteras en tanto que en el caso urbano de Llanes automóviles y motos pueden circular a la velocidad que les dé la gana.
La Nueva España · 12 enero 2007