Ignacio Gracia Noriega
Condenados a entenderse
La sorprendente y espectacular movilización de una parte de la sociedad asturiana por obra de Álvarez-Cascos debería ser motivo de meditación para un partido poco acostumbrado a esta clase de ejercicio. De momento, la única institución en España capaz de movilizar la población no socialista ha sido la Iglesia, y la única que, asimismo, se ha colocado sin tapujos del lado de las libertades. En consecuencia, es natural que una persona conservadora, aunque sea agnóstica o indiferente en materia religiosa, confíe más en la Iglesia que en el PP, ese partido extraño, en el que según su dirigente nacional no caben conservadores ni liberales y cuya ideología es no tener ideología y no parecer algunas cosas que obsesivamente teme que se le achaquen: no parecer demasiado de derechas, no parecer retrógrado, no parecer relacionado con un pasado cada vez más lejano. Ese partido acata mansamente los convencionalismos de la «corrección política» incluso en aspectos en los que debería mantenerse firme, como son los de la moral pública y la unidad nacional. Porque mal puede presentarse como defensor de la familia (y si no lo hace el PP, ¿quién lo hará?) un partido que exhibe como dirigentes o candidatas a mamás por inseminación y a señoras con más divorcios que una estrella de Hollywood de los años en que esas cosas escandalizaban.
Todo sea por parecer modernos. En consecuencia, el PP representa de manera muy deficiente los intereses políticos y morales de una buena parte de la población española no socialista. Sus intereses y preocupaciones, por otro lado, son de carácter principalmente económico, y en ese aspecto no dudamos que su gestión habrá de ser mucho mejor que la desastrosa del Gobierno de Z. Pero que, una vez más, los árboles no impidan ver el bosque. El desastre económico del socialismo postmoderno es clamoroso, pero su programa de destruir principios morales y de convivencia se está llevando a cabo con eficacia, y esto no parece producir inquietud al PP. La versión asturiana de este partido es claramente endogámica, solo atenta a sus cuestiones e indiferente al resto de la población, de la que espera el voto por la buena razón de que hay muchos ciudadanos que no están dispuestos a votar al PSOE bajo ninguna circunstancia. Al PP no parece interesarle casi nada de lo que sucede en Asturias, y se comporta con la autosuficiencia y el alejamiento de la población propios de un partido que llevara ganando las elecciones por mayoría desde los tiempos de Witiza. Evidentemente, el PP de Ovidio Sánchez es un partido perdedor, y el único ganador dentro de sus filas es Gabino de Lorenzo: el cual, fuera de Oviedo, no saca un voto. La grave amenaza de Gabino desde hace años es repetir la figura de Hormachea, un buen alcalde de Santander, que fracaso cuando intentó un vuelo más alto.
En este momento, sin duda grave, cuando el PP se disponía a perder unas nuevas elecciones, comete de paso un error clamoroso con Cascos. La derecha (o, mejor, la Asturias no socialista), dividida y enfrentada, es el mejor regalo que se le puede hacer al PSOE: un regalo a cambio de nada. Por eso, es momento de reflexión para los no socialistas: están condenados a entenderse.
La Nueva España · 30 marzo 2011