Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El primer viaje de Lord Byron

Espléndida edición de Agustín Coletes de las «Cartas y poesías mediterráneas», publicada por KRK

Byron, una de las encarnaciones del poeta romántico, tuvo, como es natural, su faceta de aventurero, de la tendencia de los viajeros. El poeta romántico desarrollaba diversas funciones al margen, a la vez que motores de su poesía. La más frecuente era la del viajero, que puede fácilmente derivar en la del aventurero, y también la del conspirador, en la que coinciden Lord Byron y el más byroniano de los poetas españoles, Espronceda, que, en la otra vertiente, no era viajero de categoría. Shelley, que viajó de manera triste, sencillamente era tonto y tan gilipollas como los poetas «progres» de ahora, pero a diferencia de éstos, un altísimo poeta, a quien Byron se ocupó de dar sepultura vikinga después de haber muerto como un insensato. Con lo que se reunían en aquella playa mediterránea del ocaso dos insensatos, el sepultado y el sepulturero, el muerto y el vivo.

Si comparamos a Byron con Chateaubriand (que tienen más de un punto de comparación, aunque no en las actitudes políticas), descubriremos que el verdadero aventurero era el vizconde, a la vez que persona de orden, en tanto que el lord, rebelde, carbonario, disolvente y enemigo de sí mismo, no pasaba de ser un «dilettante» en buena situación económica, lo que le permitió financiar la rebelión griega en una época en la que sus rentas equivalían al sueldo del presidente de los Estados Unidos. Extrañamente, un hombre así no se alejó del Mediterráneo, en tanto que Chateaubriand, esencialmente conservador, luchó en el Ejército de los Príncipes, marchó a Norteamérica en busca del Paso del Noroeste (aunque no se alejó de las zonas templadas) y viajó al Levante, como Byron, llegando más lejos, a Jerusalén.

Las «Cartas y poesías mediterráneas» de lord Byron, publicadas por KRK, precedidas de un espléndido estudio de Agustín Coletes, son el testimonio documental de la primera salida del poeta al Mediterráneo. En su época se consideraba que para que un joven completara su educación debería visitar el continente en un «Grand Tour» que incluía Suiza, Alemania e Italia. A Byron le animaban, además, sus peculiaridades sexuales: tiraba a pelo y pluma, y no le desazonaba el incesto: un «modelno», en una palabra. Su «Grand Tour» de 1809 (perfectamente descrito por Coletes) incluye Portugal y España, Malta, Grecia, Albania y Asia Menor; los nombres de Atenas, Esparta, Efeso, Troya, Esmirna y Constantinopla le fascinaban. Durante este primer viaje al mar de Homero y de Virgilio escribió cartas y poemas de circunstancias, nadó mucho (lo que era una extravagancia) y hasta tradujo un fragmento de «Medea» de Eurípides. Las cartas, en general, son mejores que los poemas. Se está recuperando la prosa, muy dispersa, de Byron, lo que contribuye a valorar (mejor) a este personaje fascinante. Muchas de las cartas son quejas porque sus corresponsales no le contestan, o peticiones de dinero. Y el libro, con sus láminas románticas, los retratos de época y los textos de Coletes, una obra de arte, como acostumbra KRK.

La Nueva España · 23 diciembre 2010