Ignacio Gracia Noriega
Magia y geología de los bufones
No son sólo maravilla visual, sino también acústica
Hace más de medio siglo, Friedrich Dürrenmatt lamentaba que a aquellas alturas hubiera que seguir luchando por las cosas evidentes. A estas seguimos en las mismas. Salir en defensa de los bufones de Pría me rejuvenece más de 20 años, ya que hará un cuarto de siglo cayó por aquellas tierras orientales un maestro de primeras letras de Purón dispuesto a todo por lograr sus fines. Gracias a ese sujeto, Llanes se convirtió en el modelo indeseado del desarrollismo indeseable, que es una de las causas principales de la crisis que padecemos. El desarrollismo salvaje estuvo a punto de destrozar nuestras costas, enfrentando el hormigón a la naturaleza. Ahora han llenado de hormigón la zona de los bufones de Pría como antes hormigonaron los lagos de la montaña de Covadonga. ¿Por qué y para qué? Para matar la gallina de los huevos de oro de una comarca que pretende presentar como principal atractivo su paisaje. Si destrozan ese paisaje maravilloso, ¿qué le quedará a esa comarca indefensa? Porque el Ayuntamiento, del PSOE desde que Trevín ganó unas lejanas elecciones, está dispuesto a permitir y patrocinar toda clase de tropelías, y del PP poco puede esperarse, ya que, como se ha demostrado últimamente, solo existe para devolverle el poder a los socialistas. En las presentes circunstancias, la defensa de la tierra, del paisaje y de las peculiaridades llaniscas solo está en manos de los ciudadanos. De los movimientos ciudadanos, como la Asociación de Vecinos de Llames de Pría, que se está moviendo en defensa de los bufones.
La geóloga Luna Adrados ha escrito un libro en el que señala la singularidad de estos fenómenos geológicos. Aunque Olao Magno ya describe en su historia de las gentes septentrionales «el horrible sonido de las cavernas de litoral», los bufones del concejo de Llanes constituyen tal vez el conjunto más importante de Europa, pese a que los ayuntamientos desarrollistas los desprecien. Ese surtidor de agua pulverizada que surge repentinamente de las rocas con un impresionante bufido (se le llaman «bufones» por «bufón») no es solo un fenómeno geológico, sino mágico y poético. Laurent Vital, el cronista de Carlos V, hizo la primera descripción conocida de un bufón en Llanes, donde también hizo la primera crónica taurina de la historia. Aquello casi era magia, el bufón se levaba del indiano Lamadrid, canta el bufón de aquel lugar, la geología inspirando sonoros versos románticos. También cantaron a los bufones Alfonso Camín y Celso Amieva, que desde Méjico escribía: «Yo me acuerdo, en mis noches, del bufón de Vidiago» e imaginaba a los bufones marinos desde Tinamayor a Cabo de Mar rindiendo homenaje al martillo de Tor. El bufón no sólo es maravilla visual, sino acústica. Canta en las noches de galerna un bronco son de mar que se extiende por los aires hasta los Picos de Europa, tan visibles desde Pría. En Cabrales y Carao, cuando oyen el bufido la Bramadoira, preparan la leña, llega el invierno.
La Nueva España · 5 junio 2012