Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Cocina y pintura, pintura y cocina

Sobre arte, enfermedad mental y excelencias culinarias

Tengo a la vista dos magníficos libros sobre la pintura y sus relaciones extra artísticas, editados recientemente: «Casa Consuelo. 75 años entre fogones y pinceles», que reúne reproducciones de algunos de los cuadros de la importante pinacoteca del famoso restaurante de Otur, fotografías de sus platos más característicos y recetas magistrales de María Araceli López, a quien se deben otros importantes recetarios anteriores; y «Pintura y enfermedad mental», del psiquiatra Pedro Quirós Corujo, autor de notables trabajos como el exhaustivo estudio «Alcohol y alcoholismo en Asturias» y «Los cuentos de tradición oral y el desarrollo emocional», un sugestivo trabajo que fue su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina de Oviedo en 1992 y que pasó más inadvertido de lo que debiera.

La contribución de Pedro Quirós a actividades complementarias a la suya (el folclore, la pintura, etcétera) es importantísima, al tiempo que manifiesta una extraordinaria inquietud intelectual. «Las inquietudes del doctor Quirós Corujo fueron desde siempre acusadas», afirma el doctor Juan Manuel Junceda Avello en el discurso de contestación. Es extraordinario que Quirós domine una parcela tan especializada como el estudio de los cuentos de tradición oral, como que aplique sus conocimientos psiquiátricos al discernimiento de un arte sobre el que, en principio, todo el mundo tiene opinión y que, por otra parte, fue cauce de expresión de graves anomalías psíquicas.

Van Gogh es el ejemplo más habitual. Entre la fantasía alucinada del sueño de la razón y la angustia silenciosa del grito que no sale de la boca bajo un cielo de fin del mundo, la pintura ha dado, si no claves, al menos motivos a los psiquiatras: también cierto tipo de literatura, a la que Quirós dedica una parte de su libro (páginas 127 y ss.). Pero, sobre todo, nos descubre a José María, cuya enfermedad y obra y las relaciones entre ellas comenta, y parte de esa obra se reproduce en el libro.

Del «estudio de interiores con pintura al fondo» de Quirós, pasemos al exterior fastuoso de pinturas y fotografías que remiten a colores y sabores deliciosos. Los cuadros muestran la extraordinaria riqueza artística de la actividad coquinaria, cuyos resortes desvela María Araceli López con precisión y claridad en las recetas adjuntas. Toda una delicia de los sentidos (principalmente de la vista, pero también del gusto, pues excita los jugos gástricos) y no sólo eso, sino la manifestación de una riqueza incomparable albergada y custodiada en Casa Consuelo, como señala Evaristo Arce: «Al cabo de los años, Casa Consuelo está en posesión de un arsenal de obras que podrían ser la base sustantiva del futuro museo del occidente asturiano». Gracias a la feliz conjunción de cocina y pintura, Casa Consuelo no sólo es el restaurante por antonomasia, sino uno de los grandes museos especializados y una de las más sugestivas empresas culturales asturianas de los tiempos recientes.

La Nueva España ·3 septiembre 2010