Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Opio feliz para tiempos de penuria

Sólo el fútbol es capaz de inyectar optimismo y dar un poco de unidad a este triste pueblo

Celebra «La Nueva España» sus primeros 25.000 días de contacto directo e ininterrumpido con los lectores con una primera página apoteósica que, al menos por un día, altera las habituales y tenebrosas informaciones de carácter político y económico. Corren muy malos tiempos. Estamos dentro de un pozo hondo que parece que no tiene salida, y el pesimismo, el desaliento y la claudicación están generalizados. Como los nautas antiguos que abrumados por la ferocidad de la galerna se echaban en un rincón de la nave resignados a esperar lo más probable, que no era otra cosa que el naufragio, también ahora se observan actitudes parecidas. ¿Para qué hacer algo si todo va de mal en peor? En tanto, España se cuartea y un 51% de los catalanes son partidarios de la independencia: lo que es no menos grave que la crisis. Tan solo el fútbol es capaz de inyectar optimismo y dar un poco de unidad a este triste pueblo.

Reprochaba Juvenal en la Sátira X a los romanos de su tiempo que solo aspirasen a «panem et circenses»: que el Estado les proporcionara trigo y espectáculos gratuitos. Aquella era la Roma de la decadencia, en cuyo espejo debe mirarse la Europa actual. España, en perpetua decadencia desde el siglo XVII, pronto adaptó aquella severa crítica a sus circunstancias folclóricas, y aquí se decía «pan y toros». Ahora con todo derecho debe decirse «pan y fútbol», habida cuenta de que el estamento progresista condena los toros por sanguinarios y «poco europeos» (olvidando Francia y Portugal, y un ilustre pasado mediterráneo) y ha dejado de condenar el fútbol.

Durante el régimen anterior, toda la «progresía» se ofendía ante el «opio del pueblo» del fútbol. Uno de los más furibundos enemigos de aquel opiáceo era Areces, a quien más tarde vi aplaudir al Sporting como un forofo. ¿En qué quedamos? ¿El fútbol es opio o no lo es? Evidentemente, lo era durante el franquismo. Ahora debe ser un soporte más del sistema democrático. No olvidemos, en cualquier caso, que bajo el franquismo había fútbol los domingos y ahora todos los días. Es decir, más opio.

En apariencia, el fútbol mantiene unidos a los españoles. Solo en los estadios ondea sin complejos la bandera española y sin miedo a que la quemen. Aunque sea a costa de ese estúpido circunloquio eufemístico de decir la Roja por no decir «selección española». Vergüenza debía darnos.

Pero parece ser que mientras ganen la selección española, Nadal y Fernando Alonso no todo se ha perdido. Si el fútbol importa más que la crisis, ¿qué le vamos a hacer? Tampoco por estar preocupándose por ella a todas horas se va a adelantar nada. Tan solo aumenta el sentido de frustración.

Esperemos que dentro de 25.000 días «La Nueva España» vuelva a publicar otra primera página estimulante, en la que anuncie que España ha vencido sus complejos, que es una nación vieja y moderna, unida y poderosa, y que los españoles han olvidado sus rencillas suicidas. Así sea.

La Nueva España · 3 julio 2012