Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Más sobre Mata

En los dos artículos sobre el comandante José Mata Castro a los que se refiere don Ángel González Fernández, de Oviedo, no pretendía detallar todas sus actividades como resistente en las montañas del centro de Asturias a lo largo de más de once años: para ello sería necesario un libro de muchas páginas. Mi propósito era tan sólo señalar la vuelta de Mata, dentro de una serie de artículos sobre la transición política de los años setenta y primeros ochenta del pasado siglo, como un signo evidente de reconciliación. El guerrillero que había empuñado las armas regresaba desarmado, y uno de sus primeros pasos en Asturias al regresar al cabo de treinta años fue visitar el cuartel de la Guardia Civil de El Entrego para preguntar si había algo contra él. Le contestaron que nada, y a partir de ese momento Mata fue un ciudadano normal que regresaba a su tierra desde Francia, donde tenía su domicilio.

Aunque no apruebo la lucha armada como acción política, no rechazo la defensa cuando un hombre, un grupo o un pueblo están acosados. Mata se defendió y defendió unos ideales durante once años, hasta que admitió que aquella lucha ya no tenía sentido: entonces evacuó a Francia en una operación militar que sorprende por su precisión. Concentrar a treinta y un guerrilleros en Peña Mayor, algunos procedentes de Galicia, y conducirlos hasta el puerto de Luanco sin un mal encuentro y sin disparar un solo tiro es una hazaña que parece fruto de la imaginación de un guionista de Hollywood. Y una vez en Francia, Mata volvió a trabajar en la mina, que era lo suyo, y a reorganizar lo que quedaba de las organizaciones socialistas en el exilio. En este sentido es un claro ejemplo de lo que Eric J. Honsbawn denomina «Robin Hood»: el hombre que en algún momento emprende una acción violenta, pero al cabo, una vez normalizada la situación, se reintegra a la vida en la sociedad como un ciudadano ejemplar. Yo conocí de trato bastante cercano a Mata a su regreso del exilio, y mantuve una larga correspondencia con él y puedo afirmar que era un hombre cabal, noble, prudente y digno, y en su trato una persona afectuosa y un perfecto caballero.

Naturalmente, en once años en el monte cometió diversas tropelías: a la que se refiere don Ángel González la relata Gómez Fouz en su importante libro «La brigadilla». Pero debo hacer constar algo en lo que repara Eduardo Pons Prades: «He aquí una partida, la de José Mata, natural de San Martín del Rey Aurelio (Asturias), minero de profesión, que actuó durante once años, que mantuvo un sinnúmero de refriegas, que cometió sabotajes, golpes económicos, que dio, por tanto, señales de vida a lo largo del período 1937-1948, y que, pese a ello, esta partida no aparece citada una sola vez en los libros que se han publicado en España sobre las guerrillas españolas». Por ejemplo, el teniente coronel Aguado, en su libro «El maquis en España», publica la famosa fotografía de Mata y sus compañeros de fuga alrededor de Indalecio Prieto con el pie «Indalecio Prieto... con bastante menos grasa de la habitual, rodeado de los bandoleros socialistas asturianos». El motivo de este silenciamiento de Mata bien puede ser que, a pesar de las acciones enumeradas por Pons Prades, difícilmente se le puede señalar como bandolero, ya que procuró siempre que le fue posible que su acción tuviera un carácter político y militar alejado del bandolerismo.

Finalmente, don Ángel González se confunde conmigo; se conoce que él tampoco me lee a mí. Yo jamás me dediqué a revolver en la ceniza. Considero muy reprobable la «memoria histórica», por lo que tiene de abrir viejas heridas ocasionadas en una guerra antigua y, a lo que parece, mal cicatrizadas. Nunca llegaremos a ninguna parte los españoles hasta que no se considere la guerra de 1936-39 como si se tratara de las guerras napoleónicas o de las guerras carlistas. Pero otra cuestión es reconocer la figura de Mata, un guerrillero excepcional que realizó acciones muy notables en el aspecto militar, como la ya mencionada evacuación por mar de una guerrilla acorralada en las montañas.

Y una nota al margen: si alguien le hace llegar esta carta al sobrino de Mata, que se ponga en contacto conmigo a través del periódico.

La Nueva España · 17 marzo 2010