Ignacio Gracia Noriega
Ovidio:
El primer gran poeta golfo de Occidente
El autor de "Las metamorfosis" fue palaciego y mundano y tras ser desterrado por Augusto se hizo hondo y grande
La influencia de Virgilio durante toda la Edad Medía fue enorme. Atendiendo a la égloga IV, en la que anuncia el nacimiento del hijo de su amigo y protector Polión, los Padres de la Iglesia lo interpretaron como el augurio de otro nacimiento, el del Niño-Dios en Belén, y de este modo compaginaron las profecías de dos de los mayores poetas del mundo, el hebreo Isaías y el latino Virgilio aunque es mucho suponer, como es natural, incluir a Virgilio entre los profetas precristianos. A ese prestigio profético se añade que Dante le convierte en su guía durante los dos primeros cantos de "La Divina Comedia" (no pudiendo acompañarle al Paraíso por ser un pagado que no había conocido la Revelación). Incluso en el ciclo artúrico, Virgilio figura como un gran poeta y mago que vivió en los tiempos de Diana, fundador del "Castillo Giratorio" cuando los filósofos buscaban el paraíso terrenal.
El prestigio de Ovidio y Horacio durante aquella época no fue menor, siendo los dos grandes poetas, aunque diferentes: Horacio, más sosegado, y Ovidio, más arrebatado. Ovidio es el primer gran poeta rollo de Occidente y su obra se divide en dos partes bien diferenciadas: la de poeta amatorio y la de la poeta elegiaco, divididas, como si se tratara de una profunda zanja, por su doloroso exilio. Doloroso, precisemos, debido al alejamiento de Roma y a vivir en una región apartada y bárbara, en la helada soledad del Ponto Euxino, pero nunca le faltaron las comodidades que allí podía recibir y obtener. Su biografía recuerda, salvando las distancias, a la de Oscar Wilde, que fue durante años un autor ingenioso y mundano, cuya conversación era puro ingenio y cuya obra era dorada y chispeante corno las burbujas de champagne. Mas no haber acertado a ceder a tiempo en su contencioso con lord Douglas le convirtió en un exiliado sin nombre y en poeta sombrío: "La balada de la cárcel de Reading", Los "Amores", las "Heroidas", el "Arte de amar", de las que Eduardo García ofreció una selección reciente, convirtieron a Ovidio en el poeta de moda en una Roma que había dejado muy atrás las austeridades republicanas. Su vida, transcurrida entre el año 43 a.C y el 127 d.C, coincide casi exactamente con el reinado de Augusto, el cual, una vez que le hubo desterrado, no atendió a sus súplicas, aunque las expresara en la poesía superior de las “Tristes” y las “Pónticas”. Su obra más conocida son “Las metamorfosis”, una obra enciclopédica sobre divinidades y mitos, como la "Historia natural" de Plinio era la gran enciclopedia del mundo material (sin excluir algunos mitos). La variedad y la calidad de su obra (erótica, mítica y elegíaca) le convierten en un poeta excepcional. Y aunque en la Edad Media se rechazaron sus "Metamorfosis" y las poesías amatorias, fue poeta imprescindible en las escuelas de los "Fastos" y las "Pónticas". Tenía un alto concepto de la poesía y de su valor como poeta, e incluso en su desgracia se considera inspirado por Dios. El poeta mundano y palaciego ve el mundo de otro modo desde su destierro en Tomos, a orillas del mar Negro, y aunque desde allí no deja de mirar hacia Roma con la esperanza de volver, año tras año las “esperanzas cortesanas” se desvanecen, y el poeta quejumbroso se vuelve más hondo. De no haber sido por el destierro, hubiera sido un poeta incompleto, que tal vez habría caído en la banalidad y el artificio. Nada puede decirse en este aspecto, pero lo cierto es que la suma del alegre y procaz Ovidio y del desterrado que a veces no se respeta sí mismo implorando el perdón compone una figura única entre los grandes poetas de todos los tiempos.
La Nueva España · 1 marzo 2015