Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Sobre el pleito de los delfines

Al final de "Las Moscas", de Jean-Paul Sartre, pieza teatral que recrea la tragedia de Orestes, se refiere una leyenda perfectamente reconocible: "Un verano Sycros se infestó de ratas. Era una lepra horrible, lo roían todo; los habitantes de la ciudad creyeron morir. Pero un día llegó un flautista. Se puso en el corazón de la ciudad. Empezó a tocar la flauta y todas las ratas fueron a apretarse a su alrededor Luego se puso en marcha a largos trancos, gritando a las gentes de Syeros: «¡Apartaos!». Y las ratas levantaron la cabeza vacilando como lo hacen las moscas. ¡Mirad! ¡Mirad las moscas! Y luego, de golpe, se precipitaron sobre sus huellas. Y el flautista con las ratas desapareció para siempre".

Es el cuento del flautista de Hamelin, que, sin duda, todos recordamos de la infancia. Aunque los cuentos infantiles muchas veces se refieren a un asunto mucho más sombrío y profundo, mucho más terrible e inquietante, que el simple aspecto maravilloso con que se presentan los cuentos de hadas.

Este cuento del flautista de Hamelin es, en prácticamente todos sus elementos, la misma historia que el famoso "pleito de los ratones", que relata González Dávila en su "Teatro eclesiástico de la Santa Iglesia de Oviedo", sólo que en este caso son letrados quienes libran a la comunidad de la plaga en lugar de un misterioso flautista. Y el pleito ovetense de los ratones tiene su equivalente marinero en el no menos formidable "pleito de los delfines", que afectó a Candás a comienzos del siglo XVII, y que Jesús Evaristo Casariego resumió así: "En 1616, los delfines, llamados «calderones» en la costa sur. estorbaron de tal modo a los pescadores, «emballándoles» (espantándoles) la pesca y rompiéndoles las redes, que los perjudicados acudieron con su queja nada menos que al obispo de Oviedo. Comprobando éste lo fundado de su queja, admitió la querella y dispuso que se estableciesen censuras y entablase pleito contra los pequeños cetáceos. Pero como todo acusado tiene derecho a letrado que le asesore y defienda, se dispuso de oficio que se nombrase ahogado de ellos -de los delfines- al Doctor D. Juan García Arias, catedrático de la Universidad cle Oviedo. De la parte contraria, es decir, de los pescadores, actuó de acusador el Doctor D. Martín Vázquez, también catedrático de la «Universitas ovetensis». Presidente del Tribunal que juzgada el pleito fue nombrado el dominico fray Jacinto de Tinco, tan catedrático de la Universidad como los anteriores, maestro de la Facultad de Arte, y de Tildares otros conspicuos personajes universitarios. Y todos ellos se fueron a Candás, se embarcaron en una lancha y por mandamiento de fray Jacinto un notario leyó las censuras a los delfines. conminándoles a retirarse y amenazándoles con penas canónicas y civiles si no obedecían el episcopal mandato. Y los delfines, temerosos, obedecieron y se retiraron de aquellas aguas. dejando en paz a los pescadores".

Mucho se ha escrito y discutido a propósito de estos dos tan pintorescos como fantásticos "pleitos" idénticos. Casariego, a quien indignaba esta historia, la atribuía a un "aristarco local". Otro erudito no menos colérico, Julio Somoza, siguiendo al P. Risco en su "Historia Sagrada", identifica al "aristarco" autor de la patraña con el canónico candasín Carlos González Posada, "que debía ser muy aficionado a tales experimentos -añade Somoza-, pues le soltó dos petardos al infeliz cronista del "Theatro", uno terrestre y otro marítimo. El terrestre es el pleito de los ratones y el marítimo es el de los delfines, muy apropiados para ser creídos ambos por los "comulgantes con ruedas de molino".

La invención de ambos pleitos demuestra un ingenio vivo y, como apunta Casariego, se trata "de una sátira graciosa y bien urdida que ponía en caricatura a universitarios y canónigos, y que sin duda dio mucho que comentar en jocoso reír a los asturianos de aquellas fechas".

En carta particular, Casariego me confió que "no como tal pleito, pero sí como admonición, hubo un «requerimiento formal" seguido de bendición de la mar, lo cual es perfectamente canónico, y no tiene el sentido que el racionalismo del sido XIX quiso dar al hecho". En el siglo XX, cuando menos dos escritores contemporáneos nuestros, Arturo del Hoyo y Francisco G. Orejas, aprovecharon el famoso "pleito de los ratones" para urdir sendas narraciones fantásticas.

En mi opinión, tanto el pleito de los ratones como el de los delfines, son constatación. y sin duda sátira. del fervor litigante de los asturianos; quienes, en casos extremos. agraviados por los ratones en Oviedo y por delfines en Candás, no tuvieron mejor ocurrencia que acudir a abogados. Y. esto es lo mejor y lo más sorprendente, en los dos casos el resultado fue satisfactorio.

Porfolio Candás · 1999