Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

La lengua inglesa

La propuesta electoral de que los alumnos estudien en España en inglés

En campaña electoral se escuchan muchas cosas: buena parte de ellas son tonterías y otra buena parte mentiras, y para escuchar algo sensato, si se escucha, es preciso soportar toneladas de desatinos. Podrían evitarse estos circos, con lo que todos saldríamos ganando: el Estado ahorraría la exagerada cantidad de millones que cuestan, los políticos profesionales estarían más descansados al no tener que actuar como feriantes durante quince días y los pabellones auditivos del pueblo soberano experimentaría un gran alivio, pues los coches partidarios coronados por megafonías hacen unos ruidos espantosos aunque no se entienda una sola palabra. Por otra parte, a estas alturas, casi todo el mundo tiene muy claro que va a votar, o, más claramente todavía, que no va a votar. Y los indecisos no van a los mítines. A los mítines sólo van los convencidos y los clientes: gasto y esfuerzo inútiles, por lo tanto.

Que los mítines no tengan el más mínimo interés, y en ocasiones ofenden la cultura media del ciudadano y su sentido común, no es motivo para no ir a votar, que esa es otra cuestión y esta vez, como dice Gustavo Bueno, se demostrará si el pueblo español es pueblo o chusma. Una apreciación he de hacer, no obstante. En Asturias, el voto independiente va para Cascos, tanto por parte de la derecha como de alguna izquierda. Muchos amigos míos de Oviedo ya han decidido su voto: en las autonómicas votarán a Cascos, en las municipales, a Rivi. Lo encuentro coherente.

Pero no se trata de hacer comentarios electorales, sino sobre otra cuestión de mayor importancia general. Una candidata cortada por el patrón femenino marca PP-PSOE (delgada, rubia -en la política española hay más mujeres rubias que en Suecia-), que me recuerda a Migoya, aunque es del otro partido, evacuó en plena campaña una melonada considerable: la promesa (menos mal que las promesas electorales no se cumplen) de que todos los alumnos cursen un 30 por ciento de las materias en inglés. ¿Es que está previsto que esos alumnos tengan que emigrar y habrán de desarrollar sus actividades profesionales en países anglófonos? Porque lo de proponer el aprendizaje del inglés para todo no pasa de ser una tontería. Demasiado oímos decir: «Yo no quiero que mis hijos aprendan bable, que aprendan inglés». Lo uno no excluye lo otro. A lo que se debería aspirar es a que aprendieran bien la lengua materna, la española, y si les sobra tiempo, latín. Hoy los españoles hablan rematadamente mal su lengua, sin llegar a dominar las lenguas adquiridas. Ser bilingüe tampoco es una gran cosa. Más vale dominar una lengua que no dominar tres o cuatro. Además, si se aprende inglés dando por cierto que la Universidad es una oficina de colocaciones, debe tenerse en cuenta que la española es lengua mucho más difundida en todo el mundo que la inglesa; que es lengua oficial de multitud de países, en tanto que el inglés es lengua adquirida en la mayor parte del mundo, y que el inglés al que se aspira es para el uso de electrodomésticos o para desenvolverse en aeropuertos, no para entender a Shakespeare o a Keats. Que los estudiantes aprendan español antes que inglés, después, que estudien lo que quieran o les haga falta.

La Nueva España · 19 mayo 2011