Ignacio Gracia Noriega
Laura
La pequeña historia de una mujer que acaba de ser madre de Carmen
Laura acaba de tener una niña preciosa llamada Carmen. El parto no fue fácil: esperaba otro niño que no llegó y a ella tuvieron que hacerle una cesárea. A los pocos días, Laura volvía a la normalidad y con la sonrisa y el buen humor de siempre, y más guapa que nunca, atiende a la barra y sirve las mesas del restaurante familiar Pando, en Infiesto. Viéndola tan activa y tan contenta, me recordó a la ministra Carme Chacón, que pasaba revista a las tropas formadas con embarazo de nueve meses: una imagen un tanto surrealista, porque una señora embarazada no pinta nada en un cuartel, a no ser que sea la Reina, y las reinas saben medir. Embarazada también, Laura seguía atendiendo su negocio: pero es otro caso. Si me viene a la memoria la ministra Chacón es porque la hija de Laura se llama Carmen y ella «Carme». También conocí a una escritora catalana que se llama «Carme» Riera. ¿Por qué se le quita la «n» a Carmen en Cataluña: porque ese nombre no viene del latín como en el resto de la Romania, porque es más progresista escribirlo sin «n» o por ahorrar? En fin, importa poco. Para mí, las Cármenes seguirán siendo «cármenes», es decir, cantos, y las «Carme» allá se las arreglen con su «karma» o destino. Eso de abrir la «e» es poco eufónico, pues los señores se llaman «Pera» o «Isidra»: lo que en el mejor de los casos suena raro.
En lo que no se parece nada Laura a la ministra Chacón es en que ésta solicitó los meses que le correspondían por maternidad, demostrando no tanto que las mujeres tienen derecho a ese período posparto de inactividad laboral como que un ministro puede estar un par de meses sin ir a su despacho y no pasa nada. En cuyo caso, ¿para qué se quieren ministros y «ministras»? (por una vez vamos a ser políticamente correctos en lo que a géneros gramaticales se refiere). Laura, por el contrario, a los pocos días del parto volvió al pie del cañón (como si fuera la ministra de Defensa).
Yo no sé si trabajando será la mejor manera de salir de la crisis, pero al menos no se me ocurre otra solución, y a Laura tampoco. A todas horas se habla de la crisis, el pesimismo es agobiante, pero ¿se va a solucionar el paro insistiendo en que las cosas van muy mal y que van a ir a peor? Tal parece que estamos al borde del fin del mundo: los ecologistas y los socialistas anuncian catástrofes cósmicas; la derecha, catástrofes económicas, y ni siquiera los entusiastas electrónicos y cibernéticos son estimulantes, sino augures sombríos que prevén el inmediato final de todo a cambio de nada, pero apretando botones. Desde que le oí afirmar a Francisco Rico que la electrónica es más importante que el descubrimiento del lenguaje y de la escritura (y de paso, que don Francisco de Quevedo era nazi) me dije: apaga y vámonos. Desde los ecologistas del fin de los tiempos a los tenebrosos cibernéticos y electrónicos que desean un futuro de barbarie generalizada y aséptica, pasando por los masoquistas del paro y de la crisis, que sólo aspiran a escuchar que las cosas van peor, yo me quedo con Laura, que trabaja en su bar, y cuando tiene tiempo libre saca a pasear a Carmen, niña muy guapa y tranquila.
La Nueva España · 23 junio 2011