Ignacio Gracia Noriega
Con violencia
Ante los ataques a los autobuses, algunos con niños dentro, en la huelga de Alsa
Estamos, tan abrumados y desbordados por la violencia que solo cuando se produce un acto excepcionalmente agresivo, que además afecta a la esencia de nuestra civilización, como fue la matanza en la redacción de la revista "Charlie Hebdo", los gobernantes y los ciudadanos deciden al fin reaccionar de algún modo, movidos por la sorpresa y la indignación. La reacción no va más allá de organizar multitudinarias manifestaciones y el terna "Je sois Charlie" no tardará en integrarse en el sistema y convertirse en el pectoral de camisetas como la de la 'vera efigie' de Ché Guevara, un personaje excepcionalmente violento pata conseguir la salvación de los que no deseaban ser salvados y vengar a los enemigos como si fuera un islamista radical.
Tal vez porque el caso sucedió en Oviedo y afectó a una empresa muy familiar en nuestra tierra, el hecho de que unos huelguistas hayan atacado varios autobuses, algunos con niños dentro, y, sobre todo, porque no se produjo ninguna víctima (ahí está la madre del cordero: cuando corre la sangre, la gente reacciona), no parece haber recibido la consideración debida. "Tanto el Principado como la Policía pidieron mesura a los piquetes para evitar daños personales". De lo que parece deducirse que si el autobús va vacío se le puede apedrear cuantas veces se quiera, aunque con la salvedad de que si el que apedrea es un particular tendrá que entendérselas con empresa, mientras que si es un huelguista saldrá en su defensa el diputado comodín que plantea la represión que padecen los sindicalistas en España ante el Ministro de Justicia alegando que hay irás de cien sindicalistas condenados a penas de más de tres años pero olvidando que siendo él Delegado del Gobierno en Asturias los no menos sindicalistas Cándido y Morala estuvieron a punto de ir a la cárcel, corno también olvidó con la mayor desfachatez que siendo el responsable del retraso de una autobús pasó más de diez años echándole las culpas a otros.
Mas no nos detengamos en bajas demagogias. Quien ataca a un autobús no sólo está atacando los intereses de la empresa sino de cada uno de los viajeros, empezando por el más importante: el del libre desplazamiento. Siendo los autobuses un servicio público, el Gobierno debe garantizarlo, utilizando los medios pertinentes a su alcance: no basta con pedir mesure a los piquetes, de la misma manera que no basta con vigilar para que quienes interrumpen el tráfico con neumáticos ardiendo no se desmanden demasiado.
Lanzar piedras contra un autobús cargado de niños excede las reivindicaciones sindicales y se convierte en un acto violento, se produzcan víctimas o no. La permisividad con los piquetes es una manera de colaborar con la huelga por parte de las autoridades. Si el huelguista tiene que emplear la violencia paca hacer valer sus derechos, mal aspecto pm sentare esos derechos La violencia de unos huelguistas es el final de todos los derechos: los de la empresa, los de los usuarios del "servicio público", y los de los propios trabajadores que no quieren sumarse a la algarada. El camino de la violencia tiene una meta fija: la ley de la jungla.
La Nueva España · 15 enero 2015