Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Dos vidas en paralelo

Experiencia y sabiduría son nexos comunes entre Cervantes y Shakespeare más allá de las coincidencias biográficas

Según el crítico norteamericano Harold Bloom, "Cervantes y Shakespeare comparten la supremacía entre todos los escritores occidentales, desde el Renacimiento hasta ahora". No se trata de una afirmación arbitraria, porque el crítico continúa, "Las personalidades ficticias de los últimos cuatro siglos son cervantinas o shakesperianas, o, más frecuentemente, una mezcla de ambas". Y sitúa a sus obras a la altura de los poemas homéricos, de los diálogos de Platón y de los libros bíblicos de lob y el Eclesiastés.

Otro punto de relación, más superficial aunque sorprendente, es que los dos murieron el 23 de abril de 1616. Debe entenderse que murieron en la misma fecha, pero no el mismo día, porque Inglaterra, fiel a su carácter especial, aún no había adoptado el calendario gregoriano, que regía en el continente, por lo que Shakespeare sobrevivió a Cervantes en diez días. Cervantes arrastraba su mala salud desde hacia tiempo; en el prólogo a "Los trabajos de Persiles y Segisrnunda", escrito cuatro días antes de morir, advierte: "Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que a más tardar acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida". Sabe que tiene ya el píe puesto en el estribo. Unas palabras en la que se percibe el humor negro de un hombre desengañado.

Shakespeare, dieciséis años más joven que Cervantes, muere en su aldea natal, a la que se había retirado después de haber hecho dinero con el teatro en su triple faceta de autor, empresario y actor, e13 de mayo, en circunstancias bien distintas a las de Cervantes, según anota John Ward, vicario de Stratford: "Shakespeare, Frayton y Ben Jonson se reunieron en alegre convite, pero Shakespeare parece que bebió demasiado, pues murió de una fiebre contraída allí". A Cervantes le diagnostica el estudiante, en el mencionado prólogo a "Los trabajos de Persiles y Segismunda", que su hidropesía "no la sanará toda el agua del mar del océano que dulcemente se bebiese". Tal cantidad de agua nos trae al recuerdo a lady Macbeth lavándose obsesivamente las manos, aunque todo el océano no podrá desprender de ellas la sangre derramada de Duncan.

No se agotan en la fecha de la muerte y en la condición capital de ambos autores las coincidencias entre ambas. Shakespeare conocía la obra de Cervantes, ya que colaboró con Fletcher en la adaptación al teatro de uno de los episodios del "Quijote", el de Gardenia, la primera parte del "Quijote" fue traducida al inglés por Sheldon en 1612, y Fletcher, que sabía español, realizó otras adaptaciones cervantinas. En cambio, es más que posible que Cervantes no tuviera noticia de Shakespeare. En el aspecto puramente literario, su teatro tampoco tiene que ver con el de Lope de Vega y otros autores de su época. En las piezas de asunto argelino, Cervantes introduce elementos autobiográficos, un recurso muy raro en su época, y "Numancia" está más cerca de Esquilo que de sus contemporáneos. En consecuencia, como autor de teatro, paga por su originalidad, porque escribe de espaldas al público. En "Numancia" escribe teatro épico de personaje colectivo con mayor sentido trágico que en obras como "Fuenteovejuna", de Lope, que algunos consideran adelantada al teatro brechtiano.

Cervantes ensayó todo tipo de géneros (la novela de gran aliento, la novela corta, el teatro, la poesía, la crítica) en tanto que Shakespeare se redujo a la escena y a la poesía lírica, aunque esta distinción es un poco absurda, ya que en su teatro abundan las escenas del más alto lirismo. Como autor teatral dominó todas las posibilidades escénicas (la tragedia, el drama, la comedia, las obras históricas) de la misma manera que Cervantes exploró todos los caminos posibles de la novela tal como hoy la conocemos: la novela por episodios (el "Quijote"), la novela corta (los "Ejemplares"), la de aventuras ("Los trabajos de Persiles y Segismunda"), la hoy olvidada novela pastoril, de difícil recuperación ("La Galatea"). También intentó la poesía, para la que no estaba especialmente dotado, como él mismo reconoce, aunque algún crítico como Cernuda le defiende como poeta. Aunque no hubiera escrito el "Quijote", con lo que escribió sería uno de los grandes escritores de nuestra lengua, por la calidad de su prosa, por su arte narrativo, por su arte narrativo, por su concepción de la vida y del mundo, tolerante y amarga, humorística y desencantada.

Para Shakespeare, el teatro y la palabra son las formas naturales de expresión. Cada personaje es un mundo y el mundo es el teatro. Las palabras salían de su pluma como piedras preciosas. Valiéndose de las Vidas paralelas de Plutarco y de las Crónicas de Holinshed, y muchas veces de infames recreaciones de autores de tercer orden e incluso de plagios, creó escenarios de "ruido y furia" y comedias de enredo, la magia de "Sueño de una noche de verano" y la melancolía crepuscular de "La tempestad". Sus personajes están vivos y toda la humanidad se refleja en ellos, porque son reflejo de la humanidad. Mas sería un error considerarlos como representaciones: Otelo sería exuberante sin que se le inoculara la peste de los celos y Yago un intrigante aunque le hubiera nombrado su lugarteniente. Reyes, doncellas inocentes, mujeres ambiciosas, jóvenes enamorados, usurpadores, fantasmas, locos, travestidos, conspiradores, salvadores de la patria como Casio y Bruto que, como es habitual entre esa gente, consiguen lo contrario de lo que se proponían, noctámbulos, fulleros, señores de la taberna como Falstaff, actores profesionales ("Hamlet") y actores aficionados ("Sueño de una noche de verano"), espíritus del aire, hadas y paletos, llenan los escenarios del mundo desde hace cuatrocientos años. Y los seguirán ocupando y llenando, pues, como afirmó Steiner, no es posible prever que en el futuro vuelva a existir otro autor como Shakespeare.

Cervantes, que conocía más mundo que Shakespeare, sin salir de La Mancha creó dos personajes universales, pasemos por encima de las muchas tonterías que Unamuno, Américo Castro, Ortega, etcétera, escribieron sobre Don Quijote y Sancho, si darse cuenta de que no se refieren a prototipos, sino a una novela que los contiene y pone en pie. Dejando aparte la manía de que el caballero y el rústico representan el carácter nacional, lo cierto es que establecen el punto de vista en la novela, en la que un personaje ve castillos y el otro posadas, uno damas y el otro pastoras. El "Quijote" es el mundo, tal como lo ve Cervantes y como lo ve cada lector: unos con la mirada de Don Quijote y otros con la de Sancho. Y aquí, como en Shakespeare, ninguna mirada prevalece sobre las demás. El mundo es demasiado variado y rico para ser visto de una única manera.

La Nueva España · 21 abril 2016