Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Juan Velarde en la Academia

La tradición de grandes economistas capaces de escribir muy bien

Azorín escribía en los años treinta del pasado siglo que don Valentín Andrés Álvarez era el único economista de su época a quien se podía leer porque se entendía lo que escribía, y no porque la economía fuera una ciencia especialmente abstrusa, sino porque la mayoría de los economistas escribían tan mal como los historiadores "ideólogos" -para demostrar que a ellos les interesaba sólo la ciencia y no reparaban (ni reparan) en nimiedades como la sintaxis- y, en cambio, don Valentín escribía muy bien. A esa tradición de ser un buen economista y escribir bien, inaugurada por otro asturiano, Flórez Estrada, y antes que él por el marqués de Santa Cruz de Marcenado en su "Rapsodia político económica monárquica", se suma y es uno de sus grandes mantenedores Juan Velarde Fuertes, uno de los padres de la actual economía académica, y cuyos discípulos suelen escribir muy bien, corno José Luís García Delgado, tan vinculado a Asturias, o los discípulos de sus discípulos, como Juan Vázquez. Escribir bien y expresarse bien a lo largo de casi setenta años de actividad ininterrumpida ha convertido a Juan Velarde, si no en un personaje "público" en el sentido que se le da ahora, de "famoso" o "influyente", sí en el de quien no desdeña bajar a la calle desde el sosiego de su gabinete y hace declaraciones, escribe innumerables artículos en revistas y periódicos, diagnostica siempre con la seguridad que procede del conocimiento de lo que está tratando, e incluso a veces acude a las hoy tan en boga "tertulias" televisivas o radiofónicas, aunque sin pasarse, porque hay algunos tertulianos que se pasan el día entero y parte de la noche pontificando y quitándose la palabra unos a otros ante las cámaras de televisión. Si echamos un vistazo al televisor, tendremos la seguridad de que veremos a los mismos o a los “Simpson”. Pero Velarde sólo va en casos excepcionales: por eso, siempre dice cosas importantes y bien dichas.

A pesar de su importantísima proyección pública, sobre todo es un trabajador de gabinete, escribiendo a mano folios y más folios (a cierta edad, el ordenador no es una ayuda, sino una tabarra). Así le recuerdo siempre en su despacho de La Granda, de una austeridad completa, en el que sólo hay una silla, una mesa, otra mesa grande llena de libros, papeles y periódicos, y una ventana. Gracias a esa capacidad de trabajo y de entusiasmo por el trabajo, la bibliografía de Velarde es impresionante, en libros, folletos, prólogos, artículos, conferencias... Es un sabio universal, lo que los antiguos llamaban un humanista: economista, historiador, escritor político, ensayista. Ahora aspira a la presidencia de la Academia de Ciencias Morales y Políticas: cuando a sus años se mete en ese berenjenal es porque está dispuesto a hacer muchas cosas; pues como escribió Vauvenargues, "no se es viejo mientras se piensa que lo mejor está por venir".

La Nueva España · 10 diciembre 2014