Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Desvergüenza e inmoralidad

Es abominable y escandaloso que la funcionaria Otero se queje de su desgraciada situación económica actual en un país con más de cinco millones de parados con el cielo encima y la tierra abajo como único patrimonio.

¿A tal cinismo llega la «sensibilidad social» de algunos socialistas? Porque mientras no se demuestre lo contrario, la funcionaria Otero es militante del PSOE, marchó a ocupar un cargo a Oviedo gracias al PSOE y realizó aquello de lo que se la acusa bajo gobierno del PSOE. Compañeros como Rubalcaba y su «mandado» Trevín conocían el camino de su casa opulenta y bien abastecida sin preguntarse de dónde procedían los dineros que la sostenían. Si ahora a la funcionaria Otero las cosas le vienen mal dadas, que se resigne a no beber vinos de marca y a no comer angulas en plato sopero y recuerde sus orígenes modestos cuando lejos de la ostentación de la «nueva rica» comía de manera frugal y piadosa y bebía agua fresca de la fuente que ella misma iba a buscar.

La actitud del también imputado Iglesias Riopedre es más explicable a la vez que más repugnante, si cabe, ya que ese parapeto de austeridad y miseria del que se rodea a modo de defensa y disculpa huele verdaderamente a podrido. Que haya tenido que vender los libros que utilizó de estudiante es de un sentimentalismo cursi e infecto; entre esos libros no figuraría un manual elemental de moral. Durante mucho tiempo Riopedre se presentó como ejemplo de honradez... marxista. Así como la Otero no engañaba a nadie, al menos en su pueblo, viviendo a lo grande y acaparando todo lo que podía, Riopedre daba lecciones constantes de severidad y desprecio hacia los bienes terrenales con los zapatos ajados y los puños de las camisas deshilachados. Ahora resulta que todo el dinero que le condujo a su presente y desairada situación lo entregaba a la buena causa de su hijo, no porque estuviera enfermo de dolencia incurable o haciendo un «máster» en Harvard (¿por qué la «progresía» jamás envía a sus hijos a Corea del Norte o a la Universidad Patricio Lumumba?), sino porque era un empresario incapaz. ¡Admirables estos marxistas que socavan la institución familiar pero miran por la suya y no creen en la propiedad privada aunque hacen lo que está en sus manos para que sus hijos sean ricos! Envenenada herencia le deja Riopedre a su vástago, en cualquier caso, ya que a pesar de su protección y desvelo ha quedado a la vista de todo el mundo como un incompetente irresponsable. Si no fuera porque Riopedre se escuda en su hijo, no sabríamos de la nulidad de éste, por lo que tal defensa desvergonzada es sencillamente repugnante.

No obstante, el caso de Riopedre es de más calado ideológico, por así decirlo, que el de la Otero; ésta, cuando llegaron «los suyos», entendió que había llegado el momento del saqueo. Riopedre es más sutil y sin duda se justifica pensando que como había luchado durante buena parte de su vida contra este modelo de sociedad, no le debía lealtad alguna cuando le encomendaron administrar una de sus parcelas. No se puede dejar la sociedad en manos de quienes aspiran a destruirla.

La Nueva España · 6 agosto 2012