Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Sören Kierkegaard: el existencialismo es romanticismo

Se cumplen hoy 200 años del nacimiento de la gran figura de la literatura danesa junto a Andersen

A mediados del siglo XX, Sartre proclamaba que el existencialismo es un humanismo, y Sören Kierkegaard, considerado como uno de sus precursores, disfrutaba de una popularidad que no suele ser corriente entre los filósofos. Por aquellos días el existencialismo estaba de moda y era uno de los atractivos turísticos de París. En aquel saco cabía todo, desde ateos confesos como Sartre hasta cristianos como Gabriel Marcel, pasando por las «caves», las «poses» atormentadas, la ropa negra, la afirmación de Camus sobre que el hombre muere y no es feliz (que ya viene en Job, XIV, 1:2) y Juliette Greco. Naturalmente, Kierkegaard no tenía nada que ver con este ambiente, pero se le invocaba, y hasta hubo quienes intentaron leerle. Treinta o cuarenta años antes, Unamuno se vio obligado a aprender danés porque las obras de Kierkegaard no estaban traducidas ni al francés. No obstante, es la gran figura de la literatura danesa, junto con Andersen. No es mala representación: un filósofo sombrío y atormentado y un autor de cuentos para niños.

Sören Kierkegaard nació en Copenhague el 5 de mayo de 1813. Su padre había cuidado cabras en su infancia; más tarde se hizo rico como comerciante de lino. Siendo pastor, el padre subió a una colina y maldijo a Dios. Esta blasfemia oscura y terrible pesó sobre él y sobre sus hijos. La mayoría murieron jóvenes: sólo sobrevivieron el mayor, Peter Christian, que llegó a obispo, y Sören, que también siguió estudios eclesiásticos y pronunció su primer sermón en la iglesia de Copenhague en 1841. Mas sus relaciones con la Iglesia no fueron fáciles: consideraba incompatible el protestantismo con el espíritu del cristianismo primitivo. Murió de parálisis en 1854.

Kierkegaard fue de los primeros en reaccionar contra la sociedad burguesa y autocomplaciente del primer industrialismo, que se avenía mal con su religiosidad pesimista. Contemporáneo de Marx, éste representa la reacción del proletariado, mientras que las reacciones de Kierkegaard y Nietzsche son solitarias y fuertemente individualistas, con la diferencia de que Nietzsche niega a Dios para afirmar al hombre y Kierkegaard niega que el hombre pueda realizarse si no es en Dios. Para él, el acto moral no fundamentado en la fe es pecado y desesperación. De la Historia no puede surgir ninguna certeza, porque la verdad es creación del individuo y solo tiene sentido cuando sirve a la salvación personal: es acto de quien lo soporta y engendra. Cada alma constituye la realidad última por su relación con Dios, que es la individualidad suprema.

En el sistema de valores de Kierkegaard la religión está por encima de la ética, y ésta, de la estética. El filósofo, que muchas veces escribía como poeta, despreciaba a los poetas y opinaba, sin que le faltara razón, que un crítico se parece a un poeta como una gota de agua a otra, sólo que el crítico no lleva penas en el corazón ni música en los labios. Era un romántico el pensador angustiado de la familia espiritual de Pascal.

La Nueva España · 5 mayo 2013