Ignacio Gracia Noriega
La Biblia: el libro de los libros
El texto sagrado de los cristianos y su inmensa influencia en el plano literario
Existen creencias de un solo libro, como el Corán o "El Capital", y pueblos que admiten todos los libros, como los antiguos griegos. Posición intermedia es la del monoteísmo judeocristiano, cuyo libro sagrado es muchos libros, recibiendo entre los cristianos el nombre griego de Biblia, los libros, la Biblioteca, y entre los judíos es 'Tora', la Ley, que sólo incluye el Pentateuco, la revelación y las enseñanzas de Moisés. Los cristianos dividen la Biblia en dos grandes bloques: el Antiguo Testamento, de carácter judaico (conteniendo las crónicas, legislación, profecías, etc., de1 pueblo escogido) y el Nuevo Testamento, plenamente cristiano, con las andanzas y doctrina de Jesús (los Evangelios) y de sus discípulos (los Hechos de los Apóstoles), las Epístolas (entre las que figuran en primer lugar las de San Pablo, fundamento intelectual del cristianismo) y ese libro extraño, alucinado, profético, plástico y crepuscular que es el Apocalipsis, más citado que leído, ya que contiene las tremendas visiones del fin del mundo y del juicio universal, pero se cierra con la apoteosis de la luz y la fundación de la nueva Jerusalén, donde no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán, por los siglos de los siglos (21,5). La Biblia podría resumirse corno un libro que empieza con las palabras “En el principio” (“Génesis”) y termina con la universal fórmula de aceptación: "Amén" (así sea). Como dato curioso señalaremos que aún tratándose del mismo texto y del mismo libro, la Biblia católica muestra más manga ancha que la protestante, incluyendo libros como los de los Macabeos, el Eclesiástico y la Sabiduría, que tampoco figura en el canon hebreo por haber sido escrito en griego.
Tratándose una libro sagrado, se supone que su lectura es exclusivamente religiosa. Pero se trata también de una gran obra literaria. No incurriré en la cursilería de Clarín cuando justifica la “lectura laica” de San Juan de la Cruz. Pero aparte su sentido genealógico, patriótico y de reafirmación de un pueblo, de las tres novelas incluidas, "Rut" es un idilio, “Judit” la historia tantas veces repetida posteriormente de la mujer que se sacrifica por su gente y "Ester" la de la jovencita plebeya que se casa con un rey. Si buscarnos poesía, Isaías y Ezequiel son de los mayores poetas de la humanidad, "Job" el relato de la rebeldía pasiva (en tanto que "Prometeo encadenado" de Esquilo lo es de una rebeldía activa), "Génesis" es una cosmología y “Éxodo” una epopeya: un gran hombre, Moisés, dirige una gran migración, la del pueblo elegido hacia la tierra prometida. La limpieza narrativa de "Reyes" y "Crónicas" es modelo de narración histórica, y "Eclesiastés" es un libro extraño y lúcido, de un pesimismo que roza el cinismo: "¿Qué provecho saca el hombre de todo por cuanto se afana debajo del sol?". Estos son algunos de los libros más destacados; otros son de carácter legislativo ("Levítico"), sapiencial, genealógico y profecías. Los ""Salmos" son oraciones de alta calidad poética y "El cantar de los cantares" un poema erótico con escenografía oriental.
Podríamos resumir, desde el punto de vista cristiano, que la Biblia es la trabajosa genealogía llena de mujeres que tienen dificultades para concebir. Y no se agota el Libro en sus libros, ya que, como afirma N. Frye, su influencia ha sido inmensa en el plano literario, manifestándose su imaginería y su narrativa en los géneros y convencionalismos de la literatura occidental. Es el libro que debería encontrarse en todos los hogares y se puede llevar a una isla desierta.
La Nueva España · 4 enero 2015