Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Los grandes clásicos

Ignacio Gracia Noriega

Salustio: un pesimista para la revolución

El historiador exime a Julio César de responsabilidades y achaca a Pompeyo la pérdida de las viejas libertades

Cronológicamente es el primero de los grandes historiadores romanos y, según Syme, "sentó para siempre los modelos y categorías de la historiografía romana". Es el historiador intermedio entre Tucídides y Tácito. Su concepción y planteamiento de la historia proceden del autor de la "Historia de la guerra del Peloponeso" y Tácito debe mucho a su estilo arcaico pero elegante, de frases cortas y precisas, y narración rápida. Para Salustio, la historia era algo más que el relato de hechos externos, de actuaciones públicas, de movimientos de ejércitos y retratos de grandes hombres: también tenía en cuenta los entresijos del carácter de las personas y la complejidad y profundidad de la condición humana, en las que buscaba las motivaciones por las que tal o cual acontecimiento se produjo de determinada manera y no de otra. En consecuencia, narra objetivamente, pero también se introduce en los pensamientos del personaje: "El rey le respondió plácidamente, pero muy en contra lo que pensaba en su interior ("La guerra de Jugurta").

Gayo Salustio Crispo vivió en una época de convulsiones, del año 86 al 35 a. C., de guerra civil y de guerras de expansión, en la que, no obstante, realizaron su obra algunos de los mejores autores latinos. Fue un pájaro de cuidado durante el periodo en que se dedicó a la política y un severo crítico de los acontecimientos que posteriormente narra como historiador, "sombrío pero no moralizante". Produce cierto desasosiego, si no es alarde de cinismo, leer la descripción de uno de los que participaron en la conjuración de Catilina: "Había entre los conjurados un Quinto Curio, sujeto de nacimiento ilustre, pero lleno de maldades y delitos, a quien por esto habían echado los censores del Senado con ignominia", pues parece que se está refiriendo a un episodio poco edificante de su biografía, salvo que él, nacido en Arniteraum, en Sabina, no pertenecía a familia ilustre. Descubiertas sus relaciones adúlteras con la esposa de Milón, fue borrado de la lista de los senadores, aunque al triunfar César en la guerra civil contra Pompeyo, fue repuesto en su cargo Elegido tribuno de la plebe, su populismo cesarista le enfrentó violentamente con Cicerón. Acompañó a Julio César en la campaña de África y César premió su parcialidad nombrándole gobernador de Numidia, donde se dedicó tranquilamente al saqueo. Dueño de una gran fortuna, regresó a Roma, siendo muy criticado, pero aunque César no le retiró su apoyo, consideró oportuno retirarse de la política y dedicarse a las actividades privadas en un suntuoso palacio rodeado de jardines en el Quirinal, conocido como "Horti Salustiani". Allí escribe sus libros de historia: las "Historias", de las que se conservan cuatro discursos y fragmentos, y las monografías "La conjuración de Catilina" y "La guerra de Jugurta", dos libros de entretenida lectura. También se le deben unas "Cartas a César" y se le atribuye, sin demasiada certeza, una "Invectiva contra Cicerón". Como es natural, exime a Julio César de responsabilidades y achaca a Pompeyo la pérdida de las viejas libertades.

Los historiadores modernos tienden a compensar la golfería del político con la severidad del escritor que critica vicios y denuncia a la aristocracia corno causante del colapso de las instituciones. Según Ronald Syme, "por su experiencia en los negocios, por su sincero pesimismo moral y por su falta completa de ilusiones políticas, este romano estaba magníficamente dotado para relatar la historia de una era revolucionaria".

La Nueva España · 17 mayo 2015