Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Los grandes clásicos

Ignacio Gracia Noriega

Dickens: La novela como entretenimiento y presión social

Sus historias modificaron el sistema carcelario y la educación de los pobres

El siglo XX es el siglo de la novela y del triunfo de la burguesía: por eso se identifica a una con otra. Digamos que fue muy beneficioso para las novelas una clase con dinero para comprarlas y tiempo para leerlas; en compensación, la burguesía proporcionaba a los novelistas sus personajes, sus conflictos y sus modos de vida. Algo de lo que algunos críticos marxistas (muy pocos) se dieron cuenta en el siglo XX es de que no hay posibilidad de novela proletaria, porque los proletarios aspiran a ser burgueses y cuando un burgués desciende a proletario porque las cosas les fueron mal dadas, proporciona al novelista un excelente asunto dramático. En cambio que un proletario se vuelva un burgués es un tema casi banal, que cae dentro del orden natural de las cosas.

A lo largo del siglo surgen los grandes novelistas en toda Europa: Sthendal, Balzac y Flaubert en Francia, Dickens y Thackeray en Inglaterra, Dostoievski y Tolstoi en Rusia, Fontane en Alemania, Manzoni en Italia, Galdós en España, Hawthorne y Melville en los Estados Unidos. Dickens fue de los más populares de su tiempo, a quien todavía hoy se lee o cuando menos se reconoce su nombre. Fue también un escritor profesional de éxito, cosa que no sucedió a otras escritores profesionales como Poe, que malvivieron, o como Balzac y Dostoievski, que hubieron de escribir a destajo. Dickens también escribió a destajo, pero con buenas remuneraciones económicas.

La infancia de Charles Dickens (1812-1870) fue tan desgraciada como la de algunos de sus héroes, pero le proporcionó temas para sus novelas más famosas. Su padre, John Dickens, a quien retrata con ternura pero como incorregible en la figura de Mr. Micawber en "David Copperfield", tenía una sensata teoría económica: si gano libras al año y gusto diecinueve, todo va bien, pero si gasto veintiuna, es la catástrofe; y como gastaba mis de veintiún libras al año, acabó en la cárcel por deudas, por lo que el pequeño Charles, con doce años, tiene que trabajar en una fábrica de betunes y en 1827 abandona la escuela para ingresar como pasante de un procurador. Quienes hayan leído "David Copperfield" recordarán este y otro episodios David se conviene en periodista, lo mismo que Dickens, siendo junto con Ivan Karamazov el gran periodista de la literatura del siglo XIX (aunque mucho menos turbulento y atormentado). En 1837 obtiene sus primeros éxitos con los "Esbozos de Boz" y empieza a publicar, por entregas, una de sus novelas más deliciosas, "Los papeles póstumos del Club Pickwick"; en 1837 aparece la primera entrega de "Oliver Twist", en 1838 la primera parte de "Nicholas Nickleby": no ha cumplido los treinta años y ya es un escritor de primera magnitud.

Dickens entendía la novela como entretenimiento pero también como denuncia de lacras sociales. Nunca tuvo la pretensión de cambiar la sociedad, pero gracias a las denuncias de sus novelas, el sistema carcelario, la asistencia pública y la educación de los pobres, fueron reformados. Su mundo es tenebroso y cruel incluso en los "Cuentos de Navidad", pero a las conclusiones que llega son optimistas. Una injusticia puede ser enmendada de la misma manera que un avaro puede humanizarse. Pero ese optimismo, tan agradable al lector de su época, pesa sobre sus novelas: "David Copperfield'', acaso la mejor de ellas, se resiente o causa de los capítulos finales que preparan un final feliz en el que toda la visión realista de la sociedad se desmorona.

La Nueva España · 20 diciembre 2015