Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

El bosque Wagner

Sobre la obra y el pensamiento del gran autor

El inmenso árbol de la música wagneriana impide ver el bosque -muy frondoso y extenso aunque no de tanta altura- de la obra literaria del compositor. El propio Wagner no se consideraba tan sólo compositor ni mucho menos libretista de sus obras, a las que no llamaba óperas, naturalmente, sino «poemas musicales», la conjunción artística sublime de música y palabra: pues Wagner reconocía la insuficiencia de la música en relación con el gran valor conceptual e intelectual de la palabra y la universalidad de la música respecto al localismo de la palabra. «Sabemos que los versos de los poetas, incluso los de un Goethe o un Schiller, son incapaces de determinar la música -escribe en su ensayo sobre Beethoven, en 1870-; sólo el drama puede hacer tal cosa, y por drama no entiendo el poema dramático o el texto, signo el drama cuyo verso vemos desenvolverse ante nuestros ojos, el trasunto visible de la música». Esto es, el verso inseparable de la música, la música inseparable del verso, constituyendo el verso el aspecto intelectual y visual, y la música el auditivo. La conjunción perfecta de verso y música es el «drama musical». Ambas formas, siendo diferentes, se complementan: «El poeta concentra en un punto, lo más asequible posible para el sentimiento, unos factores de acción, sensación y expresión infinitamente dispersos, y únicamente perceptibles para el entendimiento. El músico, en cambio, tiene la obligación de extender este punto de concentración a la plenitud máxima, según corresponde al ámbito de su contenido afectivo».

Wagner formuló teóricamente e intentó llevar a la práctica la posibilidad de un arte total. Es uno de los proyectos más ambiciosos de la historia del teatro, desde que Tespis separó al actor del coro. No pretende a Shakespeare más Beethoven, sino a los dos simultáneamente y con el mismo rango. Lo cual, según Vidal Peña, no logra ni en sus mejores momentos, como «Tristán», ya que «era su música misma lo dramático». Pero lo dramático en un sentido muy amplio, que abarca a Sófocles, Shakespeare y Calderón. Aunque su verso no es del mismo rango que su música, son inseparables. La extensión y variedad de su obra en prosa (escritos autobiográficos, sobre estética, sobre historia de la música, sobre política, etcétera), permite que sea considerado como algo más que un escritor ocasional que a veces toma la pluma para tratar asuntos profesionales. Los ensayos de Wagner sobrepasan el ámbito de la música y durante algunas etapas de su vida la actividad literaria fue constante. Por su obra y por la parte de sus «dramas musicales» que no son música (por el «verso», por así decirlo), Wagner merece ocupar un lugar destacado en las letras alemanas del siglo XIX. Pero como es parte importantísima de la historia de la música, se lo excluye con frecuencia de la historia literaria (lo que mereció la reprobación de Thomas Mann).

Nació en Leipzig el 22 de mayo de 1813, el mismo año que otros tres dramaturgos alemanes: Otto Ludwing, Georg Büchner, y Friedrich Hebbel, quien en 1862 estrena la trilogía «Los Nibelungos», centrada en Grimilda. Sin duda, una casualidad.

La Nueva España · 22 mayo 2013