Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Reagan, un actor de Hollywood

El 40.º presidente de los Estados Unidos fue algo más que un «secundario» en el cine

Con motivo del centenario del nacimiento de Ronald Reagan el 6 de febrero de 1911, en un pueblo de Illinois de nombre mexicano, Tampico), ya se han publicado numerosos artículos que enjuician su labor como 40.º presidente de los Estados Unidos. Sin duda, fue uno del os grandes presidentes norteamericanos del siglo XX, y como por ahí no se le puede atacar demasiado si no es enseñando la oreja, se suele liquidar su anterior actividad como actor de Hollywood con el despectivo «era un secundario», «era un mal actor» o, sencillamente, «era un cowboy». Cuando la distribuidora le impuso a Luchino Visconti que Burt Lancaster fuera el protagonista de «El gatopardo», el refinadísimo director italiano comentó: «Es un cowboy». Pero aceptaba al cowboy o tenía que reducir el presupuesto de la película, así que entre un mal menor o un gran mal, se quedó con el cowboy, y Burt Lancaster fue el incomparable príncipe Salina. Sin Lancaster, «El gatopardo» habría sido una película menos destacada, o al menos muy diferente de la que conocemos.

No vamos a comparar a Ronald Reagan con Burt Lancaster. Fueron dos actores distintos, y la balanza siempre se inclinaría del lado de Lancaster. Pero Reagan distaba de ser un actor irrelevante y resolver su expediente llamándole «secundario» es ignorar el funcionamiento de Hollywood durante aquellos años en que hubo actores secundarios de mucha categoría. No era un actor expresivo: lucía siempre la misma sonrisa y el mismo tupé. Pero protagonizó algunas películas y se negó a interpretar «El último refugio», de Raoul Walsh, porque su personaje moría al final y suponía que no le convenía tal desenlace a su carrera ascendente. Su papel lo aceptó Humphrey Bogart. De este modo, salieron ganando la película y el mundo libre, pues si hubiera tenido un gran éxito como actor, Reagan acaso no se hubiera dedicado a la política y no habría acabado como presidente de su país.

Fue protagonista en películas de serie B (y desde los tiempos de «Cahiers de Cinema» se admite que hubo películas de género formidables) y secundario en películas de mayor aliento como «Camino de Santa Fe», de Michael Curtiz, en la que interpretaba a un teniente de West Point llamado George Armstrong Custer, al lado de Errol Flynn, Olivia de Havilland y Raymond Massey. He vuelto a ver esta película en su homenaje y conserva su estupenda vitalidad (por cierto, el «malo» es otro actor, éste muy buen actor, centenario también este año, Van Heflin). El «western» era su terreno habitual; también las películas de guerra y los melodramas: «Amor en el aire», de Nick Grinde, en 1937, fue su presentación cinematográfica, después de haber sido locutor deportivo. La siguieron «Amarga victoria», de Edmund Goulding; «Jornada desesperada», de Raoul Walsh; «Alma en tinieblas», de Donald Siegel; «La reina de Montana» y «El jugador», de Alan Dwan.

La Nueva España · 31 de marzo de 2011