Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Los grandes clásicos

Ignacio Gracia Noriega

Antígona:
Leyes que afectan a la raíz humana

Un drama que fue considerado no sólo como una excelente tragedia, sino como una obra de arte cercana a la perfección

“Entre 1790 y 1905, poetas, filósofos e intelectuales europeos sustentaban la difundida opinión de que la “Antígona” de Sófocles era no sólo la más excelente de las tragedias griegas, sino la obra de arte más cercana a la perfección que cualquier otra obra producida por el espíritu humano”, resume Steiner al comienzo de su libro “Antígonas”. Heidegger, por su parte, al explicar por qué eligió a Hölderlin para fundamentar su teoría sobre la esencia de la poesía, menciona a los mayores poetas, entre los que figura Sófocles junto con Virgilio, Dante, Shakespeare y Goethe. Las grandes creaciones de Sófocles, Edipo y Antígona, son más recordadas por el público común que Agamenón y Prometeo, de Esquilo y Medea, de Eurípides, tal vez porque vibra en ellas mayor intensidad humana. Agamenón es una figura grandiosa que se pierde en su propia grandeza. Prometeo, un “héroe cultural”, amigo de los hombres pero su parte de divinidad le impide ser enteramente humano, y Medea es un personaje exótico corroído por la venganza. Edipo y Medea, por el contrario, son dos seres humanos, a merced el primero de su destino y la segunda de su sentido del deber, que no es otro que el del cumplimiento de las leyes profundas. Hölderlin observa que “Esquilo y Eurípides son capaces de objetivar el sufrimiento y la saña, pero menos el entendimiento del hombre en cuanto que camina bajo lo impensable”: lo que es propio del lenguaje de Sófocles, “lo digno el amor, lúcido en la desgracia”.

Los dos grandes ciclos de la tragedia ática con el troyano (Esquilo) y el tebano (Sófocles) con obras decisivas; la trilogía “Orestiada” el primero y la serie Edipo (“Edipo rey”, “Edipo en Colono”, “Antígona”) del segundo. Eurípides tuvo la mala fortuna de que se conservaran más obras suyas (19) que la totalidad de las de Esquilo y Sófocles (siete de cada uno) por lo que es un autor más difuso y también más “moderno”, aunque se le debe la tragedia de asunto y composición más primitivos, “Las Bacantes”, en la que lleva a escena el frenesí, la alegría y el furor de los cultos dionisiacos.

El asunto de “Antígona” tiene su punto de partida en “Los siete contra Tebas”, de Esquilo, Eteocles y Polinice, hijos de Edipo y hermanos de Antígona, luchan en la batalla de Tebas, Eteocles defendiendo la a la ciudad y Polinice atacándola. Ambos mueren, uno a mano del otro, y Creón, el tirano de Tebas, tío de ambos, dispone que Eteocles sea enterrado con todos los honores y Polinice quede insepulto. Desobedeciendo las leyes de la ciudad, Antígona cubre con polvo suelto al hermano proscrito, por lo que es conducida a la presencia de su tío y condenada a muerte. La muchacha no se defiende; tan sólo expone su razón, profunda, hermosa e incontestable: cuando Creón la acusa de haber transgredido las leyes de la ciudad, ella contesta: “No podía yo pensar que las normas fueran de tal calidad que yo por ellas dejara de cumplir otras leyes, aunque no escritas, fijas siempre, inmutables, divinas. No son leyes de hoy y nadie sabe cuándo empezaron a vivir. ¿Iba yo a pisotear esas leyes venerables impuestas por los dioses ante la antojadiza voluntad de un hombre, fuera el que fuera?”.

A 2500 años de nosotros, una débil mujer distinguía entre leyes transitorias y leyes profundas, las que afectan a la raíz de lo humano. Por primera vez el hombre libre (en este caso una mujer) se enfrenta a la arbitrariedad y poder absoluto del Estado sin otra arma que su sentido del deber. Antígona no es un guerrero como Teucro, que obliga que se entierre con honores a su hermano Ayax, sino un desvalido personaje civil. Pero su energía prevalece y la obra de Sófocles es de las imperecederas de la humanidad.

La Nueva España · 18 enero 2015